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< Capítulo 22: El Conde de Montecristo - 2 >

Cuando pisó por primera vez este mundo de la literatura.

En otras palabras, cuando la literatura consistía en nada más que cuentos caballerescos anodinos o romances baratos y vulgares.

Estaba desesperado.

No confiaba en sobrevivir en un mundo sin nada con lo que disfrutar. No tenía valor para soportar una vida desprovista de literatura.

"Sion."

"Sí, mi señor."

"Es bueno que haya más novelas interesantes en estos días. ¿No te parece?"

"Estoy de acuerdo. Es todo gracias a sus obras, mi señor."

Así que plagió.

Trasplantó varios clásicos de su vida anterior -empezando por la literatura moderna, a partir de Don Quijote- a este mundo.

Clásicos que originalmente se habrían construido a lo largo de una larga historia y cambios de paradigma se insertaron arbitrariamente en la historia literaria de este mundo.

Sinceramente, él también se sentía incómodo al respecto.

En última instancia, la literatura progresa junto con los cambios en el paradigma general de la sociedad. En ese sentido, la literatura que plagió no era más que un castillo construido sobre arena. No era una cultura nacida de los paradigmas de este mundo, sino de fuera de él.

"¿Es realmente por mis obras?"

"¿Perdón?"

"Oh, ¿ha leído esto? Es una novela por entregas que me está gustando últimamente... El protagonista trabaja en una fábrica de herramientas mágicas. Es alegre pero resuena con las penas de la vida... Debe estar basada en experiencias reales."

"¿Hmm? ¿Es tu tipo de novela?"

"Es fresca."

"No lo entiendo del todo, pero debe haber algo sólo visible para tu ojo perspicaz".

"Puh. ¿Es así?"

"Sí. Yo no poseo el talento que usted, mi señor".

Pero los clásicos lo son precisamente porque trascienden el tiempo.

Además, sirven como catalizador que da paso a una nueva era.

Ese era, en su opinión, el verdadero poder de la literatura.

Historias sobre personas que se mantienen frescas aunque pase el tiempo, que siguen siendo interesantes aunque progrese la civilización y que mantienen valores dignos de respeto aunque cambie la sociedad.

"No es realmente una cuestión de talento, pero sí, supongo que sí".

"Parece subestimar su propio talento, mi señor".

"Mis obras son las mejores, pero no soy tan buena persona".

Cuando lo pensó, ésa era la razón por la que le habían cautivado los clásicos en su vida anterior.

Aunque era difícil que una persona moderna del siglo XXI se sintiera impresionada por una tecnología de décadas de antigüedad, aún podía conmoverse leyendo literatura de siglos pasados.

Incapaz de olvidar esa emoción, había elegido convertirse en traductor.

"Si la persona que creó tan grandes obras no es notable, entonces no hay una persona notable en este mundo".

Cualquiera que pudiera crear era notable.

La grandeza de un escritor no era diferente de la grandeza de la creación.

Sobrevivir Como Plagiario En Otro MundoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora