† Capítulo 5.

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 ᅠᅠᅠ𝗗𝗔𝗩𝗢𝗦.

Cae en mis brazos. Su peso es tan ligero como el de una pluma, lo que me supone no hacer mucho esfuerzo. Sé que a mi alrededor hay preguntas que a mí mismo me incomodan. Pero todo es un plan, un plan de venganza. No existe ningún tipo de compasión hacia el Bracken. Logro envainar la espada en su sitio, sacando algo más de fuerza, dirigiéndome a la salida de esta apestosa taberna. Fuera nos espera un hermoso cabello negro bien preparado para soportar dos cuerpos. Sin aceptar la ayuda de mis guardias, consigo acomodarlo correctamente en la silla de montura detrás de mí. Luego, me aseguro de que con el trote, no va a resbalarse y cabalgo sin mucha prisa, con cuidado, mirándole de vez en cuando. Lo primero que se me cruza en esta estúpida mente es lo inofensivo que se ve dormido. De pequeños solía ser exactamente igual. Con o sin memoria, su temperamento no cambiaba. Agito la cabeza, retirando de mí todo recuerdo que me abrume y que tenga que ver con él y conmigo en una edad adolescente. Esa etapa ya debería estar muerta. 

Entrando por el umbral del doble portón, me sorprende el instinto de cobrarme lo que le han hecho. Ahora Aeron me pertenece, es mío. Dejar que otros hagan mi sucio trabajo no lo puedo permitir. En el fondo sé que no puedo cobrarme nada porque la realidad es completamente distinta a lo que muestro. Ya en el patio exterior, soy el primero en bajarse del caballo y hago una señal a mis guardias para que lo trasladen a su habitación, ya que me niego a recorrer estos pasillos abarrotados de gente con él en brazos por no empezar a causar falsos rumores. Cuando despierte, debería agradecerme la ayuda sin más. Agarro las riendas y dejo a mi precioso compañero en los establos, acicalándolo con un cepillo muy despacio, aposta con el propósito de hacer tiempo, pues mi siguiente plan es ir a su habitación y cuidarle, cambiarle de ropa, limpiar sus heridas y dejarlo listo. Podría dejarlo ahí, abandonado como un saco de basura, ya que es lo único que los Bracken se merecen, no obstante, esa parte de mí que no entiendo logra ganarme una vez más. 

Pasando largos minutos, llego a sus aposentos y lo encuentro cómodamente durmiendo envuelto en su borrachera con restos de sangre ornamentando su respingona nariz. Es tan recta, tan perfecta. En el instante en el que empezaron a desperdigarse habladurías de su belleza a lo largo de los años, no quise creerlo hasta que volvimos a encontrarnos. Pero para este entonces, ya era tarde. Éramos enemigos. Dirijo mis pies cansados al armario y selecciono una fina camisa holgada y cómoda además de unos pantalones sueltos que le ayudarán a pasar la noche mejor. Tampoco me detengo mucho a mirar, aunque sí compruebo la calidad de la tela con mis manos. Sobre todo asegurándome de que no le pique la piel. 

No tardo en quitarle cada prenda que tapa su cuerpo, dejándolo expuesto ante mis ojos sabuesos que se detienen en su pecho cicatrizado. Una energía magnética me empuja a propinarle un reguero de caricias superficiales con mis dedos, descendiendo hasta su marcada pelvis. Ha entrenado bien para ser el caballero que dice ser. Físicamente al menos. Sus abdominales parecen olas, y mis falanges, los barcos que las surcan sin vergüenza alguna. Mentiría si dijera que no deseo explorar más, mucho más de él. Mi nariz se adhiere en su cuello, voy en busca de ese olor de manzana y jazmín que ya empieza a convertirse en una extraña obsesión, encontrando un desagradable aroma a vino que no apruebo. 

Dándome cuenta de lo que estoy haciendo, me aparto y procedo a ponerle la ropa limpia, cerrando diestra con la rabia de mis propias acciones en su muslo, allí donde dejo una marca inconsciente de propiedad antes de soltarlo y atar sus pantalones con los dos cordones. Debajo de la cama hay un cubo con agua con el que puede refrescarse por las noches o lavarse si así lo desea. Lo saco y rompo un pedazo de las sábanas que enseguida humedezco y utilizo en los restos de sangre, limpiándola a toques intermitentes en su nariz hinchada. Me debato entre quedarme un poco más o largarme y dejarlo así hasta que despierte con su resaca, pero de pronto, me sorprende abriendo los ojos, apuñalándome el pecho con su mirada. Sonríe, apartando lentamente mi brazo de encima. 

Mío ( Davos Blackwood x Aeron Bracken )Donde viven las historias. Descúbrelo ahora