𝓔𝓼𝓹𝓮𝓬𝓲𝓪𝓵 𝓸𝓬𝓱𝓸

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Max estaba respirando profundamente.

—Vamos, sí se puede —
asintió para infundirse valor y susurrando un "¡Vamos Max!", caminó hacia el pasillo que le había indicado Charles, un niño de pelo Castaño y de grandes ojos (y aunque todos lo veían tierno al chico Leclerc, Max sabía que era mejor no decirle esas cosas).

Bueno, volviendo al tema.

Se suponía que Sergio estaría allí, ¿no?

Lo vio ponerse una crema en sus piernas con moretones casi invisibles. Un pensamiento
extraño lo llevó a decirse de forma mental que dichas extremidades le parecían bonitas y esbeltas. Debía admitir que a pesar del carácter que Checo tenía, el chico era bonito. El Castaño se acomodó el pantalón corto y empezó a guardar sus cosas en su casillero.

— Sí se puede ―susurró muy, muy bajito y acercándose, le tocó la espalda con un dedito. Pudo ver que el chico se tensó y se giró, con cara confusa. Su altura le dio una sensación vacía de seguridad, porque el más pequeño hizo un mohín.

¿Qué debía de decir ahora?

Ah, verdad, ¡salúdale, idiota!

— H-hola Sergio — tartamudeó y se quiso dar un golpe en la
frente.

— ¿Qué quieres, Verstappen? —inquirió el chico Pérez, dándole la espalda.

Uh-uh, mal comienzo.

Pero... Vaya, en serio, el chico sí que se veía muy tierno.

Temió que inconscientemente empezara a babear, así que se recompuso, dándole un golpe mental al maldito bastardo de su corazón por latir muy rápido.

¿Qué demonios te pasa, músculo cardíaco? (Sip, Max tenía su vena de estudioso, no se sorprendan).

Cuando Sergio terminó de guardar sus cosas, lo miró de nuevo y Max hizo todo uso de su autocontrol para no sonreir. Mantuvo sus manos detrás de su espalda, repentinamente nervioso.

— ¿Cómo... cómo va el golpe? musitó.

Esperaba otro mohín, pero le atrapó con la guardia baja ver que Sergio le sonreía... ¿con afecto?

Su sonrisa es tan...

—La pomada hace un buen trabajo — respondió con suavidad y subió el dobladillo de su pantalón—. ¿Ves? Ya no está tan feo como antes ―eso era cierto, y no pudo evitar soltar un suspiro de alivio. Casi se le corta la respiración al oir un pequeño amago de la risa del otro. Sergio se acomodó la ropa y siguió hablando—. Pero, eh, ¿qué te trae por aquí...?

—Uh... —tragó saliva—. Bueno, yo, quería pedirte disculpas... — y lo iba a seguir haciendo hasta obtener el perdón.

— Verstappen, ya te disc-

—Llámame Max, por favor ―le interrumpió y rogó para que el otro no se enojara por eso. Ya lo había visto en los debates escolares y fue testigo de cómo una sola mirada de ira hizo pedacitos la autoestima de una chica de un grado mayor — Cuando me hablas solo por mi apellido, haces que me sienta como un desconocido y... no me gusta.

Sergio enarcó una ceja, pero asintió. Su expresión envió una corriente eléctrica a su corazón.

—Ok, Max, ya te disculpaste muchas vec-

Tragando todos sus nervios, extendió lo que había comprando (con la ayuda de su hermana) y sintió que el maldito hijo de fruta de su músculo cardíaco dirigió la sangre hacia su rostro.

— Ten —Oh, Dios. Sentía que hasta sus orejas latían.

Pero el rostro de desconcierto del Chico de pelo castaño, todo callado, le dio valor. Sergio miró una rosa roja y una pequeña cajita de chocolate en barra y Max sonrió un poco al ver que sus bonitos ojos brillaban.

𝓪𝓹𝓹𝓪𝓻𝓮𝓷𝓽𝓵𝔂 𝓱𝓮 𝓵𝓲𝓴𝓮𝓼 𝔂𝓸𝓾 || ᴄʜᴀʀʟᴏꜱ ||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora