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(Aviso de escena corta +18)








Mareos y marea.

El sonido de las olas era un cántico suave y estremecedor, que lograba erizar mis vellos corporales y me incitaba a cerrar los ojos y solo escuchar.

La frialdad de la oscura noche me exponía a las aguas cristalinas y me hacía temblar. Con el cuerpo débil, sintiendo que casi no me correspondía, —mi sangre fluyendo con dificultad, por la vasoconstricción—, logré caminar hacia las regalas próximas a la aleta de estribor, y simplemente, saltar.

Mi cuerpo golpeó las olas, o las olas golpearon mi cuerpo.

El impacto corporal no lo sentí. Mi cuerpo se congelaba, pero tampoco lo sentía. Las hebras mojadas de mi cabello se enredaban en mi rostro y no podía sentirlo. No sentía nada más que el ensordecedor sonido de las olas acariciando mis oídos con vehemencia, y tomando mis manos.

Esa oscura noche de mareos y marea me transportaba a lugares internos que tiempo atrás me parecían inimaginables. Lugares que no conocía pero que siempre fueron parte de mí. Estaban dentro, esperando, deseosos, de derramar su poder para que pueda alcanzarlo.

Cierro los ojos. Me concentro. Respiro.

Y de repente, dejo de respirar bajo del agua.












Me remuevo, inquieta.

El piso en mis espaldas no era sólido, tampoco suave como un colchón. Rápidamente y sin abrir los ojos, me percato de que no estaba en mi barco.

La sensación de la arena tibia debajo de mi cuerpo, las olas acariciándome mis frías extremidades, y el peso de una mujer encima de mí, me hizo tener un hermoso y detallado recuerdo.

El recuerdo de cuando nos conocimos.

—¿Dónde estamos?

—Primero debo curarte —dijo Corinne, con una mirada preocupada.

—¿Curarme de qué? Si estoy completamente sana y sin heridas —contesté, dando una mirada detallada a mi piel para comprobar que lo que decía era cierto.

Ella también me escaneó, aceptando.

Pero entonces, de todas formas me besó.

De todas formas, se lo agradecí.

Posé mi mano sobre su mejilla, acariciándola, mientras me dejaba llevar por el roce de su lengua húmeda con la mía. Ess sensación tan embriagadora como el ron, de pronto se formó más intensa, desesperada. Ella dejó de besarme de manera abrupta, y me miró de una forma que me tomó de sorpresa. Ella estaba enojada.

—¿Por qué hiciste eso? —Se apartó de mí, y me ayudó a sentarme entre la arena—. Estábamos muy preocupados por ti.

Estábamos.

Ella se nombró junto a mis piratas.

Esa idea de que ella pertenecía a gran parte de mi vida, que era mi increíble tripulación, me hizo sentir mucha felicidad. Su mirada intensa, rubor natural en sus mejillas, misterio en su mirar, y su hermosa cola de sirena atrapando granitos de arena, me hizo sentir cuánto estaba perdidamente enamorads de mi sirena.

—No me mires así. Te estoy hablando en serio.

—Yo... No sé qué fue lo que hice.

—¡Desapareciste por tres días!

Dejé de sonreír en cuánto la escuché decir eso. La duda y la curiosidad azotaron mi mente en ese momento, como cuales olas a las piedras de la orilla. Tres días fueron el tiempo de mi ausencia, y yo solo lo había sentido como unos minutos que me dejé sumergir en la mar, para abrazarme a ella, y encontrar mi poder.

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⏰ Última actualización: 3 days ago ⏰

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