Megami se hallaba acostada sobre un futón, con todo el cuerpo cubierto de sudor y una mueca de profundo dolor plasmada en el rostro. Kuro y Hakuma la habían trasladado junto a Shironi a una de las habitaciones inmediatamente después de que perdiera el conocimiento, pero no habían podido hacer mucho más para ayudarla. No habían visto ningún tipo de medicina durante los "días" que habían estado confinados en aquel oscuro lugar; ni siquiera un simple botiquín de primeros auxilios. De cualquier forma, de poco les hubiera servido contar con algún medicamento mientras no supieran qué clase de malestar estaba consumiendo a la chica de cabello blanco.
Hakuma apenas era capaz de contener su angustia. Recién había transcurrido cerca de un año desde que había logrado amistarse con su hermana, y ahora parecía que estaba por perderla de manera definitiva. Aún conservaba una pequeña esperanza de encontrar una solución al inesperado problema, pero su ansiedad se hacía más grande con cada segundo que pasaba. De momento, se había encargado de mantener controlada la intensa fiebre que asaltaba a Megami usando toallas de mano que humedecía en un recipiente con agua fría. Por suerte, como la habitación se encontraba muy cerca de uno de los amplios baños, le resultaba sencillo ir y venir para reponer los utensilios sin malgastar tiempo.
Kuro, por su parte, se hallaba observándolas en silencio desde el marco de la puerta corrediza. Acababa de regresar luego de barrer el refugio entero en un último intento por reunir medicinas, cosa que, como era de esperarse, no había producido ningún resultado. Le dolía ver a Hakuma acuclillada ante su moribunda hermana casi al borde del llanto, hablándole en susurros mientras le colocaba una toalla recién exprimida sobre la frente. La chica también le dedicaba cuidados similares a Shironi, quien estaba tendido cerca de la cabecera del futón en un estado casi tan deplorable como el de su ama.
Kuro concluyó que no podía quedarse sin hacer nada, aunque no tenía mucha idea de cómo prestar ayuda sin incordiar a Hakuma. Dado el contexto, estaba seguro de que solo conseguiría estresarla aun más si trataba de brindarle consuelo con una conversación casual. En medio de sus reflexiones, recordó que había dejado a Shibohaha guardada en el interior de su mochila. Si bien esa araña no contaba con ninguna aptitud médica, sí resultaría útil para buscar una salida al mundo exterior, tal como Megami había planeado. De conseguirlo antes de que fuera demasiado tarde, determinó Kuro, tal vez sería capaz de dar con una forma de salvar a la agonizante chica.
―Qué escenario tan lamentable ―comentó una voz ácida proveniente del oscuro pasillo aledaño a la habitación― Lamentable y predecible.
Como se hallaba muy cerca del repentino ruido, Kuro no pudo evitar sobresaltarse por la sorpresa. Hakuma, si bien también se llevó un leve susto, se apresuró a levantarse al reconocer a Kamiya de pie en medio de las tinieblas. Dado que llevaba encima su acostumbrada indumentaria tan negra como sus cabellos y barba, apenas era posible distinguir los patrones rojizos de su kimono y sus marchitos ojos color sangre.
―Por favor, Kamiya-san... Por favor, permítanos salir... ―rogó, avanzando unos pasos en su dirección―. Megu-chan necesita ir a un hospital...
―Es una idea absurda, Falsa Hermana ―decretó el Yaminokami, luego de producir un bisbiseo que parecía tanto una risilla burlona como un lamento―. ¿Acaso crees que la medicina convencional tendrá algún efecto en la Hermana Divina?
Sin esperar respuesta, el hombre se fundió en las tinieblas del corredor hasta desaparecer por completo. Hakuma dio otro titubeante paso al frente con la intención de ir tras él, pero frenó de golpe y cayó al suelo de rodillas, consciente de que sería inútil insistir. Ya sin poder contener más sus emociones, se cubrió el rostro con ambas manos antes de empezar a sollozar con desesperación.
Kuro quiso brindarle algunas palabras de aliento. No pudo decir nada, temeroso de empeorar incluso más la situación. En su lugar, apretó la mandíbula con fuerza y se lanzó a toda prisa por el oscuro pasillo hasta dar con una puerta shōji que abrió sin consideración. Tal como esperaba, en el interior encontró a Kamiya, sentado ante una mesa baja de madera negra. El hombre, con su característica actitud huraña, posó sobre el mueble la taza de té que había estado bebiendo y le hizo una señal con la mano a su nieto, invitándolo a tomar asiento.
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Hametsu
HorrorKuroshi Usagi nunca imaginó que su vida cambiaría tanto tras iniciar una relación romántica con Hakuma Hametsu, una encantadora pero extraña chica que parece guardar singulares misterios. A pesar de la emoción inicial, Kuro pronto descubrirá que su...