Asustado

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Max estaba asustado de sí mismo, de lo que ruge en su pecho, de aquello que apenas y quiere darle un nombre. Jamás se imaginó la clase de bestia que dormía en su interior, una oscura bestia sombría, posesiva y hambrienta de sangre.

La visita de Roxanne había sido algo fantástico, pero también dejó miles de dudas. El próximo semestre, ella se unirá a este campus después de que su padre fuera trasladado a esta ciudad desde Toronto. Ella se movió junto con su padre; eran, al igual que Max y Goofy, solo ellos dos. La madre de Roxanne había fallecido de una enfermedad cuando ella era muy pequeña, por lo que su padre era muy protector con ella. Incluso ahora que ella ya era una chica universitaria, él seguía prefiriendo que ambos estuvieran en la misma ciudad.

La idea de volver a pasar tiempo con Roxanne, poder verla todos los días, removía sentimientos que creía superados y olvidados. Ella aún significaba mucho para él, pero el torbellino de emociones no terminaba ahí. La cercanía de Roxanne traía consigo una confusión abrumadora, especialmente considerando el actual distanciamiento de Bradley. Max podía sentir cómo Bradley se alejaba poco a poco, una distancia que lo hería más de lo que estaba dispuesto a admitir.

Bradley, por su parte, buscaba poder dejar a Max ser feliz con Roxanne. Trataba de acallar sus propios sentimientos con esa distancia, aunque cada vez se le hacía más difícil. En el fondo, sabía que amaba a Max con una intensidad que lo asustaba, pero también quería lo mejor para él. Si Roxanne era su felicidad, Bradley estaba dispuesto a apartarse, aunque eso significara lidiar con el dolor y la soledad que acompañaban esa decisión.

Una tarde, Max se encontró solo en su habitación, mirando el techo mientras una maraña de pensamientos lo consumía. Los recuerdos de los momentos felices con Roxanne se mezclaban con los sentimientos recientes por Bradley. Sentía que estaba traicionando a ambos, incapaz de decidir qué era lo correcto.

La confusión en su mente lo llevó a buscar respuestas en el lugar menos esperado. Se levantó y caminó hasta la ventana, mirando hacia el jardín donde había pasado tantas tardes con sus amigos. Sus ojos se detuvieron en la figura solitaria de Bradley, sentado en un banco bajo un árbol, con la mirada perdida.

Max sintió un impulso irrefrenable de hablar con él, de aclarar las cosas, de enfrentarse a esa bestia en su pecho. Bajó rápidamente las escaleras y se dirigió hacia el jardín. Para su desgracias al llegar el banco estaba vacío, miró a todos lados buscando la presencia de Bradley, pero no estaba en ningún lado, eso lo desconcertó ¿Acaso solo lo había imaginado? ¿Era asi de grande su deseo de verlo?

La cercanía de Roxanne, mezclada con el actual distanciamiento de Bradley, sumía a Max en una tormenta de emociones. Después de ese día ver a Bradley cada vez más cerca de Adam, apoyándose en él, acudiendo a él, riéndose con él, cada una de esas interacciones entre ellos, encendía una chispa en el interior  de Max que no sabía cómo manejar. La bestia de los celos, que apenas había comenzado a despertar, rugía con furia cada vez que veía a Bradley y Adam juntos.

En una tarde calurosa, Max se encontraba en su habitación, sentado en su escritorio pero incapaz de concentrarse en sus estudios. Las imágenes de Bradley riendo con Adam, de los toques casuales y miradas cómplices, lo perturbaban profundamente. Recordaba la sonrisa de Bradley cuando estaba cerca de Adam y la forma en que sus ojos se iluminaban, un brillo que antes Max había pensado que era solo para él.

-¿Qué me está pasando?- se preguntaba Max en voz baja, frotándose las sienes con frustración. Nunca había sentido algo tan intenso, una mezcla de miedo, rabia y tristeza. Sabía que no tenía derecho a sentir esto; después de todo, era él quien se había llenado de las dudas sobre sus sentimientos por Roxanne y Bradley y era su deber como amigo darle espacio y no interferir con su felicidad.

31 dias MaxLeyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora