𝟏𝟐

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Sintió como su mundo caía a pedazos.

Un mundo al cual adoraba.

Un mundo donde ya no existe nada.

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La noche helada caí en las Calles de Madrid, España.

Era fría y dolorosa, demasiado fría como para que al congelarse, te rompas.

Así fue la noche para Enzo.

Después de quedar abrazado junto a Matías, Juani le habia enviado un mensaje diciendo que se quedaría con Blas para que pudieran estar tranquilos, compartieron las últimas palabras, se quedaron tomados de las manos hasta que Matías se durmiera, enlazados en un hilo que no quería ser soltado.

Lastima que el destino tenía otros planes.

Un destino permanente.

Enzo lo observo dormir, le observo el rostro, sus manos que estaban entrelazadas a las suyas, las lágrimas que estaban marcadas bajo sus ojos y su mejillas, su profunda respiración que podía escuchar y sentir, su precioso rostro... Su tan perfecto y precioso rostro.

¿Tan imposible era de amar?

Quería llorar, gritarle al viento porque su amor no era correspondido, gritarle al universo, reclamarle porque su deseo más profundo, era un mundo donde Matías estuviese junto a él.

Junto a él.

Su alma lloraba.

Enzo no.

Su alma se rompía.

Enzo no.

Su alma gritaba.

Enzo no.

Su alma rogaba.

Enzo no.

Su alma moría.

Enzo no.

No lo demostraba.

No se veía.

En silencio, sentía todo interior romperse.

Una sola lagrima salio de su ojo, sin parar de mirar a Matías, quería decirle tantas cosas, quería gritarle, exigirle, rogarle.

Saber.

Se desvaneciá en silencio.

Retiro sus manos lentamente, tomándose el tiempo de acariciarlas, eran suaves y se veían delicadas, las beso, y las dejo suavemente en el pecho del menor.

Se levantó para irse a la puerta, la abrió y salió pero antes de cerrarla, lo miro una última vez.

Sintió una vez más la sensacion de querer seguir abrazándolo, seguir diciéndole qué siempre estaría allí con el, que confiara en el, que tome todo el tiempo que necesite el estaría ahí.

Esperando un amor que confiaba a ciegas.

Cerro la puerta despacio, quedando apoyado de espalda de esta misma, cerro sus ojos unos segundos, suspirando fuertemente.

Lágrimas salieron sin parar.

Sollozo fuerte intentando no alzar tanto su voz, se llevo sus manos a su boca, todo su ser era llanto, de apoco fue arrastrándose hasta quedar sentado en la puerta.

Lloraba en silencio, sufría en silencio.

Sufría por el.

No supo cuanto estuvo allí llorando, pero fue el tiempo suficiente para poder derrumbarse y derrumbar todo lo que guardaba y no veía.

Los días de la montaña. -𝐌𝐚𝐭𝐢𝐞𝐧𝐳𝐨-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora