XXXIII. LA CENA (Parte 2)

16 2 0
                                    

Un rato más tarde ya nos encontramos inmersas en una conversación agradable, Rosa también se había unido, así que mientras a ella le hacían la pedicura, a Anto y a mí nos hacían la manicura. He optado por una manicura francesa, ya que no estoy muy acostumbrada a llevar las uñas de colores muy llamativos. Sophie estaba arreglando un par de asuntos del salón y nosotras ya íbamos por la tercera copa de vino.

-Chicas, quiero contaros que he aceptado unas prácticas en una cadena de televisión bastante importante.- Tanto Rosa como yo abrimos la boca impresionadas. Antonella continúa. -He sido una de las mejores de mi clase, ya sabéis las ganas que tengo de acabar periodismo para poder trabajar de ello, pero al tener las mejores notas y estar en mi tercer año, me han ofrecido unas prácticas remuneradas en una cadena.- muestra una leve sonrisa.

-Te lo mereces mucho, por fin vas a poder disfrutar en el trabajo, tienes casi 21 años, es como un gran sueño para ti.- Ella asiente pero la noto algo rara.

-Me alegro tanto por ti Antonella, pero ¿por qué no te veo tan feliz como deberías estar?

-He discutido con Alexander... bueno y...

-¿Y?- prosigue Rosa.

-Pues que me sabe mal por ti Nicole- suelta de golpe. No entiendo a qué se está refiriendo. –Nos despidieron a las dos juntas y ahora voy yo, encuentro trabajo y me siento fatal.

-Anto, cuando te digo que me alegro por ti, es que me alegro. Te mereces muchísimo esa oportunidad y algún día estaremos todos viéndote en la tele. –Le muestro una sonrisa sincera. –Tienes que estar bien orgullosa y por mí, no te preocupes, ya encontraré algo, de todos modos me queda parte de la beca que me dieron del programa. Os queda Nicole para rato.- Las dos se ríen y Sophie se acerca a nosotras.

-Pero bueno, ¿de quién es el funeral? ¿a qué vienen esas caras?- Rosa y ella se dan un beso en los labios y seguimos bebiendo alguna que otra copa de vino.

Tras pasar una maravillosa mañana con mis amigas, voy con Antonella a mi piso para comer algo y así, ayudarme a elegir la ropa para la cena. En el salón decidí hacerme algunas ondas no muy marcadas y opté por un maquillaje muy sencillo. No quería conocer a los padres de Killian como si fuera a ir a una premier.

Las dos estábamos demasiado contentas, el alcohol nos había subido un poco y bueno pasé parte de la tarde mandándole a mi chico mensajes subidos de tono. Claro está que a él le daría un paro cardiaco, pero a mí me lo dio posteriormente cuando pude ver con claridad las guarradas que le había dicho, joder.

Cuando Anto se fue, opté por ponerme un pantalón de vestir negro de pierna ancha, me coloqué un chaleco blanco fino y encima mi abrigo largo negro que me quedaba un poco por debajo del culo. Me coloqué unas botas del mismo color que me hacía parecer un poco más alta debido a que tenía un poco de tacón y coloqué perfume en las zonas importantes. Por último me puse unos pequeños aros dorados y algunos anillos en mis dedos. Me di un último vistazo en el espejo y la verdad es que no estaba nada mal. Sentía tantos nervios que decidí coger el bolso, para asegurarme que tenía lo esencial y me puse a caminar de una lado a otro mientras cantaba algunas canciones de "one direction", esperando a que Killian me dijera que estaba abajo.

Cuando Killian me avisó, cojo una caja de bombones que compré para sus padres y bajo muchísimo más relajada. Estaba emocionada por volver a verlo, besarlo, abrazarlo, lo había echado mucho de menos. Cuando abro la puerta del portal y lo veo apoyado sobre su coche más informal y sin sus típicos trajes puestos, casi me caigo de mi sitio. Él aun no me había visto, iba con un jersey beish de Lacoste y unos jeans oscuros más informales. Los nervios, que hasta hace unos minutos se habían disipado de mi cuerpo, vuelven a atacarme y cómo el universo me tiene especial aprecio, en ese momento, Killian levanta la vista y clava esos profundos ojos verdes en mí cuando intentaba darme la vuelta en la dirección contraria. Las comisuras de su boca se elevan y enarca una de sus cejas como está acostumbrado a hacer. Hago una mueca mientras lo veo acercarse a mí y trato de secarme las manos, que me han empezado a sudar, en el abrigo, mientras sujeto los bombones con las piernas.

UN NUEVO COMIENZODonde viven las historias. Descúbrelo ahora