El ambiente se hacía pesado, el viento murmuraba peligro y tensión, los pájaros volaban lo más lejos posible, buscando protección del peligro inminente que se esparcía en el silencio, los susurros del peligro, parecían cantar la proximidad de una guerra, pero una guerra desconocida, el rey que había tomado control del país de Japón, masacrando y devorando a los humanos con el objetivo de saciar su avaricia y ambición de la vida eterna.
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Se enfrentaba a un rey cuyas ambiciones nunca persistió en ser el más fuerte, pues esa posición ya se la había ganado por decisión del destino con sus juegos injustos, un rey el cual gozaba del sufrimiento y lo poco que podían dar los seres más débiles que él para entretenerse y siempre dejar claro a los demás quien era el más alto en la cima.
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Las personas alrededor de ellos, simples peones o estorbos que en su percepción no valen nada, vidas sin sentido que no valen ni para estar en su presencia, esos eran los cazadores de demonios, quienes usaban su fuerza de voluntad e ira para mantenerse en pie ante el demonio que destruyo sus vidas, sin embargo, sus cuerpos temblaban, sus músculos gritaban por el auxilio de correr y escapar a un lugar lejano.
Pilares, los cazadores más fuertes, quienes levantan la esperanza y la moral de los cazadores más débiles, también se encontraban estáticos, su piel erizada y cada célula de su cuerpo dando una sola instrucción, corre...
Sanemi:(Maldición, ¿¡que me pasa!?, ¿qué demonios le sucede a itadori?).
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