Por andar demasiado concentrada en el caracol bicéfalo, Shibohaha cometió el error de subestimar la fuerza colectiva del resto de lacayos. Lejos de preocuparse en esquivar el desenfrenado asalto de la muñeca, aquellos encapuchados no dudaron en cargar contra ella aferrándose a sus patas insectoides. Si bien ninguno era capaz de atravesar el blindaje quitinoso de su exoesqueleto, su aplastante ventaja numérica les permitió ganar tiempo mientras el enorme caracol se ponía a resguardo.
Entorpecer el avance de Shibohaha había requerido la participación de casi todos los lacayos, tanto para contenerla como para reemplazar a los que iban cayendo. Los pocos que habían preferido mantenerse lejos de la reyerta no se habían quedado de brazos cruzados, sino que estaban reuniéndose en torno a Kuro como buitres buscando carroña. El muchacho asumió que, al verlo aislado, lo consideraban una presa fácil a la cual valía la pena acabar primero. Incluso siendo consciente de lo que podían estar tramando, su rostro no expresó preocupación alguna mientras observaba cómo sus adversarios iban rodeándolo con suma lentitud. Los encapuchados finalmente se detuvieron tras encerrarlo en un círculo perfecto y, sin señal previa, uno de ellos tuvo la osadía de romper la formación para acercarse a él.
Kuro enarcó una ceja. No tenía sentido que un único individuo estuviese caminando en su dirección con tanta calma, cuando lo lógico sería que todos arremetiesen al mismo tiempo. La situación se tornó incluso más absurda al ver que aquella criatura humanoide había comenzado a menear sus larguiruchos brazos mientras soltaba graznidos entrecortados, como si estuviera tratando de comunicarse. Fuese así o no, Kuro no estaba dispuesto a dejarse engañar ni a bajar la guardia por lo que a todas luces debía tratarse de una artimaña. Decidió dar el primer golpe por pura precaución y, sin mover un músculo, esperó a que el peculiar encapuchado quedara a su alcance. Cuando la distancia que los separaba se redujo lo suficiente, se lanzó hacia adelante para asestarle una patada directo en las costillas con todas sus fuerzas.
El lacayo se tambaleó por efecto del golpe, emitiendo chillidos como un perro herido, y terminó acurrucado en posición fetal tras caer de espaldas sobre el suelo. Tal vez derrotar a un solo enemigo no fuese la gran cosa, pensó Kuro con cierta satisfacción, pero su débil y cobarde "yo" del pasado nunca lo hubiera conseguido ni por pura suerte. Por esa razón, desde la derrota de Tsukuyomi se había dedicado de lleno a entrenar sus habilidades físicas con ayuda de Hakuma y a reforzar sus conocimientos sobre estrategia de batalla bajo la tutela de Megami. Si bien toda esa inversión de tiempo era uno de los motivos por los que había desaprobado el examen universitario, agradecía el haber tomado tal decisión ahora que podía ver los frutos de su esfuerzo reflejados en esa primera victoria.
De cualquier forma, recibir un poco de adiestramiento improvisado no cambiaba el hecho de que tan solo podía considerarse un novato en el noble arte del combate a muerte. Le quedó más que claro al escuchar varios pasos pesados a su espalda, clara señal de que otro de los encapuchados no había malgastado la oportunidad de atacarlo por la retaguardia. Sin la iniciativa su favor, Kuro no se sentía capaz de encarar a su nuevo contrincante sin sufrir heridas graves en el proceso e, incluso de lograrlo, todavía tendría que lidiar con el resto de lacayos.
―Haz lo tuyo, Kurokami ―musitó, resignado a aceptar que aún no estaba a la altura.
Al instante, cientos de conejos de pelaje negro y ojos rojos surgieron a mansalva de su sombra, como expulsados por un geiser de oscuridad. Pese a su impactante presentación, no parecían hallarse en buen estado: todos tenían las orejas caídas y sus jadeantes hocicos supuraban espuma blanca a borbotones. Tratándose de una entidad asociada a las tinieblas, su lamentable aspecto realmente estaba más que justificado al hallarse bajo una luz tan intensa como la de aquella veraniega madriguera espiritual. Incluso padeciendo ese malestar, la enfurecida turba de animales se lanzó con rapidez a por los encapuchados más cercanos para devorarlos sin compasión. Ninguno de esos desdichados tuvo el chance de luchar o escapar, pero un nuevo contingente de lacayos se materializó de inmediato para sustituir a sus compañeros caídos en un intento por contener al kami múltiple.
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Hametsu
HorrorKuroshi Usagi nunca imaginó que su vida cambiaría tanto tras iniciar una relación romántica con Hakuma Hametsu, una encantadora pero extraña chica que parece guardar singulares misterios. A pesar de la emoción inicial, Kuro pronto descubrirá que su...