17 de mayo de 2030

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Rus dejó un beso en la espalda de Chiara y se levantó de la cama. La morena se estaba haciendo la dormida pero abrió los ojos para ver cómo la ucraniana salía de la habitación

-¿Te gusta lo que ves? Sé que estás despierta- dijo divertida la pelirroja girándose hacia ella, antes de desaparecer por la puerta.

Chiara sonrió, se estiró entre las sábanas blancas, se dio la vuelta y miró hacia el pequeño balcón, con su barandilla pintada de azul turquesa. Desde la cama se veía el mar cristalino y el final de la bahía de Naoussa, con las casas blancas y los pequeños barquitos de colores. Los destellos del sol se reflejaban en el agua y Chiara pensó que estaba en el puto cielo.

De fondo, oía a Rus trasteando en la cocina.

-¡Voy a hacer café! Hay descafeinado, ¿quieres uno?-, preguntó Ruslana.

- Valeee-, respondió Chiara. Bostezó y fue al baño. Se miró en el espejo y sonrió al ver su pelo alborotado. La mente le trajo un recuerdo de anoche, con Ruslana sentada a horcajadas encima suya, con su pelo rojizo cayendo por sus pechos, mirándola como si fuera un sueño demasiado surrealista para ser verdad. Y moviéndose justo como se había imaginado días atrás, en el muelle marítimo, mientras Rus hablaba con aquella vendedora de anillos y colgantes. Qué vueltas da la vida.

Se puso colorada de la vergüenza y se lavó la cara. La idea de tener a Ruslana en su cama, de aquella manera... Pero lo que la tenía completamente derretida era ese ratito posterior en el que se habían confesado sus sentimientos. Con las miradas, las caricias y a viva voz. Que Rus le dijera que estaba enamorada de ella le llenaba el corazón de una emoción que no había sentido nunca y que le ponía muy nerviosa. Pero nerviosa bien. Inquieta y emocionada. Tanto, que le daban ganas de dar unas volteretas para quitarse esa tensión del cuerpo.

Comenzó a pensar cómo sería cuando regresaran a Madrid. Los pensamientos de futuro, de la vuelta a la rutina, empezaron a darle vueltas en la cabeza. Tenía ganas de descubrir qué le depararía su nueva vida. Porque esto iba a seguir, ¿verdad?, se dijo. No era solo una cosa de aquí, de Grecia, de las circunstancias, de estar como en otra vida. Comenzó a agobiarse. "Para, Chiara, no han pasado ni 24 horas. No sabes ni lo que sois ahora mismo". Chiara volvió a mirarse al espejo. "Está enamorada de mí". Sonrió y volvió a sonrojarse.

Caminó hacia la cocina y se encontró a Rus de espaldas cortando algo de fruta, preparando el desayuno. Todavía desnuda, como ella. Los rayos del sol de media mañana entraban por la ventana e iluminaban su precioso cuerpo tatuado. Apoyada en el marco de la puerta, Chiara sintió una punzada en el pecho y pensó:

"Que el tiempo se pare".

Quería quedarse ahí, mirándola, toda la vida. Quería quedarse en esa casa con ella. Se le pasó por la cabeza no volver nunca y ahorrarse el agobio de hace unos minutos por la incertidumbre.

-Good morning

Ruslana sonrió al escuchar su voz y se giró.

- Good morning, dormilona-, dijo mientras apoyaba sus manos en la encimera. Miró el cuerpo desnudo de Chiara de arriba a abajo-. Guapa.

La morena se acercó y la abrazó por el cuello mientras la pelirroja rodeaba su cintura. No era la primera vez que estaban desnudas la una con la otra en una circunstancia cotidiana, pero lo que antes era confianza ahora era intimidad.

-Tú más- le dijo Chiara antes de darle un pequeño beso.

-Demasiado corto-, se quejó Rus. Kiki lo arregló con otro más largo, lento y muy dulce-. Así mejor. Anda, mientras yo termino de preparar el desayuno sube arriba y trae algo de ropa. No querrás desayunar desnuda en la terraza-, dijo Ruslana

Que el tiempo se pare // RUSKIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora