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Monstruo.

Las personas en el suelo, gritos alocados de adultos y niños que venían a ver la gran función estelar de esta noche. Algunos habían alcanzado a correr, otros quedaron heridos reposando por culpa de ser pisoteados con necesidad imperiosa de huir del lugar que acabaría siendo un sitio de asesinato o violencia.

—¡Es la Sirena! —Exclamó uno de los presentes. Su voz se perdió entre los murmullos.

Respiré profundamente, sin dejar que el miedo se hiciera presente en mi rostro o en mi comportamiento. El miedo es signo de que eres una presa, y eso les diría a ellos que son los depredadores.

No lo permitiría.

Un fuerte golpe en mi pómulo derecho me hizo salir de mis pensamientos rápidamente. Gemí por el dolor instantáneo y me cubrí la zona afectada con mi mano. Comenzó a arderme la cara. Miré al causante de esto, era el hombre más próximo a mí, el que tenía el cartel con mi retrato.

Lo analicé.

—Si quieres matarme, nadie te detiene. ¿Por qué no lo haces ya?

—¡Porque mereces sufrir! ¡Morir se te será muy fácil, asquerosa mujer. Haz hecho mucho daño, hurtado muchas riquezas, y asesinado a muchos hombres!

Parecía escupir cuando hablaba.

—Entonces hazlo. —Musité, con la mirada intensa centrada en él–. Tortúrame, y serás un héroe.

Él y casi todos ellos me llegaban a los hombros. Sus rostros estaban serios, pero algo dudosos de herirme, como si eso no fuera posible o simplemente por el hecho de ser mujer, sería algo escandaloso tener que hacerme daño a la vista de muchos niños.

Ellos sabían una cosa: Torturarme aquí realmente no los haría héroes. Los haría torturadores.

—Te llevaremos con el Rey Edmundo. Él hace tiempo que quiere controlarte en su prisión. Vamos, muchachos, todos ayúdenme.

Un disparo.

Acabo de matar a un hombre que estaba haciendo el bien.

Eso me convierte en un monstruo.

¿Y por qué no serlo?

Al fin y al cabo, siempre lo he sido. Desde muy pequeña. Las personas que no tenemos privilegios sociales y que teníamos que hurtar un trozo de pan diario para poder vivir el día a día nos reducimos a eso. Una peste, una escoria, basura. Y nos ven como si fuésemos monstruos. Después de años de injusticia, de querer poseer lo que otros poseen, de que incremente nuestro odio y envidia por no poder ser felices por una desdicha de la vida, entonces en eso nos terminamos convirtiendo. Monstruos.

Lo siguiente que recuerdo es que comenzaron a atacarme entre todos pero di pelea. A uno de ellos le enterré mi cuchillo en su ojo izquierdo, y este, al chillar de dolor, quedó inmóvil en el suelo. Sin estar satisfecha con eso, comencé a hacer cortes profundos en su tórax hasta que uno de ellos me dio una patada en el costado de mi abdomen que me hizo sentir que me faltaba el aire.

En cuánto se acercó, clavé mi cuchillo en su pierna, y luego me levanté rápidamente, dándole un golpe con puño cerrado, apretando hasta hacer sobresalir mis pesados nudillos, e impactar en su rostro. El otro no tuvo la misma suerte, le disparé a quemarropa.

La Dama del Mar [GirlsLove] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora