Capítulo 4

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Ramiro

Isabella finalmente se ha callado. Tampoco me dirige una mirada, algo que deseaba desde el principio de nuestra relación. Sin embargo, comencé a disfrutar de nuestras discusiones; que esté en silencio me hace detestarlo y que sus ojos grises no me miren me pone de mal humor.

—Supe que eres dueño de las propiedades de Besian. Aun no puedo creer que te hayas casado con una albanesa —Atino solo a encogerme, mientras sigo con la mirada a la pequeña que tengo como esposa. Ha mejorado en su trabajo; tres días trabajando y parece que lleva toda su vida en esto. Se acerca al barman y le susurra algo al oído. Tiene que estirarse, por lo que el pequeño vestido que tiene puesto se le sube por los muslos, revelando más de sus cortas piernas —. Me sorprende que tengas a tu esposa trabajando aquí —dice viendo a Isabella.

—Ella quería hacerlo.

—Mi mujer quería trabajar, así que le di dos hijos para que lo hiciera.

—Aquí están sus bebidas —Isabella se inclina un poco mostrando un poco de escote mientras nos deja las bebidas. Leonardo le sonríe y ella le devuelve la sonrisa; un pequeño hoyuelo aparece en la comisura de su boca. Tengo que inclinarme un poco para apreciarlo. Tenemos poco más de un mes y no lo había notado.

Isabella nunca sonríe en mi presencia.

—¿Tengo algo en el rostro? —pregunta al notar mis ojos puestos en ella. Me resulta difícil dejar de mirarla, esa es la razón principal por la que pocas veces me atrevo a verla fijamente.

—Nada, Luci —Sus cejas se juntan y abre la boca para decir algo, pero se queda congelada en su lugar cuando aparecen Adriano y Dante.

Adriano es el primero en notarla, sus ojos se endurecen y aprieta la quijada. Luego le sigue Dante, a quien parece no importarle, ya que no le da una segunda mirada.

—Ve con Bianca —Incluso yo me sorprendo con mis palabras, tenerla apartada de la presencia de Adriano es fundamental. Tengo que apretar los labios para no sonreír al verla correr despavorida.

—¿Así que la tienes trabajando aquí? —dice Dante y se sienta al lado de Leonardo.

—¿La estás matando de hambre? —pregunta con burla Adriano —. Creí que teníamos prohibido matarla, pero ingenioso.

Le enseño el dedo medio, se burla a mis costillas.

—Nunca hubiera permitido que Génesis trabajara en un club así —parpadeo sorprendido al escuchar a Dante mencionar el nombre de ella.

—Bueno no podemos averiguarlo, Génesis te abandonó —Me arrepiento al instante en que su semblante cambia y un destello de dolor cruza sus ojos. Creo que es demasiado pronto para bromear con eso, quiero disculparme cuando incluso Adriano me mira con rabia mientras niega con la cabeza.

—¿Génesis? La chica que los hizo arrodillarse, es famosa entre nosotros, ¿saben? Sus hombres hablan de ella cada vez que tienen la oportunidad —Mis mejillas se enrojecen y una risa avergonzada escapa de mis labios. Sí, esa chiquilla tuvo la osadía de apuntarnos con un arma y hacernos arrodillar, incluso Adriano recibió un disparo—. Aún me pregunto cómo es que salió con vida, nadie le dispara a Adriano y tiene la suerte de seguir respirando.

—Sí, mi pequeña furia tuvo suerte —dice orgulloso. Su amor platónico por esa mujer no disminuyó cuando le disparó, fue todo lo contrario. He llegado a creer que le tiene un altar escondido. Lo tiene mal, incluso aunque ella se haya marchado, lo tiene suspirando y luciendo como un alma en pena. Entre él y Dante, no sé quién lo lleva peor.

Cubro mi boca con el puño al ver a Dante lanzarle dagas con los ojos. No es estúpido, siempre sospechó que no era el único suspirando por esa mujer.

DESTROZAME +18 L.2 [TERMINADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora