Sintiendo mis ojos pesados por llorar tanto anoche, hace tiempo que no lloraba de esta manera. De cierta forma, fue bastante relajante y liberador. Descansé bastante bien; incluso me siento como si fuera una nueva persona.
Para dormir, uso únicamente una playera vieja y algún pantalón de pants cómodo. Comúnmente es ropa que me queda pequeña o ajustada, pero hoy, al sonar la alarma y levantarme, el pantalón, como si fallara el resorte, cayó al suelo. "No recuerdo que estos pants me quedaran tan grandes", pienso, pero me calmo automáticamente recordando que es un pantalón viejo y probablemente ya dio todo de sí. Tal vez deba tirarlo.
Pero más cosas raras suceden. La playera que comúnmente me queda algo apretada ahora me queda bien, casi podría decir que un poco grande, pero sigo sin darle gran importancia al tema. Puede que siga adormilado.
Bajo como de costumbre a prepararme mi café y mi desayuno. El congelador parece estar más alto y me cuesta seleccionar mi comida, así que solo tomo la primera que alcanzo. Igualmente, el microondas se siente más alto y lejano. Me empieza a preocupar el asunto, pero no le doy demasiadas vueltas. Tal vez mi drama mental de anoche me está haciendo jugarretas.
Empiezo a desayunar en el escritorio de mi computadora mientras veo videos. Mi silla, que siempre me quedó justa, ahora parece más alta; mis pies están colgando. Es un detalle que observo pero al que no presto completa atención. Así llega la hora de la junta matutina.
"Buenos días, gente", dice mi jefe al iniciar la reunión del día. Comienza a repartir las tareas, y cuando llega mi turno, me asigna mis actividades del día. "Ok, jefe...", al abrir la boca sale una voz que desconozco. Automáticamente apago mi micrófono. "Señor Omar, ¿se encuentra bien? Su voz se escuchaba bastante rara." Hablo para mí mismo para comprobar el problema: "Holaa", digo en voz alta. Lo que escucho es la voz de una mujer. No puedo entrar en pánico, necesito estar tranquilo para evitar problemas en el trabajo. "Buenos días, jefe", escribo en el chat de la reunión. "Parece que me he resfriado y mi voz suena un poco rara, pero ya empiezo con mis actividades." "No se preocupe, Omar. Si necesita descansar, no hay problema. Va muy adelantado en las actividades semanales", dice mi jefe. Agradezco por mensaje y abandono la reunión.
Así como cuelgo, apago el ordenador, corro al baño y me veo al espejo. Y quien está del otro lado no soy yo.
Una joven que no aparenta más de 18 a 20 años y que máximo mide 1.60 de estatura, me observa. Cierro un ojo y el espejo me imita; guiño con el otro y de nuevo la persona en el espejo imita mi gesto. Levanto una mano y la muevo; pellizco mi cachete y una delgada y fina mano pellizca el reflejo. Aun así, siento el dolor.
Soy yo; la mujer en el espejo soy yo, la chica con bonitos rasgos pero descuidados, como si lo único que quedara de mí fuera mi apariencia desaliñada. Veo unos ojos bonitos con ojeras debajo de ellos, labios lindos pero pálidos, una cara redonda pero descuidada. Mi cabello ha crecido hasta media espalda y es de un color un poco más claro de lo normal, casi café claro. Está despeinado y maltratado.
Bajo la mirada y en la playera que llevo se remarcan dos "bultos" que terminan de forma puntiaguda. "¿Es lo que creo?", pienso para mí. Siento cómo mi cara se pone roja hasta las orejas y decido levantar la playera. Lo que observo me espanta aún más: me han crecido dos pechos. No sé si son grandes o pequeños, pero indudablemente se ven muy bien. No puedo evitarlo, así que los toco como si no estuvieran pegados a mí y al hacerlo, una nueva sensación de placer recorre mi cuerpo. Un pequeño gemido se escapa por mi boca: "Ah", suelto con mi nueva voz de mujer.
Esto está muy fuera de lugar. Suelto mis pechos y me meto a dar una ducha con agua helada. Descubro más cosas con mi cuerpo desnudo: una cadera acentuada, un trasero considerablemente voluminoso y la ausencia de mi "amigo". Intento darme el baño siendo lo más cuidadoso posible con este nuevo cuerpo y las sensaciones que trae, ignorando todo lo nuevo.
Salgo de la regadera, sin palabras. No tengo idea de qué me ha pasado ni cómo. Ayer todo fue tranquilo, no me sentí mal, no presentí nada malo. Ni siquiera he consumido o comido algo que pudiera ocasionar los cambios. No hay explicación para lo que está pasando. Lo único que puedo hacer es ignorarlo y seguir con mi vida.
Intento vestirme, pero nada me queda. Toda mi ropa es de hombre. Primero intento usar uno de mis bóxers, pero además de quedarme grande, no encaja con este cuerpo, así que solo lo dejo sobrepuesto. Uso un short que parece bermuda de lo grande que me queda y una de mis playeras favoritas. Qué sorpresa, no me queda, y al rozar con mis pechos, resalta mis pezones. Es una sensación extraña. De cierta forma, mi nuevo cuerpo me parece excitante y la forma en que me queda la ropa es algo erótica, pero saber que es mi cuerpo disipa rápidamente estos pensamientos.
Intento trabajar, ignorando el cambio. Después de un rato inmerso en mis pensamientos y el trabajo del día, gracias a esto puedo tener un día "normal". Dejo mis actividades hasta donde se me indicó, sin hacer de más. Al ir a dormir, siento como si ni siquiera mi cama ajustara a mi nuevo cuerpo. Esta no es la vida que quería. Mi vida normal y monótona ha terminado. Todo lo que he construido se desmorona por un cambio que no pedí. Los pensamientos llenan mi cabeza, pero como si estuviera absolutamente agotado físicamente, caigo dormido instantáneamente. No logro soñar nada y de nuevo duermo llorando.
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Cambio de ser
Ficción GeneralOmar es un programador que ha renunciado a las relaciones personales debido a su ansiedad social. Recluido en su habitación y trabajando a distancia, ha aceptado su solitaria vida sin amigos, familia ni a quién acudir. Sin embargo, un día, al desper...