六 Capítulo 6: Nozomanai saikai

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Kuro tenía la mirada perdida en algún punto del techo, dejando vía libre a sus pensamientos mientras esperaba que hirviera el agua que había puesto en la tetera. La victoria obtenida contra el Gashadokuro había pasado a segundo plano tras descubrir que la casa de Hakuma había sido destruida sin razón aparente. Ya que la desdichada chica había quedado literalmente en la calle, Kuro concluyó que era su deber invitarla a su casa a pasar la noche, aunque la idea le resultaba sumamente embarazosa. No quería ni imaginar cuál sería la reacción de sus padres y su hermana si llegaban a enterarse de ello, aunque él tenía muy en claro sus buenas intenciones.

Suspiró, rememorando todos los acontecimientos que lo habían llevado hasta su situación actual. En el pasado nunca hubiera podido imaginar que alguien tan grácil y recatada como parecía ser Hakuma, fuese en realidad una especie de cazadora de seres sobrenaturales. Si bien Kuro se había visto atraído precisamente por el aura misteriosa que la chica guardaba, al momento de descubrir su peculiar estilo de vida creyó haberse involucrado con una peligrosa asesina en serie. Se trataba de una reacción natural, ya que Hakuma había tenido la poca delicadeza de revelarle su colección de cabezas cortadas sin darle la más mínima explicación antes ni después.

A pesar de todo, Kuro había sido capaz de mantenerse junto a ella, en un principio por puro miedo y luego por el deseo sincero de querer ayudarla. Sabía que Hakuma era una persona solitaria más por obligación que por elección propia, de modo que había intentado brindarle apoyo moral acompañándola en sus cacerías. Y gracias a todo el tiempo que habían pasado junto durante los últimos meses, había llegado a descubrir diversas facetas y cualidades de su novia.

Por ejemplo, ella no hostigaba indiscriminadamente a cualquier criatura sobrenatural que encontraba, sino que designaba como objetivos a las entidades potencialmente peligrosas o directamente perjudiciales para los seres humanos. Ya que no siempre poseían información detallada de sus presas, Kuro y Hakuma se habían topado en más de una ocasión con que la criatura a la que buscaban era pacífica y convivía armoniosamente con la gente a su alrededor. En tales casos, la chica desistía por completo de hacerle daño, y en su lugar contactaba con el ente en cuestión para pedirle información sobre algún ser maligno cercano del cual tuviera conocimiento.

De esa manera, casi siempre obtenían nuevos objetivos ya que, para consternación de Kuro, los yōkai, yūrei, kaijū y todo tipo de aberraciones indescriptibles eran increíblemente comunes en casi todos lados. La mayoría de ellos moraba en sus propias madrigueras, que eran espacios adimensionales generados de sus raíces espirituales, pero otros llegaban incluso a habitar en el mundo real camuflados entre los seres humanos, para bien o para mal.

El pitido del agua hirviente desprendió a Kuro de sus ensoñaciones. El mundo sobrenatural era tan basto y complejo que comenzar a pensar en todos los conceptos que abarcaba era una tarea peligrosa para los poco instruidos como él. Era mejor dejarse llevar por los eventos del presente inmediato, y no ahondar demasiado en los sucesos incomprensibles para evitar que el cerebro terminara frito. Con semejante conclusión, el chico se apresuró a preparar dos tazas de té y salió de la cocina para dirigirse a la sala.

Allí, sentada en uno de los sofás, se encontraba Hakuma. Acariciaba suavemente a Ryoushi acomodado sobre sus muslos, con un sombrío gesto que reflejaba la inmensa aflicción que la embargaba. Kuro colocó una de las tazas encima de la mesilla delante de ella, recibiendo un apenas audible agradecimiento, y se sentó en un sillón cercano, observándola de reojo. La chica tomó entre sus manos la taza de té y la acercó a sus labios para dar un pequeño sorbo del líquido. Luego dejó el recipiente en su posición inicial y regresó a su estado de exánime angustia.

―Hametsu-san... ―dijo Kuro tras esperar unos instantes, decidido a romper el hielo―. ¿Perdiste algo importante? Además de todas las cabezas que coleccionabas... ―Esperó alguna respuesta, pero la chica continuó silenciosa―. Al menos pudiste encontrar un poco de ropa.

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