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Doctor Ballart.

Sentía que no podía soportar tantas alzas desenfrenadas de mi frecuencia cardíaca. Era un espejismo, un espíritu, o un cuerpo extraterrenal tan hermoso y bello como todo un atardecer visto desde un barco. Quería impulsarme hacia ella de forma instintiva, y mientras caminaba despacio y un poco aturdida, siento que alguien golpea mi hombro sin fuerza, solo llamando mi atención.

—Es hermosa, ¿no lo cree? —Dijo el rey, dirigiéndose a mí.

—¿Señor? —Inquirí, preocupada.

En ese momento creí que había adivinado quién soy. La Sirena. La única mujer pirata de la época, aquella que le ha causado muchas pérdidas en sus navíos, la única pirata que osaba de desafiarlo y siempre obtenía victoria.

—La vista —dijo como si fuera algo obvio. Le dio una calada a su cigarro un poco extraño y más grueso—. La vista en el mar, es maravillosa. ¿No lo cree usted así?

—Sí, señor.

Comencé a observar la mar, para evitar mirarlo directo a la cara y que pudiera reconocerme, si es que aún no lo ha hecho. Mis manos comenzaron a temblar. Tenía mi daga conmigo, oculta en mi pantalón. Tenía deseos fervientes de enterrarla en su yugular, que no volviera a respirar. Si él es el mago que hechizó a Coral, y así "asesinó" a Corinne, o se la arrebató a la mar, entonces, no merece seguir desperdiciando oxígeno.

—¿Usted fuma, buen hombre?

Negué—. No, señor.

—Pero este es un habano. Nuevos en la época, tienen una elaboración artesanal de casi dos años. ¿Gustaría de probar?

Suspiré. Qué intransigente era.

—Estoy secuelado de tuberculosis.

Él me miró con sorpresa y algo disgustado, alejándose un poco de mí. Sonreí, qué buena ideas me salen a veces.

—¿En serio? ¿No decían que era mortal? Usted debe ser un hombre rico, que puede pagar los mejores doctores.

—Mi hermano y yo somos doctores, de los mejores —agregué, siguiendo en la mentira—. Pero le agradezco su bondad, señor.

El rey rio secamente, le dio una calada a su habano, y continuó mirando a la mar tranquila que reposaba debajo de nosotros y el formidable acero que nos sostenía.

—¿Cuál es su nombre, buen hombre?

Su pregunta me tomó por sorpresa. No había pensado en ello. Solo creí que se iría, pero el tipo era un intransigente de primera línea. En este momento solo se me ocurrían nombres de piratas conocidos, y el rubor comenzó a estar presente en mi rostro.

—Zack. —Solté de repente, cambiando las dos últimas letras de mi nombre real—. Zack Ballart.

Había recordado el nombre de un barco al cual habíamos emboscado, y lo usé como apellido falso, ya que los buenos hombres siempre se presentan con su apellido, demostrando la humildad y respeto ante su origen. Quería darle esa impresión.

—Zack Ballart —repitió, convencido—. Es un gusto. Ya debe conocer quién soy.

Rio a carcajadas por su chiste. Yo hice lo mismo, sin sentir gracia alguna.

La Dama del Mar [GirlsLove] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora