30 de noviembre de 2025

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(....)
Los claveles se han marchitado...

Flores y canciones, promesas que se van,
En el viento se pierden, no quiero verte más.
Las calles vacías, los recuerdos que se irán,
En cada nota desgarrada nuestro amor se apagará
(...)

-Los claveles se han marchitado y... Joder, no se me ocurre nada ahora-, dijo desesperada Ruslana.

Chiara le sonrió.

-Llevamos bastantes horas, deberíamos descansar un rato-. La menorquina apoyó su guitarra en el sofá. Habían quedado la tarde del domingo para componer algunas canciones. Esas de desamor, para incluir en el próximo disco de la pelirroja y pasar página a través de la música-,¿pedimos algo de comer?

Ruslana abrió un vino tinto mientras esperaban el pedido de sushi y el ceviche, y de postre un coulant de chocolate.

—¿Sabes qué me ha sorprendido de ti?- Chiara observaba la copa de vino y miró a la pelirroja- Que fueras tan romántica, cuando siempre decías que no y ponías cara de asco. Al final eres un osito de peluche Rus-, dijo divertida.
-¡Oye! ¡Qué pasa!-, Ruslana bajó la mirada con una media sonrisa vergonzosa. De repente, reaccionó y le dio un manotazo en la pierna a Chiara.- ¡Pues sí! ¿Y? ¿Algún problema?.
-¡Ah! ¡Casi me tiras el vino! Nada, nada, es que me hace gracia. Te encantan los detallitos y he visto que tú también los tienes. Sé que eres una sensible aunque quieras dar otra imagen. Pero esa faceta romántica no me la esperaba-.Chiara la miró con curiosidad- Eres la mezcla perfecta de terreneitor y cachito de pan.

Rus le aguantó la mirada un par de segundos, pensativa.

- Tú también eres la mezcla perfecta, pero primero de cachito de pan y luego de terreneitor. Tal vez por eso fue inevitable que nos hiciéramos amigas. ¿Sabes? Somos contrarias complementarias. Qué bien habernos encontrado.

Chiara puso cara de cachorrito, imitando a Ruslana, y le pellizcó las mejillas. - Oooh mi ucraniana está sensible- ¡Oye quita!- La pelirroja hizo una mueca de enfado mientras Kiki se reía a carcajadas.

-Ya volvió the grumpy girl
-Calla

De repente tocaron al telefonillo y las dos pegaron un brinco del susto. Chiara se tiró media copa de vino en la sudadera blanca y se puso a maldecir en inglés, una retahíla de fuck, shit y hell, mientras la pelirroja iba a recoger el pedido muerta de la risa. La menorquina fue a la cocina a intentar limpiarse, pero lo único que consiguió fue extender la mancha en la prenda, que terminó quitándose. Ruslana llegó con la cena.

- Anda, vete a mi cuarto y coge una mía. Esta va directa a la lavadora.

Chiara rebuscó en el armario y encontró la azul clara que a veces Rus llevaba en la academia, y en la que se podía leer "Future MILF". "Desde luego que sí", pensó antes de ponérsela. No pudo evitar apreciar la mezcla de olor a suavizante y perfume. Miró a su alrededor, curiosa. Ya había estado antes en ese cuarto, aunque hace tiempo. Cuando quedaban, solían hacerlo en la calle. Tomar algo, cenar por ahí o ir a casa de Martin y Juanjo. Reuniones de Los Grillos que solían acabar con algún vecino quejándose por los gritos, las risas y el jaleo. Les llenaba de energía quedar los cuatro.

La menorquina se acercó al collage de fotos que Ruslana tenía en la pared. Ahora había un par de huecos donde solían estar las fotos de Nerea. Y se fijó en la que la ucraniana había elegido para ellas dos. Aquella que Martin les sacó en el tren de vuelta de Andorra, adonde habían prometido volver para hacer snowboard. Un primer plano de sus caras. Rus la abraza mientras mira a cámara. El gorro rojo, la mirada traviesa y la sonrisa que se adivina hacen que parezca un duendecillo adorable. Ella se deja abrazar, con los ojos cerrados. Recordó que cuando se sacaron esa fotografía era inmensamente feliz. La miró con nostalgia. Parecían tan pequeñas. Les habían pasado tantas cosas en apenas 19 meses. Y aquí seguían, iguales pero diferentes.

Recordó lo que había comentado Ruslana de que son "contrarias pero complementarias". No era la primera vez que alguien lo decía. Y era cierto en varios sentidos. Pensó también en lo romántica que había resultado ser la ucraniana. En lo arisca que era cuando estaba mal, aunque a ella, la mayor parte de las veces, le dejara abrazarla. En lo cariñosa que era con ella. En lo increíblemente impulsiva y brutita. En el fondo, adoraba sus contradicciones. Se acordó de la primera impresión que tuvo de ella. Ruslana parecía un misterio envuelto en un acertijo con un candado de siete llaves. Pero cuando te quería y se abría, lo hacía para siempre.

En la cocina, Ruslana sacó la comida de las bolsas y comenzó a emplatar el sushi, con su wasabi y el jengibre. Quería ponerlo bonito. Le gustaba cocinar y todo lo que tuviera que ver con la comida, y era algo perfeccionista en ese aspecto. "La comida entra antes por los ojos", solía decir. Cogió dos pequeños cuencos específicos para la salsa de soja y los rellenó. Lo colocó todo en una bandeja junto al ceviche, ya en su respectivo plato hondo, puso los palillos en el lado derecho y dos cucharas en el izquierdo. Miró la bandeja y se convenció de que había quedado todo estupendo.

La sudadera de Chiara tirada en la silla la sacó de sus pensamientos. La cogió y la metió en la lavadora. Miró la hora, las diez de la noche. Algo tarde para ponerla a funcionar con el ruido que hace. "Ya la lavaré mañana con más ropa". Y en ese momento se dio cuenta de que Chiara no daba señales de vida.

Se acercó hasta su cuarto y la vio mirando las fotos. Se apoyó en el marco de la puerta. No quería molestarla porque parecía muy concentrada, con la cabeza ladeada. Por un momento pensó que a lo mejor estaría disociando y se empezó a reír por dentro recordando algunos momentos muy divertidos de Kiki estando completamente en Plutón. A veces le gustaba mirarla en esas ocasiones y adivinar qué estaría pensando. Poco a poco, con el tiempo, cada día acertaba más. Había aprendido su proceso. O eso creía. Lo cierto es que siempre le había fascinado su mente. Chiara parecía muy oversharing, pero una vez la entendías, vislumbrabas que siempre había un misterio más por descubrir.

-Ey...- dijo lo más suave que pudo, pero Chiara se llevó el segundo susto de la noche. Ruslana sonrió- Ya está la cena.

La conversación se alargó, como siempre ocurría, algo ayudada por la botella de vino. Cuando Ruslana cogió el móvil, que lo tenía en silencio desde que comenzaron a componer, igual que Chiara, para enseñarle un video, vio tres llamadas perdidas de Violeta. -Hostia, la una y media de la madrugada. Tengo llamadas perdidas de Violeta-. La menorquina fue a por su móvil corriendo. Doce  llamadas y otros tantos mensajes que pasaban del cabreo a la preocupación y después volvían al cabreo.

-Me tengo que ir ya-, dijo apurada, mientras guardaba la guitarra en la funda y la libreta en el bolso.
-Es muy tarde. ¿Por qué no te quedas? Llámala y díselo, para no preocuparla.
-No, no, no, no, no.... Me tengo que ir ya.

Ruslana no entendía. Le iba a insistir pero la cara de Chiara, completamente inquieta, le frenó. Era una situación que tendría que preguntarle otro día. La morena le dio un beso rápido en la mejilla y salió disparada por la puerta. La ucraniana se quedó de pie, en mitad del salón, en silencio, sin haber entendido nada.

Que el tiempo se pare // RUSKIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora