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Me salvaste.

Conocí el lugar donde vivía Everly. Ella me había llevado mientras la noche le daba caricias frías a nuestras espaldas. Estaba lejos de la costa, acercándose a los cerros. Habían muchas leyendas de seres malévolos que habitaban esos lugares tenebrosos y sombríos. Everly me las contaba con bastante madurez, relatando que no creía en nada de eso. Decía que la maldad era exclusiva de los humanos.

Everly era huérfana. Sus padres hurtadores habían sido asesinados cuando ella apenas había nacido. Su vida, mejor dicho, sobrevivencia, había quedado a manos ladronas de su tía, Beatrice.

Beatrice era una mujer que, a pesar de no tener mucha edad, el consumo excesivo de cigarro, las ojeras de una vida sin dormir, el aspecto que le otorgaba la pobreza, se veía bastante antigua, con años inconscientes sumados a su rostro.

Era tan delgada como Everly. Y ambas eran muy desconfiadas, pero en cuánto la niña le indicó que yo era la Sirena, los ojos de la mujer se abrieron en sorpresa y admiración.

—Tú... —Se levantó de su asiento—. Eres real... Su cabello de fuego se divisa en la altamar, si la ves ten cuidado al navegar, tus cosas atrapará y con tu vida se quedará, ella es la sirena, la sirena de altamar.

Ambas reían tras haber dicho esa famosa prosa por la cuál a mí se referían. Yo me presenté ante ella y le estreché la mano.

Empatizamos enseguida. Le conté mis grandes hazañas, y cuánto había robado a los navíos que osaban de acercarse demasiado.

Pasamos un poco de la noche conversando con Beatrice, mientras me había servido una cerveza algo tibia y de mala calidad. La tomé con gusto fingido y educado, mientras estábamos con vista a la luna, y ella fumaba un cigarro barato con sus temblores en las manos.

Everly se había quedado dormida en el sillón viejo de la sala de estar. La llevé a la habitación donde ambas dormían, y luego le dije a Beatrice que saldría a caminar por las orillas de la mar.

En mi mente estaba la sirena.

¿Ella me había dejado?

La brisa marina acarició mi cuerpo mientras me acercaba a las orillas que sostenían a la mar. Aquella, desbordada y rebelde, era embestida por el viento nocturno. Las olas alocadas se meneaban con fuerza y brusquedad.

Y así estaban mis pensamientos.

Alborotados, interrumpidos unos con los otros, sin encontrar la claridad. Mi vida había dado un rumbo sobresaltado desde que me habían lanzado a la mar y desde que la conocí a ella.

—¡¿Así que yo soy en quién no se debe confiar, eh?! —Grité al viento—. ¡¿Y qué hay de ti?!

Había bebido mucha cerveza.

No recibí respuestas.

»Somos iguales tu y yo, Corinne.

Me senté en la arena y perdí mi mirada en la bella imagen que se presentaba ante mí. La hermosa y gran luna llena me saludaba con una sonrisa radiante, como burlándose de esta pirata que perdió el rumbo. Esta esfera nocturna parecía caer sobre la mar y fundirse en sus casi interminables aguas. Estaba embobada observando, atrapada.

La Dama del Mar [GirlsLove] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora