13 de marzo de 2026 (Parte 2)

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Lo que le pasaba a Violeta tenía un nombre y se llamaba inseguridad. Toda su vida la había sentido por su cuerpo y eso le había generado, a su vez, otras. Afortunadamente, dentro de la academia aprendió a quererse más, a sentirse valorada. Chiara tuvo mucho que ver con eso, evidentemente. Pero la inseguridad trae una mochila: los celos. Y en cierta medida, los celos fueron parte de su proceso para darse cuenta de que estaba empezando a sentir algo por Chiara. En concreto, sus celos con Ruslana.

La canaria de adopción le caía bien, ojo, pero no podía evitar sentirse celosa al ver la relación que Chiara tenía con ella. Cuando se juntaban, tenían su propio lenguaje (además del ruskiano), una dinámica disfrutona, traviesa y cariñosa que era solo de ellas, y donde Violeta no tenía espacio. Su relación tan física la mataba un poco también.

Se estaban abrazando todo el rato y se descubrió no soportándolo. Le molestaba. 

Chiara y Vio se entendían como nadie, pero ser consciente de que la guiri y la ucraniana tenían su propio mundo la hacía sentir vulnerable. Y ver cómo esa complicidad se reforzó las últimas semanas de concurso tampoco ayudó. Ese era el miedo que le transmitió a Chiara antes de ser expulsada. Ese miedo a que su relación cambiara y que, a su vez, la menorquina estrechara lazos "con la gente que se queda".

Violeta también tenía otra particularidad a la hora de relacionarse con la gente. Se consideraba una persona sociable, de buena conversación, sabía escuchar a todo el mundo, pero a la hora de crear vínculos, focalizaba toda su atención en una o dos personas que se convertían en el centro de su mundo y, consciente o inconscientemente, necesitaba ser el centro del mundo para esas personas, y terminaba aislándolas en cierto sentido.

A los pocos meses de que su vida cambiara por completo con el éxito de su disco, sus contratos con marcas de maquillaje y los eventos, se dio cuenta de otra cosa: estaba conociendo a mucha gente, muy interesante, de muchos ámbitos culturales. Personas fascinantes. Y no iba a mentir si dijera que en un par de ocasiones había sentido cierta atracción por algunas. Y eso le generaba inquietud e inseguridad. Porque Chiara también podría estar pasando por lo mismo. Podría fascinarse por alguien. Sentir esa atracción. Cuando lo pensaba, los celos ante cualquier nueva persona en la vida de su novia le quemaban, pero al mismo tiempo a ella le gustaba sentirse observada y deseada. Pura contradicción.

¿La conclusión? Necesidad de control. Necesidad de ser el sol para Chiara: que la inglesa solo orbitara a su alrededor. Pero por ahí aparecía Ruslana, su complicidad para hacer locuras, su capacidad para hacer reír a Kiki con solo una mueca, su mundo compartido....

- Estoy cansadísima-, dijo Violeta cuando cerró la puerta de casa- lo único que quiero es darme una ducha, pedir algo de comer y ver una peli.

Chiara había ido directa al baño. Escuchaba de fondo a Vio mientras se mirada en el espejo dándose fuerzas para hablar con ella. Los dos días en Lisboa habían sido geniales, y pensaba que eso le daría, digamos, la tranquilidad y seguridad suficiente a Violeta para no molestarse cuando le dijera que, sí o sí, iba a ir a celebrar su cumpleaños con Martin, Juanjo y Ruslana. Se lo había comentado hace unos días, pero la granadina no había puesto atención. Un sencillo "ok".

Echaba de menos a Los Grillos. Echaba muchísimo de menos a Rusli. Sacaba disco la semana siguiente y quería estar presente y apoyarla. Además, con una canción compuesta por ella. No sabía cómo reaccionaría Vio a eso, no se lo había dicho, pero sería un problema para la Chiara de dentro de 7 días, pensó.

Se lavó la cara, cogió mucho aire y soltó un largo suspiro. "Venga. No estás haciendo nada malo". Salió del baño y se cambió de ropa. Una simple camiseta de asillas y un suéter, vaqueros anchos y sus tenis Adidas.

Que el tiempo se pare // RUSKIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora