𝓔𝓼𝓹𝓮𝓬𝓲𝓪𝓵 𝓒𝓾𝓪𝓽𝓻𝓸

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No era justo.

Carlos sabía que ganar una competencia no importaba en lo absoluto, pero le sacaba de sus estribos saber que no pudo dar todo de sí por una estúpida bicicleta.

Dejó eso un lado, tratando de controlar su agitada respiración.

¿Y saben qué era lo que más le dolía?

No haber visto a Charles en el público. Estaba seguro de que cuando estaba en la prueba de natación, el Castaño había estado charlando alegremente con sus amigos... ¿Y ahora? No lo veía por ningún lado.

— Sainz, ve al sector de los doctores ―le ordenó un profesor y el moreno asintió, pero no se molestó en moverse. Sus puños descansaban en sus caderas
mirando el suelo con enojo.

¿En dónde estás, Charles?

Fácilmente, él pudo haber
rezongado y lanzar improperios por su derrota. Pero solo podía fruncir el ceño y apretar la mandíbula. Porque a pesar de todo lo que sucediera, el silencio siempre era su mejor aliado. Siguió inhalando y exhalando con rapidez, sintiendo que el traje se le pegaba al cuerpo por el sudor.

Sus oídos atrofiados por el incesante palpitar de su corazón distinguieron unos pasos, como si alguien caminara con mucha decisión. Levantó la cabeza y lo vio.

A su amado Charles.

La mirada intensa que sus grandes ojos le dieron, hizo que su cuerpo se estremeciera. De pronto, el Castaño corrió y se lanzó a los
brazos del moreno, quien lo tomó de inmediato, encajando sus brazos alrededor del más bajo. Eran perfectos al abrazarse.

Y Charles lo besó con todas sus fuerzas.

No dudó un solo segundo en responderle.

Apretó el pequeño cuerpo contra el suyo, descargando toda su energía, siendo atrapado por la intensidad del contacto anhelado. Sintió la respiración agitada del Castaño en contra de su pecho. ¿Qué razón habría para que
estuviera de esa forma?

En esos infinitos segundos maravillosos, simplemente olvidó que estaba cerca de la línea final, olvidó que su madre y prima estaban en primera fila, olvidó que toda una secundaria sería testigo de que un estúpido rumor se había cumplido... Su cabeza estaba llena de flashes de un chico. Ojos grandes. Boca roja. Sonrisa en forma de una luna brillante. Cabello Castaño. Tersidad por todas partes.

Cuando la necesidad de respirar apareció, sus labios se separaron soltando un suave chasquido. Ese beso había dejado a los dos como si hubieran estado en una maratón olímpica. Y, a lo lejos, escuchó aplausos y vitoreos de sus compañeros. Pero, ¿saben qué? Eso no importaba.

Su cuerpo parecía un volcán rebosante de felicidad, porque finalmente Charles le diría las palabras que tanto anhelaba escuchar.

— Charles, ¿qué es lo que querías decirme ayer? —le preguntó, mirándolo con atención.

—Te lo acabo de decir—respondió Charles con una sonrisa tímida.

— Lo sé, pero jamás sería tan idiota como para darlo por obvio
replicó serio, pero con amabilidad en sus ojos, acariciando la parte baja de la espalda del Castaño —. Quiero escucharlo.

Tuvo que mantenerse quieto al ver a Charles, mirándole fijamente y suspirando con nerviosismo. El Castaño cerró los ojos, avergonzado, pero levantó la mirada y, con algo de timidez, dijo las palabras que tanto Carlos había esperado con paciencia.

— Me gustas, Carlos Sainz... —el moreno le sonrió con dulzura, acercándose más a Charles —... Creo que estoy algo enamorado de
ti.

Esperen, ¿qué?

𝓪𝓹𝓹𝓪𝓻𝓮𝓷𝓽𝓵𝔂 𝓱𝓮 𝓵𝓲𝓴𝓮𝓼 𝔂𝓸𝓾 || ᴄʜᴀʀʟᴏꜱ ||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora