13 de marzo de 2026 (Parte 1)

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- Menos mal que no sacas el disco hoy, ¿no? Viernes 13. Menudo mal rollo sería, si te digo la verdad.

Juanjo y Ruslana estaban en el balcón de los majos fumando un cigarro. Habían organizado una pequeña reunión de Los Grillos por el lanzamiento del disco de Rus la semana siguiente y el cumpleaños de Chiara, que llegaba esa tarde del viaje relámpago de dos días a Lisboa que Violeta le había regalado para pasar esa fecha tan especial juntas.

- Más te vale que me traigas unas toallas portuguesas de esas de regalo, que dicen que son buenísimas- le había dicho Juanjo cuando se enteró.

Al principio iban a salir de fiesta pero Martin, siempre tan casero, convenció a todos (le costó con Ruslana) para hacer algo más íntimo. Sin curiosas apuntándoles con sus móviles, grabando cada gesto o paso que daban. Lo cierto es que se habían resignado a eso, pero lo odiaban profundamente.

Además, así podían hablar tranquilos y contarse sus vidas, porque últimamente casi ni se veían.

- A ver si viene ya Chiara-, dijo Juanjo desesperado.

Rus miró al cielo. Estaba justo en "la hora azul", un momento en el que todo se volvía de un color azulado extraño y mágico. Donde no hay ni luz del día ni la más completa oscuridad. "No es ni de día ni de noche", pensó. Era un momento como suspendido en el tiempo y duraba menos de lo que parecía, por eso la mayoría de la gente ni se daba cuenta.

La hora azul le recordó a Chiara y la relación que tenían en ese momento. Estaba como suspendida en el tiempo. Después de que se fuera corriendo aquella noche, hace casi 4 meses, Ruslana le mandó un mensaje a primera hora preguntándole si estaba bien, a lo que Chiara contestó que genial para, a continuación, enviarle una nueva versión de la letra que habían estado componiendo. La había estado reescribiendo durante la noche. Y era tan increíble que hizo llorar a la ucraniana. Había captado todo lo que sentía de una forma que ni ella sabía.

Supuso que lo que le pasaba a su amiga era más profundo de lo que imaginaba, así que decidió darle tiempo. Esperaría a que ella quisiera contárselo. Sin presiones. Pero nunca llegó. Lo que sí ocurrió es que, desde ese día, no habían vuelto a quedar a solas. Se habían visto en un par de eventos, alguna quedada con Alex, Denna y Vio, y parecía que todo estaba bien, pero cuando Rus le escribía para quedar siempre había alguna excusa. Coherentes, pero excusas. Porque antes, a pesar de estar hasta arriba, siempre aportaba alguna solución. Sin embargo, ahora Ruslana notaba cierta distancia. Y eso le estaba comiendo por dentro. Su amistad "existía pero no". L'heure bleue.

Esperaba hablarlo esa noche. Si aparecía. "Tiene que hacerlo".

- Bueno chicos. Pizzas pedidas. ¿Las vas a buscar tú Juanjo?
- ¿Kiki te ha contestado?-, interrumpió Rus.
- No. No sé, a lo mejor se retrasó el vuelo.
- Como no venga hoy...te juro... joder-, Ruslana se giró hacia la calle, negando con la cabeza.

Juanjo miró a Martin con cara de circunstancia, y por la mirada del vasco entendió que necesitaba que los dejara a solas.

- Yo me voy a buscar las pizzas-. Le dio un beso en la cabeza a su amiga y un pico cariñoso a su novio.

Ruslana comenzó a liarse otro cigarro. Le había contado la situación a Martin, estaba al corriente.

- Si no viene la quito de los agradecimientos del disco.
- Qué exagerada. Además, ya no puedes. ¿Y qué has puesto?
- Gracias por estar siempre a mi lado. Qué irónico
- A ver...-, Martin la abrazó- A Chiara no le pasa nada contigo Rus. Es otra cosa que, ahora mismo, no sabe manejar.

Ruslana se separó de Martin y lo miró extrañada.

- Pero si no es conmigo, entonces ¿por qué no me lo cuenta? ¿Ella está bien? ¿Qué le pasa?-, dijo preocupada. -No entiendo nada. Martin, ya me estás contando o te reviento.
- Ella y Violeta no están teniendo su mejor momento. Eso es todo. Está intentando arreglar las cosas.
- Pero eso no es motivo para no querer verme.
- Yo qué sé Rus. Tal vez tenga miedo de tu opinión
- ¿Cómo que mi opinión?
- Si viene no le digas nada, por favor
- Pero ¿cómo que mi opinión?

Martin se estaba arrepintiendo de haberle dicho parte de la situación. Chiara le había contado que Vio últimamente estaba siendo celosa de más. Siempre lo había sido un poquito, siempre con cachondeo, siempre sin rozar los límites. Pero desde hace un par de meses, Chiara sentía que la tenía atada en corto. Lo menos que entendía eran los celos con Rus desde que lo había dejado con Nere. Eso la había bloqueado. Y en vez de tomar la decisión correcta, eso es, hablar con Vio y hacerla entrar en razón, decirle que su límite estaba en Rus, que no iba a dejar de ver a su amiga porque ella tuviera paranoias metidas en la cabeza, a Chiara le entró el miedo del abandono. Le entró pánico solo de pensar que Vio podría dejarla. Y postergaba la conversación y, al mismo tiempo, postergaba también a Ruslana. Sabía que estaba haciendo las cosas mal y lo que pasa en estos casos es que cuanto más alargues esa situación, más complicado es salir de ella. No sabía cómo hacerlo.

- De todas formas Rus, tampoco es para que te pongas así. Siguen hablando por teléfono, ¿no?
- Hablar no tanto. Nos mandamos mensajes, claro.
- Pues ya está. Ten paciencia.
- ¿Es que no lo entiendes? Nos prometimos que nos veríamos al menos una vez al mes, porque si te dejas arrastrar por este mundillo, en el que continuamente tienes algo que hacer, conoces a gente constantemente, si no cuidas las relaciones al final te pierdes-, Ruslana desvió la mirada de Martin para posarla en el horizonte,- y no quiero que ella y yo nos perdamos.

Martin la miró con cariño.

- ¿No será que a ti te pasa otra cosa?
- ¿Qué?- El vasco la miró con cara de travieso. -¡No! ¡Qué loco!- Rus se rió nerviosa
- ¡Ah! No sé. Como ya tuviste un pequeño crush en la academia...
- Que no... No digas tonterías. Es Kiki.

Martin siempre había sido el capitán del barco ruski. Porque aunque a él le bastaba con que sus amigas fueran felices con quien quisieran, siempre había pensado que Kiki y Rus harían buena pareja. Una pareja muy caótica. "Es que sería tan divertido", pensaba. Son sus besties y su fantasía.

Martin terminó diciéndole a Rus que confiara en Chiara, que le diera más tiempo, y la ucraniana cedió.

El timbre del telefonillo les devolvió a la realidad.

- Ya Juanjo se olvidó las llaves. Este chico, siempre sale con prisas-, dijo Martin. - Voy a abrir.
- Salvado por la campana-, replicó la ucraniana.

Ruslana le dio las últimas caladas al cigarro y lo apagó. Miró otra vez al cielo. Ahora si que había llegado la oscuridad de la noche, pero extrañamente las estrellas parecían brillar más que nunca en Madrid.

De repente, alguien la abrazó por detrás con mucha fuerza y le dio un beso en la mejilla. Ruslana giró la cabeza y se encontró con los ojos verdes y la sonrisa de Kiki. Se dio la vuelta como pudo porque Chiara no la soltaba y, ahora sí, se aferró a ella escondiendo la cara en su cuello como si fuera el único lugar seguro del mundo en esos momentos.

- Lo siento-, le susurró Chiara.
- ¿Está todo bien?-, Ruslana la miró,- ¿Estás bien?
- Sí, no te preocupes.
- Si tú me dices que no me preocupe, yo no me preocupo.

Que el tiempo se pare // RUSKIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora