† Capítulo 9.

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ᅠᅠᅠ 𝗔𝗘𝗥𝗢𝗡.

Despierto. Un sofoco se apodera de mí y la Piedra de Arth se resbala de debajo de la almohada. Aún es de noche, la luna pasa por un proceso de eclipse que nunca había tenido la oportunidad de presenciar. La sensación que hay dentro de mi cuerpo quiere matarme lentamente, asfixiarme... Son los gritos del exterior los que hacen que retire las sábanas de encima, sintiéndome molesto por el picor de ellas en mis piernas. Sucede algo, y no precisamente bueno. El corazón me late encogido, siento cada uno de los latidos en las venas de mis manos, en el cuello... 

Abro la puerta, evitando que uno de los Blackwood me lleve por delante en medio de su carrera por los pasillos. Mis pies descalzos notan el charco de sangre que marca un camino en línea recta. La cabeza va a explotarme de pensar en el dueño o dueña de este líquido que me obliga a seguirlo sin mirar atrás. He usado la piedra y apuesto a que estas son las consecuencias de haberlo hecho...

Davos. Davos Blackwood.

Su nombre suena a través de mis tímpanos, pero sólo yo lo escucho. Es una voz fantasmal, digna de la psicosis que empiezo a construir. Sabía que jugar con la magia haría que me arrepintiese al instante de usarla, no obstante, no pude resistir a la oscuridad que sus reflejos me ocasionaron nada más tener el objeto entre mis manos. 

——¡Más fuerte! 

Los gritos de un hombre escupen la misma orden una y otra vez. Los que van en la dirección que estoy siguiendo, chocan contra mí y me lanzan hacia las paredes, apartándome de inmediato, dejando claro que soy la mayor molestia que hay en este castillo. Debo ser la burla de los caballeros que sí son mejores que yo. El charco bajo la planta de mis pies se hace cálido y resbaladizo hasta que empieza a quemarme, permitiéndome acompañar los gritos ajenos con los míos. No entiendo qué sucede y estoy cerca de comprobarlo. Empujo a los que me estorban, que son bastantes, volviendo mi mente fría, sin que me importen todos los que intentan salvarle la vida a Davos. Davos. 

Sus ojos están sellados, pero desde aquí veo con horror su diafragma subiendo y bajando cada vez más lento. Me asusto, zarandeando a una pobre mujer a la que le pregunto qué le ha pasado, por qué hay varias heridas abiertas en la zona de su estómago, desangrándolo a pasos acelerados, perdiendo la vida en mis narices sin dejarme intervenir, pues aquellos que son más cercanos a Davos, me amenazan con cortarme la cabeza y echarla como alimento a los perros abandonados del pueblo. 

——Hubo un ataque sorpresa a las puertas del castillo, en el exterior, justo cuando él entraba. Lo sorprendieron en mitad de la noche, jurándole que pagaría por sus crímenes injustificados. Y a cambio de las amenazas, lo apuñalaron con varias dagas. 

Quedarme sin hacer nada, aquí, en la oscuridad rojiza del eclipse de Luna Roja mientras lo pierdo para siempre, tiraría mi honor por la borda. De nuevo lo intento y alejo de mí a los que ejercen bien su papel de testigos inmóviles, conformándose con el horror de la escena sin más. Yo estoy aquí por algo más que observar. Las lágrimas llenan mi rostro de sufrimiento, verme tan débil provoca que muchos a mi alrededor se rían en un momento así. Ahora, cerca del cuerpo malherido y pálido, me arrodillo y lo coloco entre mis brazos, luchando por cortar la hemorragia con la presión de mis manos, pero estas tan solo se manchan más y hacen que su sangre salga con la misma velocidad con la que lo harían unas cascadas empujadas por una furiosa ráfaga de viento. 

——¿Te atreves a dejarme? ¡Dijiste que necesitaría más que un milagro para librarme de ti, haz que tus palabras tengan sentido, Blackwood! Voy a permitirte todo menos que te marches. 

Si hago el ridículo o no, si revelo los secretos que mi ego y orgullo llevan escondiendo durante años, es ahora lo más insignificante. Presiono más fuerte, pero la apertura de sus heridas luce como el tamaño de unos agujeros infernales en los que cabe mi puño completo. Y entonces me doy cuenta: soy yo quien lo está matando a través del uso de la piedra. Chillo, desgarrando mis cuerdas vocales, soltándolo. Cuando mi tacto ya no lo aborda, sus ojos se abren, mostrándome un color blanco sin expresión, sin irises, sin pupilas: sólo unos ojos vacíos del color de la Muerte. 

Mío ( Davos Blackwood x Aeron Bracken )Donde viven las historias. Descúbrelo ahora