XLI. TIEMPO.

9 1 0
                                    

Angustia, ansiedad, miedo a enfrentarme a mis padres, miedo a ser juzgada, miedo a no ser aceptada. Mi hermano y Killian ya han bajado del coche. Este último me sujeta la puerta. Ninguno me está presionando, ninguno me insta a que me baje, solo necesito tiempo y es aquí cuando empiezo a reflexionar y me percato de que el tiempo es lo único que nadie puede comprar, ni siquiera mi padre con toda su fortuna podría adquirir un poco más del que se le ha concedido. Miro la hora en mi móvil, son la una y media, miro hacia delante, la puerta de la que era mi casa se está abriendo, miro a mi derecha, dónde Killian me está sonriendo junto a Carlos y trato de agarrar la poca fuerza que me queda para salir de ese coche. Salgo del coche, arrastrando mis pies por la grava que hay alrededor del camino que lleva a la entrada de la casa. Dos ojos marrones me escrutan con la mirada desde la puerta principal tan blanca y reluciente como la recordaba. Ni siquiera se acerca a saludar, permanece rígida como una estatua pero con ese aire de elegancia que tanto la caracteriza. Todos nos dirigimos hacia allí y le agradezco internamente a mi hermano por tomar la iniciativa de ir primero, ya que esa mujer aún no ha abierto la boca y ya me siento juzgada.

Killian ha entrelazado nuestros dedos en un agarre firme, pero no para de hacerme caricias con el pulgar para que me relaje. A quien quiero engañar, si no fuera por su agarre probablemente habría dado media vuelta hace rato, pero él me transmite valentía, esperanza y sobre todo la fuerza que me hace falta para salir adelante.

Terminamos acortando la distancia que nos separa.

-Madre.- Carlos la saluda y deposita un beso en su mejilla, pero esta vez la mirada de mi madre no está puesto sobre mí, esta vez está observando a mi novio, quien parece sereno, calmado, no parece el Killian malhumorado y alterado que conocí cuando llegué a Londres.

-¿A quién tengo el placer de conocer Nicole?- Se está acomodando su cabello sobre los hombros tan despreocupada y altiva como siempre ha hecho, una cosa que la caracteriza mucho. No hay saludo, no hay beso, no hay reproche, solo le interesa saber quién es la persona que viene acompañándome. Esto me hace enfadar y me entristece a partes iguales. No sé cómo gestionar lo que siento, no sé si gritar o llorar en estos momentos. ¿Por qué pase el tiempo que pase, no me acostumbro a ello?

-Mamá, creo que primero deberíamos...-Mi hermano es incapaz de continuar la frase, ya que la mirada que le dirige mi madre podría congelar a cualquiera. Es increíble que pase el tiempo que pase, ambos seguimos viviendo bajo la sombra de nuestros padres.

-¿Qué ocurre Nicole? Tanto tiempo fuera de tu ciudad y ¿ya te has olvidado de cómo se habla? -Veo a Killian apretar la mandíbula, cualquier tranquilidad que hubiese reinado en él, acaba de desaparecer. Yo solo rezo para que se controle, aunque solamente sea por mí. Acaricio el dorso de su mano y lo veo tomar una respiración larga por la nariz.

-Killian Harris- responde él lentamente. Por primera vez en mi vida, veo a mi madre abrir y cerrar la boca sin saber que decir. Aprovecho la oportunidad para hablar y hacer una presentación como es debida.

-Killian, esta es mi madre María Bravo, madre como él te ha dicho es Killian Harris, mi novio.- pronuncio con lentitud la última palabra. Me siento demasiado expuesta al decir esto y eso que es mi madre a quien se lo estoy diciendo. Contrario a lo que me esperaba puedo discernir un atisbo de alegría en el rostro de mi madre.

-Así que es cierto...- suelta en tu tono más bajo de lo normal llevándose la palma de la mano hacia la barbilla. –Oh, madre mía, no puedo creerlo, una unión así, dos familias como las nuestras, eso sí que es una bomba. Esto nos va a beneficiar mucho.- Tengo el ceño fruncido y las lágrimas acumuladas en los ojos, ¿enserio esto es todo lo que le importa? Se acerca a Killian y le da dos besos en la mejilla, más feliz que nunca, él se deja hacer sin decir nada. –Bienvenido a la familia.- dice para después instarnos a entrar. Carlos nos mira, suelta un suspiro y entra junto a ella. Trato de hacer lo mismo, sin embargo el hombre a mi lado no me deja. No quiero mirarlo, no quiero que vea el dolor que hay en mi mirada, él lo sabe, me conoce y sabe lo afectada que me siento. Con cuidado me rodea entre sus brazos y me acaricia la espalda mientras deposita un beso sobre mi cabeza. Yo simplemente me dejo hacer. Cuando nos separamos y nos miramos a los ojos...

UN NUEVO COMIENZODonde viven las historias. Descúbrelo ahora