XXXIX. Y AHORA QUÉ.

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Al entrar en casa y cerrar la puerta, suspiro apoyada sobre esta. Toca volver a la normalidad y aunque este viaje se quedará grabado para siempre en mi corazón, no puedo evitar venirme abajo al darme de bruces con la realidad. El programa funciona prácticamente como la universidad, por lo que nos quedan un par de semanas para que nos den las vacaciones y retomaríamos el curso a mediados de enero. Aquí es cuando empiezo a agobiarme ¿qué será de mi en navidad?¿la pasaré sola? También está el tema de la gala a finales de enero y que por mucha beca que tenga necesito encontrar un trabajo tarde o temprano...¿de qué voy a hacer el proyecto final?¿y qué coño voy a hacer cuando acabe el programa en verano? Amo a Killian, pero ni de coña pienso depender de él y no quiero ser tampoco una carga. Al final todo el mundo me va a dejar, Killian, mis amigas, Carlos... todos me van a dejar. Vale, respira, podemos con esto, respira... miro mi móvil, tengo mensajes en el chat de mis amigas, hay otra llamada de mi madre, un par de mensajes de Carlos que no había visto, pero no quiero hablar con nadie, no puedo. Apago mi móvil, y me dirijo con lágrimas en los ojos a la cama, la situación me está superando...ya me tomé la pastilla del día después, Killian y yo la fuimos a comprar antes de salir de Francia, trato de distraerme de pensar en otra cosa, pero no puedo, me derrumbo.

Empiezo a escuchar unos golpes de fondo, estoy demasiado cómoda como para poder moverme, me abrazo aún más fuerte a la almohada hasta que vuelvo a escuchar los mismos golpes. Noto que me llaman y al escuchar su voz, reacciono. Me cuesta abrir los ojos, los tengo demasiado pegados... supongo que lloré hasta quedarme vacía... ¿qué hora es? Recuerdo apagar el móvil, querer desaparecer del mundo durante solo un ratito. Vuelvo a escuchar su voz y hago el mayor esfuerzo de mi vida levantándome, siento como si me hubiesen dado una paliza. Me aproximo a la puerta y antes de tirar del pomo, tomo un respiro, espero que mi aspecto no sea tan horrible como creo que debe de ser.

Abro despacio la puerta, Killian prácticamente se abalanza sobre mí, toca cada parte de mi cuerpo como asegurándose de que estoy completamente bien. Tiene la mirada preocupada, el ceño fruncido, la camisa algo desalineada casi por fuera del pantalón de traje y el pelo le cae sobre la frente.

-Menos mal, por dios mi amor, me has asustado.- sé que me he dormido, pero solo han sido un par de horas, tampoco hay que exagerar.

-Lo siento, me he quedado dormida, ¿qué hora es?- pregunto un poco aturdida.

-Son las doce.

-Joder, Killian solo he dormido una horita.

-Nicole, tienes el móvil apagado desde ayer. Es martes, ayer llegamos del viaje por la mañana.- Ahora si empiezo a entrar en pánico, he debido de perderme las prácticas y todo, joder. Si antes parecía preocupado, ahora parece que se le va a salir el corazón por la boca. –Has estado llorando.- no suena como una pregunta, me conoce perfectamente y se debe notar en mi cara, no tiene sentido negarlo.

-Por favor, no quiero hablar de ello, no ahora.- respondo con un nudo en la garganta. Él asiente y me atrae hacia él para darme un abrazo muy reconfortante. –Quiero salir de aquí, por favor, vamos a tu casa o a dónde sea.

-A donde tú quieras, Nicole.- Antes de salir, coge una sudadera de mi armario y me la coloca por encima para que no pase frio. Yo decido coger unas gafas de sol, no me quiero imaginar las ojeras que tengo que tener. Me coge de la mano y salimos de mi apartamento, en dirección a su coche que debe estar aparcado a unas calles de mi casa.

Durante todo el camino, Killian respeta mi silencio y cuando llegamos a su apartamento, me prepara un té que me bebo con un nudo en la garganta. Me duele estar así, sentir esto... ¿por qué me siento así? Iba todo bien, he pasado unos días maravillosos... de algún modo, Killian consigue callar todas las voces, todos los problemas y todo el caos que siento a mi alrededor. Me atrae hacia él y me doy el lujo de descansar y tratar de calmar mi respiración sobre su pecho. Me rodea con sus brazos proporcionándome una ola de calor y tranquilidad indescriptibles. Quiero explicarle como me siento, quiero gritar al mundo que estoy perdida, que no quiero ser una carga para él... deposita un beso sobre mi frente y no es hasta que lo hace que me doy cuenta de las lágrimas que estoy derramando sobre su camisa. No me presiona, no me insiste, simplemente está aquí tratando de hacerme sentir mejor de reconfortarme... es así como cierro los ojos y me dejo llevar por la oscuridad que me rodea.

UN NUEVO COMIENZODonde viven las historias. Descúbrelo ahora