28 de abril de 2030

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Madrid amaneció lluvioso y frío aquel domingo, y no pararía en todo el día.

Ruslana, con una taza de café con leche calentita en las manos, miraba por la ventana abstraída. Se había despertado pasadas las once bajo el calor del edredón y, tras una buena ducha, se había puesto un chándal y servido un café. No tenía ninguna perspectiva para aquel día.

La lluvia empapaba la calle y los transeúntes iban corriendo de un lado para otro. Se fijó en una pareja que corría de la mano sin paraguas y que terminó refugiándose en el portal frente a su casa. Los vio riéndose, mojados de arriba abajo. Observó cómo ella le sacudió el pelo mojado al chico, que no podía dejar de mirarla con una gran sonrisa, y el beso que se dieron. Después, sencillamente, se cogieron de la mano y se quedaron mirando la calle a ver si escampaba. No les hacía falta hablar, con tenerse era suficiente. Parecía que estuvieran viviendo dentro de esas típicas comedias románticas americanas.

Una sonrisa melancólica se dejó ver en los labios de la ucraniana. Quería eso que le transmitía esa pareja. Complicidad, alguien que la hiciera reír, que le diera tranquilidad y estabilidad. Había vivido demasiadas relaciones donde nunca sabía qué esperar, que la habían hecho sentir insegura. Lo único que buscaba era alguien que la entendiera y que cuando estuvieran separadas durante semanas por trabajo no la hiciera sentir culpable. Alguien con quien poder ser ella misma y que, dentro de la pasión, sintiera el calorcito de estar en casa. Sabía perfectamente quién era esa persona.

Y desde luego que eso no lo había sentido con Paula. Al pensar en ella le salió una mueca irónica. Tan solo once días después de celebrar su aniversario la había dejado. Supo perfectamente que la chica se había dado cuenta de su falta de compromiso, e hizo bien en darle un ultimátum al que la pelirroja contestó con un escueto y algo duro "si quieres dejarme, será mejor que lo hagas ya". Y la verdad es que Paula recogió el guante, sacó el orgullo y se fue. Rus la admiró por ello, aunque le importó una mierda que la dejara.

Se sintió algo mal, porque sabía de sobra que no se había implicado, básicamente, no estaba enamorada, y era consciente de que con Paula había intentado suplir otros sentimientos y seguir adelante con su vida. Pero tampoco le gustaba hacer daño a la gente. Es solo que a veces no puedes evitarlo. Sobre todo, si estás continuamente engañándote a ti misma. Durante años. A veces tu vida continúa, tu cerebro desconecta, y parece que lo que sientes desaparece. 
Pensaba que, si pasaba el tiempo suficiente, podría olvidarse de lo que sentía por Chiara. El punto de inflexión había sido hace poco más de año y medio en Tenerife, sí, pero tras ese golpe de realidad, era perfectamente consciente de que llevaba años con esta historia. Siempre enterrándola hasta que su cerebro y su corazón dijeron "basta, asúmelo".

Primero intentó quitársela de la cabeza saltando de persona en persona. La segunda vez que quedaba con ellas sentía tal vacío y desinterés, que simplemente dejaba de llamarles. Después llegó Paula, tan insistente, pero sin agobiar, y Ruslana pensó que, tal vez, lo que realmente necesitaba era darle una oportunidad a alguien para quitarse de la cabeza a Chiara. Pero esas cosas nunca funcionan. Un clavo no saca otro clavo, solo hace que el primero se hunda más en tu puto cerebro. Sobre todo, si no afrontas las cosas.

A un par de paradas de metro de la casa de Ruslana, Chiara, que había llegado la noche anterior desde Barcelona, sacaba una mano por fuera de la ventana para sentir el agua. El ruido de la lluvia, con un ritmo constante, la puso nostálgica. Le gustaban muchísimo los días soleados y, aunque un día de lluvia significara, entre comillas, no poder salir de casa, cosa que le hacía sentirse un poco atrapada, de vez en cuando no estaba mal. Tenía su encanto. Sobre todo, si hacía este frío. "En plena primavera. El tiempo está loco".

María salió del baño y se acercó hasta la ventana dejando un beso en el hombro de Chiara.

- ¡Madre mía! ¡Sí que está lloviendo! -, señaló la chica
- Mhm...

Que el tiempo se pare // RUSKIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora