Que el tiempo se pare // RUSKI

18 de agosto de 2028

En la puerta de llegadas del aeropuerto Tenerife Norte, una chica la esperaba con un cartel donde se podía leer "Kika"-, "yo mato a Rus", pensó Chiara-, para recogerla y llevarla al Puerto de la Cruz, donde Ruslana actuaba esa noche en el Phe Festival.

Semanas antes, en una de esas quedadas locas de cócteles por Madrid, la ucraniana de alma isleña le había propuesto, media borracha, cantar el dúo que habían sacado en 2026 y pasar un par de días en Tenerife.

Después de dejar la maleta en el hotel, la chica, que era de la organización del festival, la acompañó dando un paseo hasta la explanada del muelle, donde estaba el recinto. En esos momentos se estaban llevando a cabo las pruebas de sonido.

Chiara comenzó a buscar a Ruslana cuando, de repente, escuchó un grito. Se giró hacia la izquierda y la vio corriendo hacia ella. Como de costumbre, en cuanto Rus se colgó de su cuello, Chiara la levantó en el aire y giraron un par de veces, riendo.

- ¿Kika? ¿Really?

Ruslana se rió a carcajadas. - Tenía que hacerlo. Ven, vamos al backstage a tomar algo. Mi prueba de sonido no es hasta las 12:30 por lo menos-. Le cogió de la mano y la arrastró corriendo. Dentro había gente conocida, entre artistas y músicos con los que había coincidido en festivales o, incluso, tocado con ellos. La mañana pasó volando y, tras la prueba, se fueron a almorzar a un pequeño restaurante italiano en las callejuelas del barrio de La Ranilla, en una plaza muy bonita.

Ruslana la miró levantando una ceja.

- Entonces, cuéntame, ¿cómo te va con Selene?
- Muy bien, la verdad. Llevamos poquito, pero bueno...
- Se le ve buena piba, además de que está tremenda.
- ¡Oye! - Chiara se rió, tirándole una miga de pan.

Después de romper con Violeta, Chiara estuvo meses en la mierda. Al dolor de la ruptura se le unieron la atención mediática y la conversación en redes. Se formaron bandos, y a ambas les tocó aguantar a haters que culpaban a una o a la otra por acabar con la relación. Kivi había muerto y comenzó una guerra entre kikistas y violetistas que el resto de fandoms disfrutaron con un buen bol de palomitas. A esto se sumó que salió a la luz la relación de Violeta con el productor cuando fueron juntos a una premier y corrieron rumores de infidelidades.

Todo este conjunto de circunstancias hizo que Chiara se convirtiera en una "animal party". Con 24 años, se negó a ser un alma en pena. De día, escribía sacando todo su dolor y rabia; de noche, bailaba en locales y en camas ajenas para no sentir.

Hasta que un día se despertó con una resaca enorme, aunque no muy diferente a las anteriores, pero algo en su mente hizo "click". Pensó que tampoco lo había pasado tan bien. De hecho, no le estaba llenando en absoluto. Sí, follar está genial, pero casi que lo había convertido en un trámite. No le importaban en absoluto esas chicas. Al darse cuenta de esa frialdad, cuando ella nunca había sido así, se planteó qué coño estaba haciendo con su vida. Miró a su alrededor: todo tirado. Cuando fue al baño y vio la cara que le devolvía el espejo, no le gustó nada. Y paró.

Decidió irse a Menorca, su islita, a buscar paz, sosiego, calma, para volver a encontrarse. Y se encontró con Selene, que era asidua a la isla. Rubia, ojos claros, guapísima, influencer de fitness, vida sana... Un cambio radical. Se seguían en redes desde hacía años, habían coincidido en algún evento de Dulceida, pero en aquella época Violeta absorbía todo el ser de Chiara y no habían hablado mucho. Llevaban poco más de dos meses, pero la menorquina volvió a encontrar una ilusión.

- Bueno, ¿y tú qué? ¿Con quién andas ahora?
- Ahora mismo con nadie. La verdad es que últimamente me cuesta conectar con la gente. O me canso muy rápido. Yo qué sé.

Ruslana había salido un par de meses con una chica, batería de su banda, pero no funcionó. Ahora estaba tranquila, centrada, trabajando. Tenía a un par de personas con las que, de vez en cuando, quedaba para follar, sin compromiso ninguno y todo de muy buen rollo. Y eso, de momento, le bastaba.