"...Entiendo, gracias doctor", escucho la voz de Adam mientras mi mente está "borrosa". "Podría tardar un momento en estabilizarse y puede que se sienta confundida, pero no es nada de qué preocuparse", dice alguien que no reconozco.
Escucho el sonido de la puerta cerrándose a lo lejos y abro los ojos. La vista me da vueltas, me siento algo mareada, pero intento levantarme. "No deberías esforzarte de más. Parece que te desmayaste por falta de sueño, y no pude atraparte, lo que te causó una contusión", dice Adam con una cara de culpa. "Perdona, Sandra".
No puedo evitar sentirme mal por él y pensar en lo lindo que se ve con esa cara, aunque preferiría su expresión alegre de costumbre. "No te preocupes, gracias por todo. Hasta te tomaste la molestia de cuidarme hasta que llegó el doctor". "Está bien, bueno, me iré para que descanses", dice aún con su visible cara de culpa.
No puedo dejar que se vaya así. "No te vayas aún", lo tomo de la playera. "...Eh... quédate a comer, te prepararé algo. Es lo menos que puedo hacer". Su expresión cambia a sorpresa. "Debes descansar, no puedo causarte más molestias".
Para este punto se trata más de mí que de él. "Quédate a comer. Siempre como sola, tanto en mi casa como ahora que me estoy quedando en la casa de mi primo". Lo miro a los ojos. "Insisto, quédate, te prepararé algo rico. Bueno, rico a estándares de comida congelada". Sin dejar de mirarme a los ojos y con una expresión de alegría innegable, dice: "Bueno, si insistes".
Con una felicidad que tampoco puedo contener ni explicar, voy a la cocina, tomo mi pequeña escalera y bajo dos comidas de "Chuleta y vegetales al vapor", para luego ponerlas en el microondas.
Cuando por fin está la comida, Adam se sienta a la mesa. "Bonita decoración, igual de desaliñada que tu primo y tú", dice mientras observa alrededor. Me pongo roja de la vergüenza. "Grosero", refunfuño. "Es un halago", dice mientras ríe y corta un trozo de carne. "Eso me gusta de ti, tu aspecto desaliñado". Me pongo aún más roja que antes.
"Se que no es buen momento, pero para que valga la pena faltar al trabajo, quiero intentar de nuevo. ¿Quieres salir algún día conmigo?" "Sí", respondo de manera seca. "Digo, sí", mientras intento no demostrar lo mucho que me emociona. "Bien, es una cita. El domingo a las 7, ¿suena bien?" La palabra "cita" resuena en mi cabeza. "Está bien", confirmo con la emoción a punto de desbordarse.
Adam termina su comida. "Bueno, debo regresar a dar explicaciones a la patrona, sino me va a correr". Sonríe y se despide. "Oye", digo en voz baja, "gracias por preocuparte". Le hago una seña con el dedo para que se agache y se acerque. Le doy un beso en la mejilla y cierro la puerta.
Ahora sí, la emoción y la vergüenza por lo que acabo de hacer se muestran en forma de lágrimas, pero son de felicidad. Las logro detener al pensar: "No tengo nada que vestir y verme bonita para la cita". Veo la hora y son las 4 de la tarde. Aún puedo ir a comprar algo para la ocasión.
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Cambio de ser
General FictionOmar es un programador que ha renunciado a las relaciones personales debido a su ansiedad social. Recluido en su habitación y trabajando a distancia, ha aceptado su solitaria vida sin amigos, familia ni a quién acudir. Sin embargo, un día, al desper...