Avanzo parsimoniosa entre los largos pasillos del gigantesco hospital, acompañada de Beth, quien busca con la mirada la habitación número 305, esa en la que descansa Natalie.
-Beth-. Me detengo en seco, observando con fijeza la puerta blanquecina a mi lado-. Es esta-. Le señalo, causando que ella voltee y note el número en tonalidades grisáceas al lado de esta-.
-Oh-. Es lo único que dice, para luego dar dos toques leves sobre la puerta, alertando nuestra presencia a quienes se encuentran en el interior-.
El pase que recibimos por parte de una voz masculina, totalmente desconocida para mí, provoca que nos miremos por un par de segundos, y luego nos adentremos en la monocromática estancia.
-Ho-hola-. Balbuceo avergonzada-. Soy Allison, amiga de Nate, y bueno, estuve ahí cuando Natalie se desmayó y...-. La mirada afilada y el ceño fruncido del hombre sentado al lado de la cama en la que reposa la castaña me dan miedo-. Quería saber cómo está-. Culmino, jugueteando con los dedos sobre mí regazo-.
-Hola, Allison, gracias por preocuparte, mi esposa se encuentra estable-. Expresa con tono autoritario, pero a su vez, reconfortante. Además las miraditas llenas de amor que le regala a Natalie lo demuestran todo. Él la ama-.
-Qué bien, eso me alegra mucho-. Sonrío, aliviada por la noticia-. Beth, creo que...-. Mi giro hacia mí tía, y la encuentro observando detenidamente al pelinegro frente a mí, con el ceño arrugado-. ¿Qué ocurre?-. Le pregunto preocupada-.
-¿Eh?-. Parpadea un par de veces, saliendo de un extraño trance-. No, nada. ¿Puedes ir a por unas malteadas a la cafetería?. No he comido nada desde el desayuno, y bebé está hambriento-. Me pide con una sonrisa frágil-.
-Claro-. Le regreso el gesto, y despidiéndome del cuñado de Nate, salgo de la habitación-.
<<<<<<<<♡>>>>>>>>
¿Chocolate?. ¿Fresa?. ¿Dónde está la vainilla?. Todas las cafeterías deberían vender malteadas de vainilla con caramelo y dejar cosas tan básicas como el chocolate. Ese sabor está sobrevalorado.
Ruedo los ojos por duodécima vez, mientras recorro con la vista la estantería repleta de postres. Nada.
Maldita sea. Aaah...
¿No hay cupcakes de vainilla?. ¿Y las donas con glaseado de caramelo?. ¿Es que no venden nada que sirva?.
-Señorita, ¿va a pedir algo o no?. Si no va a hacerlo, le pido que se retire y permita que el resto de clientes haga sus compras, por favor, gracias-. Hago un esfuerzo del tamaño de King Kong para no poner los ojos en blanco una vez más, al escuchar su voz chillona-.
Maldita odiosa.
-Lo que sea, igual no tienen nada de valor-. Mascullo con hastío, alejándome del lugar-.
Oh, una heladería. Eso sí es de valor.
Salgo de la inservible cafetería, contenta con mi nuevo descubrimiento: una inmensa heladería con una paleta de colores en lo alto del techo y enfrente de esta, un enorme cartel con el nombre de la misma.
Helados Harrison.
Un nombre bastante aburrido y simple, pero me vale, lo importante es saber si tienen helado de vainilla.
Como persona responsable que soy, miro a ambos lados de la calle, y al no ver ningún auto demasiado cerca me dispongo a cruzar, al menos hasta que veo una imagen que trae consigo una serie de recuerdos que inician a atormentarme.
No. No. No. Esto no puede estar pasando.
El choque de ambos coches es inminente. Las volteretas y el chillido estrangulado de un niño me aturden, al tiempo en que la pesadilla de mi vida se apodera de mi cabeza, repitiéndose en un bucle sin fin de amargura y dolor.
-¡Noooo!-. Siento como mis cuerdas vocales se desgarran por la magnitud del grito. Todos me miran ceñudos, sin embargo, los ignoro, como ignoro todo lo que no sea el trágico accidente que acaba de ocurrir frente a mis ojos-. ¡Sálvenlos por favor!-. Suplico, con las lágrimas corriendo por mis mejillas-.
Todo se vuelve blanco en el momento en que dos brazos robustos me abrazan desde atrás.
Calma. Eso siente mi consciencia cuando la calidez de esos brazos me arropa completamente.
La ambulancia llega rápidamente, y yo soy trasladada a la preciosa heladería a la que antes me dirigía, por Dios sabrá quién.
Solo puedo pensar que fue un golpe de suerte que tal accidente ocurriera frente al hospital, ese que mis padres no tuvieron. Al menos esas personas tienen esperanzas.
-¿Allie?-. Soy empujada al presente por el tono preocupado de alguien-.
-¿Sí?-. Alzó la vista, recibiendo el impacto directo de un par de ojos marrones que me gustan mucho-.
-¿Estás bien?-. Él agarra mi mano y la acaricia con sus dedos, esperando una respuesta de mi parte-.
-Yo...-. Más lágrimas escapan sin autorización-. ¿Lo estás tú?-. Desvío su pregunta, incapaz de dar una respuesta clara, pues... ni yo lo sé-.
¿Debería hablarle de mis padres?.
-No lo estoy, ya que mi familia se ha vuelto un torbellino de problemas difíciles de resolver-. Responde con una sonrisa triste adornando su hermoso rostro-.
-¿Tu hermana...?-. Dejo la interrogante en el aire, pues no deseo incomodarlo-.
-Ella tiene cáncer-. Suelta abruptamente, dejándome paralizada-. Cáncer de pulmón, y se encuentra en la última etapa-. Mis ojos se cristalizan al escuchar sus palabras-. Va a morir-. Su voz se quiebra, mas su sonrisa triste se mantiene-. Ella no quiere el tratamiento, dice que sufriría en vano, dice... que desea morir feliz y sin mucho dolor-. Un par de gruesas lágrimas se amontonan en sus ojos, para luego iniciar su recorrido por sus pómulos y caer desde su mentón hacia el mantel cuadriculado que cubre la diminuta mesa-. La voy a extrañar mucho-. Solloza, rompiéndome el corazón en mil pedazos-.
¿Por qué las buenas personas deben sufrir tanto?
-Nate-. Esta vez, soy quien agarra su mano, en un intento de darle fuerzas-. Aquí estoy-. Me acerco a él, y sin pensarlo, lo rodeo con mis brazos, dándole palmadas reconfortantes en la espalda-. Llora todo lo que quieras, aquí me tienes, no te voy a dejar solo-. Él esconde su cabeza en mi cuello, y logro sentir como deja fluir sus emociones-.
No me importa cuan destrozada esté en estos instantes, necesito que las personas a las que amo sepan que estoy para ellos, en las buenas y en las malas.
Espera... ¿Yo lo amo?.
ESTÁS LEYENDO
El diario de Allison Campbell: Besos de Primavera
RomanceAmaba el verano, pero mis días se habían vuelto un tormentoso invierno. De mi boca, que antes profería hermosos poemas, ahora escapan gritos de terror atroces. Mi piel ya no tenía color, solo mostraba el aspecto de un triste lienzo en blanco. Mi cab...