"Trae un tinto de verano Sara, que ya está llegando la Kiki". Ruslana sonrió, bloqueó el móvil y dio un trago a su cerveza. Era un miércoles tranquilo en El Rincón, su bar de confianza en Malasaña. Las paredes azul claro le transmitían tranquilidad, pero más sus dueñas, discretas y cariñosas. La clientela que lo frecuentaba pasaba un kilo de quién se sentaba en sus mesas y Rus dudaba de que hubieran visto en su vida OT. Desde luego no su edición.
En primavera y verano le gustaba sentarse fuera, en la mesa de la esquina de la terraza, y en otoño e invierno en la de dentro pegada al ventanal y mirando hacia la barra, para distraerse con la vida de los otros o los pósters de la pared. Pero aquel 19 de noviembre de 2025 estaba siendo lo suficientemente caluroso como para elegir estar al aire libre. Pensó que era agradable, ni frío ni calor, hasta que se acordó del "puto cambio climático. Mierda". El bar también le recordaba a Nerea, pero no le daba la gana tener que dejar de ir a un lugar que le gustaba por los recuerdos. Le dolía estar allí siendo tan reciente, le dolía el pecho de rabia, su orgullo estaba herido, pero se estaba haciendo la dura a conciencia.
"Menuda cara", le señaló Sara, dejando el tinto de verano en la mesa. Ruslana sonrió desganada. "Solo pensaba en el puto cambio climático", le dijo a la camarera que, incrédula, levantó una ceja como respuesta. Cuando Sara entró al bar y desapareció de la vista de Rus, su espacio lo llenó la imagen de Chiara a lo lejos, doblando la esquina entre las calles San Andrés y Espíritu Santo. Gafas de sol enormes y pintas de estar en el aire, aunque la ucraniana adivinó un leve gesto contrariado.
En cuanto divisó a Rus, Chiara sonrió enseñando todos los dientes como si fuera una niña pequeña y empezó a caminar balanceando la cabeza. La pelirroja negó con la cabeza. "Será payasa".
- Holiiii-, saludó dándole un abrazo. - ¡oh nice! Ya me pediste el tinto de verano
- Solo a ti se te ocurre pedir tinto de verano en otoño
- Hace calor
- Pues también es verdadDesde que había acabado la gira de OT y los 40 Summer, y después de comprobar cómo sus vidas habían cambiado radicalmente, se habían prometido quedar, al menos, una vez al mes. Es cierto que hablaban y mensajeaban bastante a menudo, se contaban (casi) todo, como siempre. Y coincidían en eventos, festivales, premios y presentaciones, pero en esas ocasiones no podían hablar con tranquilidad. Demasiada gente, demasiados saludos.
A ambas les iba bastante bien. Estaban viviendo su sueño. Aunque el fenómeno OT había bajado de intensidad (y menos mal), las dos consiguieron mantener una base solida de fans fieles. Ambas habían triunfado con sus primeros discos, que las llevaron a unas giras con sold out que las consolidaron como artistas de gran futuro en la industria. Chiara estaba a punto de sacar su primer LP y preparando una mini gira por Latam, y Ruslana trabajaba en el suyo. Eran de las afortunadas. Y mucho.
Aunque no tanto como Violeta, que consolidó la grata sorpresa que fue "El x venir" con el éxito rotundo y brutal de su primer disco. Digamos que cuando la prensa hacía comparaciones con otras ediciones, la consideraban algo así como la "futura posible Aitana o Lola Índigo" a nivel éxito. La discográfica apostó a lo grande por ella. Primero fue Miami, ahora, para preparar su segundo disco, era L.A.
Su magnetismo y atractivo también atrajeron muchísimo interés. Tanto que Chiara había perdido la cuenta de cuántas veces la invitaban a fashion weeks o eventos de marcas, además de todos los actos habidos y por haber, en los que bastaba que no fuera la menorquina para que surgieran todo tipo de rumores. En fin.
Esa notoriedad e interés de los medios, hasta cierto punto, también le beneficiaba a la morena a nivel mediático, al fin y al cabo era su novia. Pero odiaba la selva en la que se había convertido Madrid cuando salían a la calle. Antes podían pasear hasta en pleno centro. Sí, las solían parar las kivis, pero ahora era otro rollo, con paparazzis y todo. Total, que ya casi no lo hacían. Muchas veces, más de lo normal últimamente, Chiara deseaba escaparse a Menorca, y no solo porque echara de menos a su familia.
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Que el tiempo se pare // RUSKI
ФанфикUna historia que relata seis años a través de momentos clave. Esto es ficción. Una utopía. Por diversión y por probarme en la escritura. En twitter: @ficruski (voy avisando de las actualizaciones)