~Capítulo#10~

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-¡Perdón!-. Exclamo con vergüenza ante las miradas acusadoras de los rubios-.

Huir es la mejor opción, y así lo hago, o al menos lo intento, ya que Noah no me lo permite al atravesarse en mi camino.

-¿Por qué nos espiabas?-. Clavo mi mirada en la suya ante su pregunta, logrando captar la tristeza y el enojo mezclados en sus iris azules-.

-Lo siento, es que los vi raros y vine a ver si estaban bien-. Mascullo abochornada-.

-No te preocupes, Allie, ya terminamos de hablar-. Aclara Vero con pesar, limpiándose el rastro de lágrimas en sus mejillas-.

-Creo que en realidad deberían arreglar lo que sea que haya ocurrido y los tenga así-. Intervengo aunque no me hayan pedido consejo-. Hablar siempre es bueno-. Expreso con una sonrisa triste, intercalando la vista entre uno y otro-.

Con la tensión, la aflicción y la rabia intentan ocultar lo que sienten el uno por el otro, y no lo voy a permitir.

-Tienes razón, deberíamos aclarar los malentendidos. ¿No crees, Vero?-. El ojiazul se voltea hacia la rubia a su lado, esperando una respuesta positiva-.

-Vale-. Acepta ella con incomodidad-.

Siento que sobro, así que me doy la vuelta, lista para dejarlos solos, sin embargo, Verónica vuelve a hablar.

-No le cuentes a nadie lo que viste-. Pide ruborizada, evitando mi mirada inquisitiva-.

-Es un secreto, ya lo contarán ustedes cuando lo crean apropiado-. Respondo sin más, para luego alejarme y regresar al comedor-.

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La lluvia ha vuelto a aparecer, y junto a ella las inundaciones en las zonas más bajas, el pánico de los cuidadanos se vuelve evidente en las noticias de la radio y las alertas de deslizamientos de tierra en las áreas rocosas y empinadas a las afueras del pueblo son anunciadas cada seis horas.

Van dos días en que la incesante lluvia ha hecho de las suyas, y en los que no he visto a Nate. No lo niego, le extraño. Podría escribirle, sí, pero no sabría qué decir.

Las pesadillas han vuelto, y la verdad eso me causa terror, han pasado tres años desde la última vez que una de ellas ha interrumpido mi sueño, en realidad siempre es la misma.

En ella soy capaz de ver con claridad los rostros de mis padres, escuchar sus voces tarareando esa vieja canción de los 80s y sentir el roce de las manos de mi abuela sobre mi cabello, además, el impacto de ese camión contra nuestro auto se repite una y otra y otra vez hasta que despierto exaltada con los ojos cristalizados.

-¿Allie?-. Creo que me estoy volviendo loca. ¿Lo extraño tanto que imagino escuchar su voz?-. Allieeeee-. Parpadeo un par de veces, escapando de mi ensimismamiento y frente a mi ventana me encuentro con el rostro empapado de Nate, sus rulos pegados a la frente a causa del agua y una amplia sonrisa adorna su hermoso rostro-.

-¡¿Qué carajos haces allí?!-. Chillo horrorizada. Fuera hay una tormenta y él sonriendo como bobo-.

-Hola a ti también, gruñona-. Se mofa con descaro, recibiendo como respuesta mi dedo corazón-.

-Idiota-. Mascullo rodando los ojos-. ¿Piensas entrar o vas a quedarte bajo la lluvia toda la tarde?-. Interrogo con una ceja enarcada-.

-¿Y si sales tú?-. Propone, estirando su mano derecha hacia mí-.

-¿Estás loco?-. Frunzo el ceño ante su propuesta, alocada a mi parecer y niego-. Además, ¿por qué no entrar por la puerta?-. Me cruzo de brazos, aguardando su respuesta-.

-Lo pensé, te lo juro-. Expresa con seriedad, colocando su mano derecha sobre su pecho-. Pero me pareció más divertido utilizar la ventana-. Ruedo los ojos, una vez más, a causa de su sonrisa tonta-.

-Bueno, ¿vas a entrar o no?-. Pregunto otra vez-.

-No, tú vas a salir-. Lo miro mal, al parecer no me escuchó antes-.

-Ya te dije que...

-¿Desea bailar conmigo joven dama?-. Su intervención me descoloca, parpadeo repetidas veces y me quedo en silencio un par de minutos-.

-¿Vale?-. Espero que diga algo más, sin embargo, no lo hace-. Está bien-. Acepto con la curiosidad latente en todo mi cuerpo-.

Permanezco quieta en mi lugar, mas él no se adentra en la habitación.

-¿Qué haces?. En...-. Nate me agarra de la cintura y con todas sus fuerzas me levanta de mi silla-. Por tu seguridad, no hagas lo que creo que...-. Vuelvo a callar abruptamente al ser colocada sobre el alféizar de la ventana-. Nate-. Advierto con severidad. Él me regala la mejor de sus sonrisas y una vez más me alza en brazos, provocando que la humedad en las mangas largas de su sudadera empape mi short de algodón-.

Lo que sucede luego se resume en una serie de desastres.

Compruebo la frialdad del agua en cuanto toca mi cuerpo. La piel se me pone de gallina, el cabello comienza a adherirse a mi fisonomía y nuca, mientras mi ropa poco a poco se vuelve transparente, provocando que el color de mi ropa interior salga a luz.

-¡Mierda, Nate!-. Grito enojada-.

-Bonitas donas-. Se burla, apreciando con desvergüenza el diseño de mi muy infantil sujetador-.

-Fue un regalo de Beth-. Me excuso ruborizada-. ¡Idiota!-. Voceo al oír sus carcajadas-. Yo...

Sin permitirme continuar con mi rabieta, el idiota de Nate estampa sus labios contra los míos, robándome el aliento y causando que cierre los ojos con fuerzas. Si antes me encantaba la vainilla, ahora la amo.

La lluvia se intensifica, el movimiento de sus labios sobre los míos me hace olvidar la transparencia de mi ropa y el único sonido que percibo es el de mi corazón acelerado.

-Ojitos-. Susurra contra mi boca, su voz melódica haciéndome estremecer-.

-¿Sí, Nate?-. Abro los ojos, el azul de mis iris colisionando con el marrón de los suyos-.

-¿Me permites el placer de bailar contigo?-. Su mirada brilla de una manera cálida, instigándome a sonreír con genuina alegría-.

-El placer es mío-. Contesto de modo complaciente, sin saber cómo bailar, pero segura de que lo haría-.

Su sonrisa se ensancha al oír mi respuesta. Besa mi frente de forma cariñosa, para luego permitirme apoyar los pies en el suelo, sin soltarme por completo.

-No tenemos música-. Recuerdo, desanimándome un poco-.

-No es necesaria-. Declara acariciando mis mejillas sonrojadas-. Solo se necesita la pareja de baile adecuada, esa que sea capaz de crear música con el sonido de sus emociones-. Afirma, ocasionando que mi pulso se acelere-.

-Pues bailemos-. Él asiente, afianza su agarre sobre mi cintura, al tiempo en que yo rodeo su cuello con mis brazos y sin darle más largas, comenzamos un vaivén lento, al ritmo de nuestros corazones-.

Y cuando menos lo esperas, te vuelves ciego y dejas que tu guía sean los sentimientos más complejos que cargas en el alma.

El diario de Allison Campbell: Besos de Primavera Donde viven las historias. Descúbrelo ahora