"UNA NUEVA VECINA"

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Capítulo 26!!!

El sol del mediodía brillaba con fuerza, anunciando un nuevo día en el vecindario. La resaca de la noche anterior aún pesaba sobre Elías y Alexander, quienes se revolvían en la cama, intentando encontrar una posición cómoda que aliviara su dolor de cabeza. La fiesta de Valeria había dejado su huella, y el eco de la música y las conversaciones todavía resonaban en sus mentes.

-Me siento fatal -murmuró Elías, frotándose las sienes mientras se levantaba de la cama.

-Yo también -respondió Alexander, con voz ronca-. Creo que necesitamos café, mucho café.

Ambos se arrastraron hasta la cocina, donde el aroma del café recién hecho comenzó a devolverles un poco de vida. Mientras se sentaban a la mesa, sorbiendo con cuidado para no empeorar sus jaquecas, escucharon ruidos provenientes de la casa vecina.

-¿Sabías que teníamos un nuevo vecino? -preguntó el papá de Alexander, mirando por la ventana.

-No, no tenía idea. ¿Quién es? -respondió, entrecerrando los ojos para enfocar.

-Parece que es una mujer. No la he visto bien, pero parece que viene de Francia. Me pareció ver una bandera.

Elías levantó una ceja, intrigado. -¿Francia? Interesante. Vamos a saludarla, a ver qué tal.

-¿Ahora? -Alexander frunció el ceño, claramente sintiendo los efectos de la resaca.

-Sí, ahora. Necesitamos aire fresco.

Se levantaron con esfuerzo y, tras ponerse algo de ropa decente, salieron al jardín. La casa vecina era un bullicio de actividad, con cajas por doquier y una mujer joven dirigiendo el tráfico de muebles y objetos personales.

-Bonjour! -saludó Alexander con una sonrisa-. Bienvenue dans le quartier!

-No sabía que hablabas francés -murmuró Elias.

-Yo tampoco.

La mujer se dio la vuelta, revelando un rostro sonriente y amable. -Bonjour! Merci beaucoup. Supongo que ustedes son los dos vecinos del que tanto me hablo el señor Javier.

-Se podría decir que si -respondió Elias, un poco confundido.

-Perdón por hacer tanto ruido, es los chicos de la mudanza no saben bajar las cosas de manera sutil.

-No hay problema, de igual forma ya teníamos que despertar -contestó Alexander, bostezando

La señora sonrió amablemente

-Por si se preguntaban, yo me llamo Shopia

-Yo soy Alexander y el es Elías -Contestó con una risa.

-Qué lindos nombres, ¿quieren pasar a ver la casa?, supongo que ahora hay que socializar ya que somos vecinos -dijo Shopia.

Alexander y Elías aceptaron, saltando un par de cajas los dos entraron en la sala de estar, donde notaron varios cuadros nuevos colgados en las paredes. Cada uno era una obra maestra que capturaba momentos de alegría y tristeza con igual intensidad.

-Estos cuadros son impresionantes -comentó Alexander, admirando una pintura de un niño en un campo verde.

La expresión de Sophia se ensombreció un poco. -Gracias. Cada uno de estos cuadros tiene una historia especial. Este niño... -su voz se quebró ligeramente- era mi hijo, Remy. Falleció hace dos años.

Elías y Alexander intercambiaron una mirada de vergüenza y tristeza, siempre habriendo la boca en momentos equivocados.

-Lo siento mucho, Sophia. Debe haber sido muy difícil -dijo Elías con suavidad.

-Sí, lo fue. Pintar estos cuadros me ha ayudado a sobrellevar su pérdida, además de aguantar mi divorcio. Haciendo esto es mi manera de mantener mi memoria viva -respondió Sophia, su voz llena de dolor y amor.

-¿Qué le ocurrió? -preguntó Alexander, con delicadeza.Sophia suspiró profundamente antes de responder.

-Remy era un niño alegre y lleno de vida. Un día, simplemente... se suicidio. no pude hacer nada. Fue muy repentino.

Elías sintió un nudo en la garganta.

-Debe haber sido devastador.

-Lo fue. Pero en medio de todo el dolor, encontré consuelo en el arte. Cada pincelada es una conversación con él, un momento de magia -explicó Sophia, sus ojos brillando con lágrimas contenidas.

Alexander se acercó a uno de los cuadros más grandes. Al lado del hijo de Shopia, había otro niño, un niño rubio, de la misma estatura que Remy.

-¿Este también era su hijo? -preguntó Alexander, tocando con las puntas de sus dedos los ojos del niño.

Shopia miró y sonrió; sus lágrimas se fueron.

-No... bueno, era mi hijo postizo. Era amigo de Remy. Leo. Siempre se la pasaban juntos, eran como un perro y una garrapata, donde estaba uno estaba el otro.

Shopia levantó el cuadro, colgándolo encima de donde iría la tele.

-Él fue el que más sufrió. Yo, aunque estaba mal, debía consolarlo, era un niño perdiendo una parte de sí mismo... -agregó Shopia.

-¿Todavía hablas con él? -preguntó Elías, acercándose a Shopia.

-No, desde que salí de Francia ya no tengo contacto con él. La última vez que lo vi estaba mejorando y conociendo a más chicos. Esa fue mi última orden que le di, que fuera feliz, igual que todos -Shopia se secó sus lágrimas con su chaqueta, mostrando una sonrisa.

-Debieron haber sido los mejores amigos -agregó Alexander, recostándose sobre Elías.

-Ustedes me recuerdan mucho a ellos, son iguales -dijo Shopia, con una risa-. ¿Quieren algo de comer? Recuerdo haber traído algo de dulces franceses.

Elías saltó de alegría.

-Gracias, me encantan las cosas dulces -agregó con una risa.

-Dice la verdad, la otra vez se comió una caja de bombones él solo -confesó Alexander, riéndose.

Shopia se alegró, sacando de una caja un paquete de chocolates, blancos y negros.

Entre risas e historias, el tiempo se pasó volando. Mañana Elías y Alexander debían volver al colegio, los pájaros del jardín ya estaban cantando.

Elías y Alexander se quedaron ayudando a desempacar, poniendo piezas de los muebles y viendo los cientos de cuadros de Leo y Remy, una historia parecida a la de ellos, pero con un final que nadie pidió.

Al llegar la noche, se despidieron de Shopia, una sonrisa se le postró en la cara; una buena bienvenida emociona a cualquiera.

-No quiero ir al colegio mañana -dijo Elías, quejándose mientras caminaban a sus casas.

-Faltan solo cuatro días para presentar el proyecto, no hicimos nada -agregó Alexander.

-Es verdad... mañana después de clases lo hacemos, lástima que Rosa nos quitó el diario -agregó Elías, colgándose de los hombros de Alexander.

-Ya veremos qué hacemos, descansa -Alexander dio un pequeño beso a Elías, para después correr a su casa.

Elías entró a la suya, cansado de levantar y bajar cajas pesadas.

-Mira quién llegó, se pierde toda la tarde -expresó su papá, preparando la cena.

-Hola papá, estuve ayudando a la vecina nueva -contestó Elías, sentándose en la mesa.

-¿Shopia? Ah sí, es la compañera de trabajo de tu madre, mañana vendrá a casa.

-Qué bien -Elías parecía dormirse en la mesa.

-No te duermas en la mesa -dijo su padre, alzando un poco la voz.

Elías se quejó y subió las escaleras para tirarse en la cama.

-No voy a cenar -dijo, para después encerrarse en su habitación.

Young Heart: Lovers Donde viven las historias. Descúbrelo ahora