El despertador suena como de costumbre: las 8:00 a.m., una hora antes de iniciar el trabajo. No me preocupa; trabajo desde la comodidad de mi casa. Únicamente me levantaré, me daré un baño, desayunaré algo ligero y empezaré a trabajar. Lo de siempre.
Cuando por fin logro soltar las cobijas, ya son las 8:15 a.m. Sigo sin prisa; bajo a la cocina, prendo la cafetera y, mientras el café se prepara, voy al congelador a sacar una comida precocinada para meter en el microondas. Coloco mi bandeja de "papa al horno y gravy de pollo" en el microondas y la observo girar hasta que termina el proceso. Mientras la bandeja se enfría, preparo mi café, sirviéndome una gran taza con dos de azúcar y media de café. Así es mi mañana ideal.
Tomo mi bandeja y mi café, subo a mi habitación donde está mi computadora, leo un poco mientras llega la hora de inicio de actividades, y cuando faltan cinco minutos para la junta de inicio de día, limpio mi espacio para comenzar a trabajar. Puedo ser un desastre socialmente, pero soy muy bueno en mi trabajo y me lo tomo muy en serio.
Empieza la junta, me asignan mis actividades y comienzo a trabajar. Antes aprovechaba el trabajar desde casa para dejar todo para el último momento y flojear durante el día, pero ahora parece más entretenido trabajar.
Pasan las horas, termina mi horario laboral, pero continúo con mis deberes. No tengo nada más que hacer durante lo que resta de mi tarde, así que prefiero esto.
Cuando son las 10:30 p.m., decido cenar algo. Al terminar, voy directamente a la cama, miro el teléfono por un momento, pero pronto me quedo dormido. Otro día sin mucho que contar. No me quejo; es la vida que escogí.
Empieza un nuevo día, suena el despertador, tomo el desayuno y espero el inicio del trabajo.
"Buenos días, gente", dice mi jefe al iniciar la reunión del día. Comienza a repartir las tareas y, al llegar mi turno, dice: "Señor Omar, al parecer hoy es su cumpleaños. Muchas felicidades. Como sabe, la empresa le otorga este día libre, así que diviértase. Hoy no tiene actividades."
"Gracias, jefe. Buen día", digo con la mayor emoción que puedo mostrar.
"Así que hoy era mi cumpleaños", me digo para mí mismo. Hace años que no lo celebro, y cuando lo hacía, tampoco era muy especial.
Un sudor frío recorre mi cuerpo. Cuando estoy mucho tiempo sin hacer nada, los pensamientos negativos se apoderan de mi mente. Quiero ver la televisión, pero todo lo que veo me recuerda lo que no tengo: amigos, familia. No tengo a nadie. Siento ese nudo en la garganta antes de comenzar a llorar, pero lo contengo. Recuerdo mi proyecto personal: estaba tomando unos cursos de hackeo por ocio. Hace tiempo que los abandoné, y hoy puede ser un buen día para retomarlos. Ya estaba avanzado, así que pronto terminaré. Así que por hoy, esto bastará.
Pasa el día, que se siente eterno. Un poco antes de lo normal, me pongo a ver el teléfono, como si me fuera a dar alguna respuesta a mis problemas, como si sobrepensarlo fuera a cambiar algo. Ya no puedo contener el nudo en la garganta y empiezan a salir las lágrimas. No logro detenerlas, y entre llanto y cansancio, ruego a lo que sea que esté por encima de los humanos por un cambio, hasta que finalmente me duermo profundamente.
ESTÁS LEYENDO
Cambio de ser
Ficción GeneralOmar es un programador que ha renunciado a las relaciones personales debido a su ansiedad social. Recluido en su habitación y trabajando a distancia, ha aceptado su solitaria vida sin amigos, familia ni a quién acudir. Sin embargo, un día, al desper...