Hoy es miércoles, y aún es buena hora para salir a hacer unas compras. Para no llamar la atención, me pondré el pantalón que mejor me queda y una sudadera con gorra para tapar lo más posible mi rostro.
Ya vestido, noto que a pesar de que la sudadera me queda grande, mis pechos sobresalen, y aún más los pezones que se marcan. Alguna vez vi en televisión que rodearlos con una venda podría ayudar a ocultarlos, así que busco en un cajón una venda y rodeo mis pechos con ella.
Me miro de nuevo en el espejo y noto el cambio. Puedo pasar desapercibido de esta forma.
Salgo de casa y veo el sol después de casi una semana. Empiezo a caminar y, por la ruta que estoy siguiendo, parece que mi primera parada será una peluquería que me queda de paso y a la que he ido estos últimos años. Adam, quien se encarga de los cortes de cabello a los hombres, es la única persona que puedo llamar "amigo", si escucharme quejándome de mi vida mientras me corta el cabello se puede considerar amistad. Él y una chica que creo se llama Cristina, quien realiza los cortes a las mujeres, están sentados esperando la llegada de clientes.
No hay ni un alma, y al querer sentarme en la silla de Adam, escucho detrás de mí: "Chica, los cortes de mujer los hago en esta otra silla". "Carajo", pienso. Parece que, por más que quise ocultar que físicamente soy una mujer, aún se nota. Volteo a ver a Adam para ver si me podría defender, pero para él, en este cuerpo, soy "una desconocida". Me siento en la silla de Cristina, me quito la gorra y ella pone cara de horror. "Chica, ¿qué le ha pasado a tu cabello? Parece nido de pájaros", dice mientras pasa los dedos por mi cabello enredado. Toma un cepillo y empieza a pasarlo por los mechones. Únicamente siento el jalón y el dolor de cabeza que me está causando, hasta que termina y pregunta: "Bueno, ¿qué hacemos con la madriguera que tienes por cabello?"
Con voz baja y tímida le digo: "Quiero un corte sencillo, creo que le llaman 'pixie', algo así". Es un corte que encontré en internet que no se ve femenino y encaja con mi nueva cara, creo. Ella parece entender y empieza a cortar.
Mientras me corta el cabello, veo caer los grandes mechones que nunca pensé tener. Uno tras otro, mi cabeza se empieza a sentir más ligera. Mientras veo todo esto, siento una mirada. Adam, quien aún no tiene clientes, me está observando. "¿Me habrá descubierto?", pienso. Cuando le regreso la mirada desde el espejo que está frente a mí, él desvía la mirada, pero frecuentemente lanza fugaces miradas en mi dirección. Sigo pensando si me descubrió y sabe quién soy, lo cual es casi imposible. Lo único que queda de mí es lo desalineado que me veo. Fuera de eso, soy una persona completamente diferente. Puede ser eso, u otra razón que descarto rápidamente recordando lo desarreglado que me veo incluso como mujer y, por salud mental, me da asco la idea de empezar a atraer hombres.
Pasado un rato, Cristina habla: "Listo, he terminado. Ahora sí ya pareces una mujercita", dice mientras pasa una brocha de cabello por mis hombros. Me miro al espejo y el corte fue completamente contraproducente; ahora, gracias a este estilo, me veo aún más "femenina". "Gracias", digo sin poder quejarme. Pago y empiezo a salir del lugar. "Hasta luego, amiga", dicen ambos casi al unísono, pero la voz de Adam suena con recelo. No le doy muchas vueltas a la situación, puede ser mi imaginación y me voy del lugar a mi siguiente destino: el centro comercial. Me pongo la gorra de la sudadera de nuevo y comienzo a caminar.
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Cambio de ser
Ficção GeralOmar es un programador que ha renunciado a las relaciones personales debido a su ansiedad social. Recluido en su habitación y trabajando a distancia, ha aceptado su solitaria vida sin amigos, familia ni a quién acudir. Sin embargo, un día, al desper...