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Coral, la Dama del Mar.

El sol, un buen amigo del alma, nos saludaba en aquella mañana de primavera. Los rayos acariciaban nuestras pieles y la mar estaba increíblemente relajada, dándonos ánimos de seguir navegando en su regazo. Entonábamos una canción alegre y divertida, de esas que endulzan nuestros corazones, y alivian nuestros males. De repente, diviso a una silueta en el agua, que brincó mostrando su cola de pescado, de un hermoso aguamarina.

La hermosa sirena, nadando genuinamente y sin peligro, dentro de mi sendero marítimo.

Dirijo mi barco hacia ella. La saludo tiernamente con la mano mientras ella me devuelve la sonrisa.

Le doy la orden a mis hombres de capturarla en una red de pesca. El cielo oscurece, al igual que su mirada. Sus ojos de un celeste apagado exclaman miedo y terror.

Pánico.

La red comienza a ascender, hasta llegar a mi vista. Mis hombres chillan eufóricos. La mar comienza a tener olas inmensas amenazándonos con destruir las cuadernas y trancanil de mi barco. Ruge con fuerza, golpeándonos con odio y rencor, poderosos y siniestros.

Mi cuerpo se tambalea, y tengo deseos de vomitar.

—Dijiste que ibas a ayudarme. —Dijo la sirena—. Yo creí en ti.

Me acerco a ella con dificultad. Verla amarrada en la red de pesca, con una posición incómoda y con respiración forzosa era algo extraño. Le estaba provocando daño. De sus ojos se escapaban lágrimas tan saladas como la mar intentando protegerla.

Protegerla de mí.

Saco mi daga situada en el fajín de mi pierna, y escuchando las súplicas de la sirena, de que no hiciera lo que iba a hacer, lo hago. Entierro mi filosa daga en su corazón.








Despierto de un brinco, asustada.

Mi corazón a mil.

—Corinne... —murmuro, con pesadez.

Me llevo una mano al corazón, aquel que cabalgaba en mi pecho, amenazando con salirse del miocardio. El pecho me dolía fuertemente y comencé a llorar por la pesadilla que había tenido recién. Imaginarme a mí, quitándole la vida a Corinne, me dolía indescriptiblemente. Pensar en lo que estaba dispuesta a hacer con ella cuando la conocí me destrozaba. Venderla como exhibición, entre otras cosas, era horrible. Digno de un pirata asqueroso que solo piensa en el dinero. Me odié por ser así.

Lloré amargamente sin poder contenerme, al pensar en que la realidad no era mucho mejor.

Ella estaba en peligro.

Me levanté de la arena, orientándome. Aún me encontraba en la misma orilla de la mar, donde me habían golpeado esos hombres malditos que se llevaron a la sirena.

Corrí de allí. Mi camisón blanco aún estaba mojado, y el dolor del pecho no cesaba. La amarga sensación de que le podían hacer mucho daño a Corinne me revolvía el estómago.

Lo siento. Pensé, mirando a la mar.

Ayúdame.

La Dama del Mar [GirlsLove] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora