CAPITULO IV

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Arcadio no paraba de quejarse internamente, Samael tampoco fue capaz de decirle que se iba a marchar inmediatamente, desconociendo el motivo de su prisa, si sabía que Zero muy probablemente estaría en Londres. Por otra parte no podía olvidarse de Andras, quien había sido un amigo de momentos oportunos para su madre y una especie de figura autoritaria para él y Damián. No podía permitir que simplemente él perdiera a su sobrino sin saber que pasó por su cabeza en los momentos que tuvo la oportunidad de pensar sin el peligro de morir presente.

La búsqueda de Naira también estaba incluida, esperando obtener su perdón pero más que nada su presencia de nuevo. Desconocía sus habilidades ante una crisis mundial la cual los involucraba a ambos. Por otro lado estaba ansioso por verla de nuevo. También le seguía preocupando el estado de soledad de Nie, quien a pesar de todo sabía que amaba a Zero, sin embargo sus síntomas ante su ausencia fueron bastante normales, incluso siguió comiendo y durmiendo sin mucho problema.

No había olvidado del todo el camino de retorno, a pesar de los meses de confinamiento voluntario que hizo con Samael, quien no fue una agradable compañía, ya que sus habilidades de hacerlo sentir mejor no estaba en su lista de cualidades; tampoco las necesitaba, sin embargo la ausencia de las voces a su alrededor comenzó a afectarle cuando las pesadillas se perpetuaban incluso después de despertar. Se preguntaba a si mismo que sería capaz de hablar con Andras si es que seguía con vida. Las primeras ideas que cruzaron por su mente fueron las explicaciones lentas y esperar un arduo regaño, pero hasta él sabía que eso no iba a pasar, la culpa llego a convertirse en una colitis que tenía que tolerar hasta volver a encontrar su paz interior; también eso era imposible.

Su mano acaricio la parte baja de su ombligo. No pensó otra manera de llegar a la casa de Damián que no fuera un medio de transporte con ruedas. Efectivamente un auto estaba fuera de su conocimiento y eso incluía una motocicleta, por la simple razón que falló las pruebas hace dos años y no había logrado adquirir nuevamente el dinero, para ese entonces no tenía nada de prisa.

-Nos morimos, nos morimos-Escuchó claramente a su alrededor. No obstante no detuvo el paso apresurado hasta llegar a una bicicleta la cual tenía un claro abandono desde hace meses. Pero no fue suficiente como para que dejará de funcionar.

-Me gustaría un pastel-La sonrisa de Arcadio era resplandeciente mientras sujetaba la mano de Rebeca.

-Podemos comprar uno pequeño de camino-Rebeca no tenía la atención más grande cuando debía mirar su lista de compras, la cual incluía frijoles o garbanzos.

Arcadio no conforme con esta respuesta, decidió soltar su mano, a su madre tampoco le preocupó aquello, sin embargo no notó cuando ella se aseguró que no se alejará demasiado.

-Los pasteles son los mejores-Se repetía a si mismo sin alejar sus ojos de la puerta de vidrio. Sentía más frio de lo normal pero no le importó.

-Por favor estoy buscando a mi hija-.Fue la primera vez que Arcadio sintió la esencia de una madre muerta en vida. Una mujer no delgada de arrugas acumuladas en el cuello mostraba la foto de su hija. Él no apartó su mirada ningún momento, esperando que alguien le explique el porqué de su llanto. A las personas de alrededor no parecía importarles demasiado o simplemente no tenían la respuesta que ella esperaba-Tiene una semana que no llega a la casa, la policía, la televisión, por favor.

Alguna vez su madre le comentó que nunca debía apartarse de ella si estaban juntos. Era una regla básica que podía seguir, en ese entonces pensó que aquella persona se alejó de su madre lo suficiente como para que saliera a buscarla.

Arcadio con algunos pasos al frente logró apreciar mejor las lágrimas que corrían en la entrada y salida del supermercado. También fue testigo de las veces que la mujer fue ignorada.

2° Hyera oscura profundidad Donde viven las historias. Descúbrelo ahora