Ramiro
Miro fijamente el techo de mi habitación. El insomnio está volviendo a hacer de las suyas. También está el hecho de que no puedo dejar de pensar en las mejillas sonrojadas y los labios entreabiertos de Isabella cuando limpié su comisura. No sé qué diablo me poseyó en el momento en que me metí el pulgar en la boca, deseando que fuera su labio regordete.
Suspiro.
Actué como un adolescente cachondo. Se me había puesto tan dura por esa mínima acción que no me quedó de otra que salir apresurado de la oficina y dejarla ahí, aún con los labios entreabiertos y sus ojos brillantes.
Mi cabeza gira bruscamente en dirección a la puerta cuando escucho cómo se abre lentamente. Parpadeo varias veces al distinguir la pequeña estatura de mi esposa. Está en el umbral, con la puerta entreabierta, viéndome fijamente. Mis ojos escanean su cuerpo, empezando por sus pies descalzos, subiendo por sus cortas piernas desnudas. Mi boca se seca al ver esos pantalones cortos que no tapan mucho y una de sus tan fieles blusas de manga larga.
—¿Qué sucede? —Mi voz sale más rasposa de lo normal. Su cuerpo se estremece, pero no responde —. ¿Isabella?
Me siento y recargo la espalda en la cabecera cuando la veo acercarse al pie de la cama y luego subir a gatas lentamente. No puedo distinguir muy bien su rostro, ya que lo único que nos ilumina es la luz tenue de la luna que se cuela a través de las cortinas entreabiertas.
Joder...
—¿Qué carajo tratas de hacer? —Trato de sonar amenazante, pero mi voz sale como un jadeo cuando una de sus manos alcanza la cinturilla de mis boxers y, en un rápido movimiento, los baja. Mis caderas se levantan automáticamente para facilitarle la tarea y que no se queden atorados —. ¿Luci, cariño, qué demonios estás haciendo?
Trago saliva y cierro los ojos al sentir su cálido aliento cerca de mi polla erecta.
—Mi nombre es Isabella, imbécil —dice con un tono de voz que nunca había escuchado en ella. Por un segundo se me pasa por la cabeza que se ha molestado y se alejará, pero en su lugar, y sin aviso alguno, se mete mi pene en la boca, su lengua lamiendo mi punta sensible.
El jadeo que dejo salir es tan alto que, si tuviera el tiempo de pensar, me habría avergonzado.
Se mete la mitad de mi polla y succiona, logrando que mis puños aprieten las sábanas y mis ojos se blanqueen. Una de sus manos bombea el resto de mi longitud, arriba y abajo.
Arqueo la espalda una vez más cuando aleja su boca, me mira por encima de sus pestañas y juro por Dios que estoy a punto de correrme; muerdo con fuerza el labio para ahogar mis súplicas.
¿Qué mierda estás haciendo conmigo? Quiero preguntar.
Vuelve a saborearme, pero esta vez siento cómo toco el final de su garganta. La escucho ahogarse, pero no se detiene. Aumenta el ritmo y ese delicioso hormigueo en la base de la columna vertebral se empieza a intensificar. Quiero que dure, pero al mismo tiempo quiero que se detenga. No quiero deshacerme frente a ella.
Mis bolas duelen tanto y estoy a punto...
Se detiene.
—Oh...
Abro los ojos y la veo alejarse con una sonrisa satisfecha. Mierda...
—¿Teniendo un sueño húmedo conmigo? —dice antes de desaparecer.
Abro los ojos de golpe y vuelvo a encontrarme con el techo de mi habitación.
—Hijo de puta —gruño al darme cuenta de que fue un puto sueño.
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DESTROZAME +18 L.2 [TERMINADA]
RomanceIsabella tiene una cruz demasiado pesada sobre su espalda. Ramiro ya se equivocó una vez e hizo sufrir a una inocente. Esta vez no se va a equivocar y enmendará su error, e Isabella deseará no haber nacido.