"Tres días antes de la Boda..."
El sol se alzaba lentamente sobre Greenwood, tiñendo el cielo de tonos rosados y dorados. Era un amanecer tranquilo, pero en el interior del castillo, la actividad bullía con intensidad.
Los preparativos para la boda de mi madre con el Rey Alexander estaban en su punto culminante.
Una vez vestida, acompañé a mi madre al gran salón, donde sirvientes y artesanos trabajaban sin cesar para transformar el espacio, en un escenario digno de una unión real.
Podía sentirse el ambiente cargado de emoción y nerviosismo.
Paseando por el lugar, pude observar con curiosidad a los decoradores de Hillcrest, con sus vestimentas elegantes y herramientas expertas, mientras colocaban las flores que mi madre había seleccionado y unos que otros adornos.
Las paredes del salón, antes adornadas con tapices de tonos verdes y azules que representaban los bosques de Greenwood, ahora brillaban con la riqueza y el esplendor característicos de Hillcrest. El contraste era notable, pero no desagradable.
Me acerqué a uno de los decoradores, un hombre de cabello canoso y manos callosas, ―¿Qué piensas de Greenwood? ―pregunté, tratando de entablar una conversación mientras observaba su trabajo meticuloso.
El hombre se detuvo por un momento, mirándome con atención antes de sonreír con calidez. ―Es un lugar encantador, Su Alteza, ―respondió con respeto. ―La nieve le confiere una belleza natural y serena.
―¿Y de Hillcrest?
―Hillcrest, en cambio, tiene una elegancia más refinada y la naturaleza lo envuelve dándole un aspecto digno de un cuadro. ―dijo suavemente.
Sus palabras resonaron en mi mente mientras contemplaba los detalles finales de la decoración. Se podía notar la diferencia entre un lugar y otro, pero lo que había escuchado hasta ahora, me agradaba.
―Gracias, señor ―respondí educadamente, antes de alejarme de allí para seguir observando el salón.
La mañana continuó y al mediodía, Arabella me encontró en los jardines del castillo.
A pesar del frío invernal, los rayos del sol bailaban sobre la nieve, creando destellos que iluminaban nuestro camino a medida que avanzábamos.
―Te extrañaré cuando te vayas ―comentó Arabella con voz suave mientras paseábamos por un sendero bordeado de árboles cubiertos de nieve.
Le sonreí con dulzura.
―Yo a ti también, pero vendré de visita o tú podrás ir a visitarme.
―Tenlo por seguro. ―río Arabella. ―No te libraras de mí tan fácilmente.
Lancé una pequeña carcajada antes de regresar al castillo.
De camino a mi habitación, escuché ruidos que provenían de la biblioteca. En cuanto asomé mi cabeza, me encontré con Lady Catriona revisando mapas y documentos históricos sobre la grande mesada de madera.
―Elara, ―me llamó con su tono sereno pero autoritario en cuanto me vió. ―Ven, ven un momento.
―Lo siento, no quise interrumpir.―dije un poco avergonzada.
―Nada de eso, querida. ―dijo palmeando la silla a su lado.
Me acerqué y me senté, observando la pila de papeles con interés mientras ella explicaba los detalles de las alianzas y rivalidades entre los reinos vecinos.
―Si bien, la paz entre Greenwood y Hillcrest es crucial, ―explicó, señalando los puntos estratégicos en el mapa. ―También debemos considerar las relaciones con nuestros vecinos.
Escuché atentamente sus palabras.
Lady Catriona, además de ser una gran amiga de mi madre, también era su mano derecha en asuntos de política.
―Por ello, mañana vendrán los representantes de cada reino para una reunión.―continuó, ―La diplomacia es un arte complicado, pero fundamental para asegurar la estabilidad a largo plazo.
―Entendido.
Saber sobre los asuntos políticos del reino, me entusiasmaba por completo. Era una tarea que asumiría en un futuro como sucesora de mi madre.
Luego de un largo rato, en cuanto salí de la biblioteca, el castillo se encontraba en un profundo silencio. Solo podía significar una cosa.
El día había llegado a su fin, y con él, las tareas y el bullicio.
Todo era paz.
La cena de esa noche fue una reunión íntima, con mi madre, Lady Catriona, Arabella y yo compartiendo historias y risas alrededor de la mesa. Comenzamos a recordare momentos de nuestras vidas juntas, desde el día en que nos conocimos hasta las travesuras infantiles que hacíamos en secreto.
De un momento a otro, todas se quedaron calladas y mi madre se giró hacia mí con una expresión seria pero cariñosa.
―Elara, tengo algo importante que decirte, ―comenzó, tomando una de mis manos por encima de la mesa. ―Mañana, Alexander y Nathan llegarán a Greenwood para el último ensayo.
Nathan.
Aunque todo el mundo hacía mención de su nombre, no lo había visto desde que éramos adolescentes.
Mi madre notó al instante mi inquietud y apretó mi mano suavemente.
―Quiero que sepas que entiendo tus sentimientos, ―continuó. ―Sé que no has visto a Nathan en muchos años, pero nada ha cambiado.
Asentí, no muy convencida. ―Está bien.
No madre, todo ha cambiado.
Estoy segura que no estaba al tanto de todo lo que se decía de él. Durante las tardes de té, solía escuchar a otras Ladys chismosear durante horas sobre Nathan. Y no es que quisiera escuchar la conversación, sino más bien, el tono de voz con el que hablaban no era precisamente el mejor.
Mi madre sonrió, acariciando mi rostro. ―Estoy segura de que encontrarás la manera de hacer que esto funcione.
Sonreí débilmente.
Si madre, no te imaginas.
Me dio un abrazo reconfortante. ―Estamos juntas en esto, Elara. Y recuerda, siempre puedes contar conmigo.
Después de la cena, mientras me preparaba para dormir, me detuve frente a la ventana de mi habitación. Observé la nieve caer suavemente, iluminada por la luz de la luna y cerré los ojos, inspirando profundamente el aire fresco y frío de la noche.
No estaba preparada para volver a ver a Nathan.
No tan pronto.
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ᴠɪ́ɴᴄᴜʟᴏꜱ ᴅᴇ ʜᴏɴᴏʀ ©
Roman d'amourEn un reino donde la rivalidad entre dos castillos se ha prolongado durante siglos, el destino une al Rey Alexander de Hillcrest y la Reina Isabella de Greenwood en matrimonio. Sus hijos mayores, el arrogante Príncipe Nathan y la cautivadora Princes...