XXXVIII. POR NOSOTROS

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Nicole Rivas

Una vez llegamos al hotel, nos dirigimos a una habitación diferente de la que nos encontrábamos. Se encuentra en la última planta y cuando Killian abre la habitación para darme paso, me quedo atónita.

Es una habitación enorme, con una cama que tiene el tamaño más grande que he visto en mi vida, me atrevería a decir que se acerca a medir los tres metros, colchas blancas, una bañera en medio de la habitación donde cabríamos siete personas cómodamente sin exagerar, cortinas largas y claras, todo esto con una vista aún más privilegiada que la que ya teníamos hacia la torre Eiffel.

Además, hay pétalos de rosas por toda la cama, el suelo, una botella de vino blanco que me está llamando a gritos, joder, si esto es así ahora... ¿Cómo será el día de nuestra boda?, espera un momento, ¿no acabo de pensar lo que acabo de pensar, no? Creo que me estoy volviendo loca, ese es el efecto que tiene Killian sobre mí, en realidad, creo que lo tiene sobre todo el mundo.

Noto su presencia en mi espalda, deposita sus manos sobre mis hombros y comienza a masajeármelos con decisión, en parte me alivia a destensarme porque quiero estar con él toda la noche, ya lo hemos hecho más veces y necesito tenerlo ya del mismo modo, pero por otro lado me siento nerviosa, desde que nos montamos en el coche, durante todo el camino, he estado inquieta.

Comienza a dejar un rastro de besos por mi cuello hasta llegar a mi mandíbula, lentamente, como si no quisiera perder el control, como si quisiera disfrutar de cada segundo de esta noche. Suelto un jadeo cuando sus manos bajan hasta mi cintura, apretándola y yo inclino más mi cabeza para dejarle un mejor acceso. Me giro hacia él y lo beso, nuestras lenguas comienzan a encontrarse y el ritmo del beso se vuelve desbocado, desesperado. Consigo quitarle el jersey y él sonríe ante mi insistencia. Necesito verlo, tocarlo, sentirlo... me empuja suavemente sobre la cama y diría que me va a dar un infarto desde mi posición. Verlo frente a mí, sin camiseta y con tan solo sus vaqueros y su cinturón, con su pelo castaño alborotado cayéndole sobre la frente y la intensidad de sus ojos puestos en mí, este hombre es una obra de arte.


Killian Harris

Ahí está, tumbada frente a mí, la mujer que se ha robado todos mis sueños y mis pensamientos desde que la conocí. Estoy ansioso por hacerla mía durante toda la puta noche, pero esta vez algo ha cambiado, por primera vez en mi vida estoy enamorado y nuestros sentimientos son correspondidos, eso solo hace avivar aún más las ganas de poseerla, de mimarla, de hacerle entender por todos los medios posibles que me ha marcado, que ha dejado una huella en mí, que nadie más va a ser capaz de borrar.

Por mucho que mis ganas me estén pudiendo, quiero hacerlo despacio, disfrutar de cada jodido minuto de esta noche. Mentiría si dijera que no me ha estado tentando durante todo el día, que no he querido hacerle el amor en cada lugar en el que hemos estado, pero me he comportado por el bien de ambos, esta noche no va a tener la misma suerte. Nicole es la tentación en carne y hueso, es hermosa en todos los sentidos posibles y me encargaré de dejárselo claro esta noche. Sólo la quiero a ella, me importa una mierda todo lo demás.

Desabrocho mi cinturón y hago unas esposas improvisadas con él bajo su atenta mirada. Llevo muchos días esperando este momento, sobre todo desde el día de la cena en casa de mis padres. Me tumbo sobre ella, apoyando el peso de mi cuerpo sobre mis brazos y volvemos a besarnos aún más intenso si es que eso es posible. Nuestros cuerpos comienzan a moverse a un ritmo constante, el bulto de mi entrepierna ya se hace más que presente desde el primer movimiento, joder, me la pone tan dura... sujeto sus muñecas con una de mis manos y sigo repartiendo besos lentos por su mandíbula. Aprovecho el momento para colocarle el cinturón en las muñecas y apretarlo. Ella abre mucho los ojos y yo sonrío descaradamente.

UN NUEVO COMIENZODonde viven las historias. Descúbrelo ahora