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capitulo quince

la despedida mas dolorosa

la despedida mas dolorosa

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126 d.c

"Si no eres el amor de mi vida, diré que me equivoqué de vida, no de amor

—William Shakespeare"

ENTRE PALABRAS Y GEMIDOS, ella logró desnudarlo, sonriendo con deseo al ver su torso sin prendas, como si fuera la primera vez que lo mira, atrayendo a besarlo de nuevo con fogosidad, sintiendo como sus grandes manos tocaban cada centímetro de su ...

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ENTRE PALABRAS Y GEMIDOS, ella logró desnudarlo, sonriendo con deseo al ver su torso sin prendas, como si fuera la primera vez que lo mira, atrayendo a besarlo de nuevo con fogosidad, sintiendo como sus grandes manos tocaban cada centímetro de su cuerpo, causando las mismas sensaciones que tuvo la primera vez que se entregó a ese hombre por amor, sintiendo el éxtasis embriagar su cuerpo con una oleada de emociones.

—Quítate el vestido antes de que lo haga pedazos —pidió con voz autoritaria. Sus ojos la miraban con lujuria reflejada en sus pupilas, una oscura mirada que solo lograba excitarla aun mas.

La princesa no titubeo —Hazlo, de todas formas ni me gustaba.

Sus labios se volvieron a unir cuando por fin estaban desnudos, danzando en compás al igual que sus cuerpos. El dolor que sintió la primera vez se repitió, pero pronto se convirtió en placer, inundando todo su cuerpo y por impulso llevaba sus manos a la espalda desnuda de el azabache, enterrando sus uñas, recibiendo gruñidos de su parte pero nunca le pidió que se detuviera, de alguna forma le gustaba. Mientras el mordía su cuello, marcando su piel pálida con oscuros círculos morados y rojizos, ella marcaba su espalda con sus uñas, era como un dar y recibir que los llenaba de gozo.

En su vientre sentía los espasmos y sabía que estaba muy cerca de llegar a su orgasmo por lo cual movía sus caderas mientras que el contrario se movía a su ritmo, también estando cerca de llegar, enterrando sus dedos en la cadera de la platinada, sintiéndose extasiado con los gemidos en su oído.

Un ultimo sonoro gemido abandonó los labios de los dos, viajando al cielo y tocando los nubes, sus cuerpos desfallecieron. La delicada anatomía de la platinada descansó sobre su pecho, esparciendo sus cabellos por doquier, mientras el intentaba no quedarse dormido después de haber estado en el paraíso con aquella mujer de cabellos blancos, tomando con firmeza su cintura para que no fuera a escapar mientras los primeros rayos de sol inundaban la recamara.

→ 𝐁𝐎𝐑𝐍 𝐓𝐎 𝐃𝐈𝐄 | house of the dragonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora