Caminando a casa, intento dejar mi mente en blanco para evitar pensar en todo lo que ha pasado. He vivido más vergüenza en unas horas que en los últimos años.
Sin darme cuenta, paso frente a la estética donde me hice mi cambio de look, hasta que una voz me saca de mis pensamientos. "¡Chica del Pixie!", una voz familiar. Volteo y veo a Adam detrás de mí, acercándose a paso veloz. "Amiga, ¿quieres que te ayude con esas bolsas?", dice mientras señala todas mis compras. No sé cómo negarme; lo único que quiero es paz. "Si no es una molestia, puedes ayudarme".
Él toma las bolsas y empieza a platicarme de un señor que poco antes fue con él a arreglarse el cabello y quería un cambio de look, cuando le quedaban ya solo "tres pelitos". El camino a casa fue eterno y, por el fastidio interno que sentía, más la conversación de Adam, no me di cuenta del error que estaba cometiendo.
"Bueno, aquí vivo", le digo cuando llegamos a la puerta del complejo de departamentos donde vivo. "Ok, espero haber ayudado". Él está por darse la vuelta cuando gira de nuevo y pregunta, "¿Conoces a Omar?". El sudor frío recorre mi espalda. No puede ser que me haya descubierto. Aún puedo inventar algo para zafarme de esto. "Sí, es mi primo. Me estoy quedando con él una temporada". "Ahhh, por eso ese extraño parecido. Ambos tienen esa vibra 'tenebrosa'", dice mientras se abraza a sí mismo fingiendo un escalofrío para luego empezar a reír. "Bueno, mándale un saludo de mi parte. Dile que ya se aproxima su próximo corte de cabello", dice mientras se aleja y sacude su mano en gesto de despedida.
"Ese corte te va como anillo al dedo", grita ya a una distancia considerable. De nuevo siento las orejas ardiendo hasta que el color llega a mi cara. Rápidamente ingreso a mi departamento, entro y cierro todo con llave, cierro las cortinas y me dirijo al baño. El malestar que un hombre me halague así me afecta de diversas maneras. El hecho de que el primer halago por mi apariencia fuera de un hombre me asquea, y que solo siendo una mujer pueda recibir halagos de este estilo me entristece. Todo esto se refleja en mi vómito que rápidamente cae en el lavamanos.
Parece que no dejaré de expulsar hasta liberar todo lo que he comido hoy. Como si las emociones se pudieran vomitar, algo desde muy el fondo empieza a salir, un dejo de "alegría", por ser halagado, quiere ser expulsado. Pero antes de que logre salir, puedo dejar de vomitar. Quito todo del lavamanos y me voy a dormir. Me hago ovillo en la cama para calmar el dolor de estómago y caigo dormido. Esta vez logro soñar un poco.
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Cambio de ser
Ficção GeralOmar es un programador que ha renunciado a las relaciones personales debido a su ansiedad social. Recluido en su habitación y trabajando a distancia, ha aceptado su solitaria vida sin amigos, familia ni a quién acudir. Sin embargo, un día, al desper...