CAPITULO VI

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CAPITULO VI

Sentía poco la calidez de persona que solía ser Andras antes de escapar con Damián. Antes de salir del edificio y empacar un par de latas de comida. Había notado lo poco equipado que se encontraba en defensa, sin embargo decidió no decir nada. Andras tampoco le preguntó sobre su espada, aunque tenía la ligera sospecha que conocía lo suficiente acerca de ella.

Una vez fuera de la habitación construida ingeniosamente para su escondite, notó que el apartamento era más que todo simple, incluso antes de ser quizás invadido. Se preguntaba como Julien logró simplemente tenerlo preparado para este tipo de emergencias.

— ¿Has sabido algo de Naira?—Preguntó para romper el silencio que había bajando las escaleras silenciosamente.

—Varios hogares fueron invadidos, otros fueron llevados en grupos, quien sabe a dónde—Andras lo miró fijamente. Arcadio tragó en seco.

— ¿Esta viva? ¿Sabes eso?

—Espero que sí. No salía demasiado del lugar. Temía que si uno de ustedes llegará y no me encontrarán, no hubiera otra oportunidad de reunirme con Damián.

—Pensaste bien—Sus manos temblaron al ver nuevamente la calle. Al menos ya no tenía demasiada hambre.

—No podemos conducir sin llamar la atención. Fueron a los primeros que atacaron.

—Pensaba lo mismo. Pero es muy molesto andar a pie.

— ¿Dónde te vas a reunir con este Hyera?—Preguntó Andras mientras recogía del suelo una liga para el cabello.

—Está algo alejado de aquí.

—Te sigo—La sonrisa de él, lo animó un poco a continuar.

Arcadio no había tenido tiempo de reaccionar ante el golpe que sufrió su espalda gracias a una pared de superficie no tan plana. El causante de esto fue el brazo de Andras el cual lo jaló hasta el callejón donde se depositaba la basura para que cada semana llegue un camión a recogerla. Arcadio tampoco puso resistencia.

—Nos van a oler en cualquier momento—Dijo Andras.

—A ti—Arcadio no dudo en aclararlo.

— ¿De qué hablas?—Preguntó Andras. Arcadio escuchó como el sonido de los vidrios eran ahora quienes irrumpían el silencio de las calles.

—Patético. Solo cazaste ocho—Las risas ocasionadas cruelmente por el dolor los hicieron callar a ambos. Sin embargo la resonancia de los pasos les daba a entender que no eran pocos Hyera.

—No son nada a comparación de lo que les pasará cuando vuelva a tenerlos en mis manos.

—Ya escuchaste a Dux. Más ancianos y menos jóvenes.

—Huele como si me estuvieran llamando al postre—El silencio nuevamente hizo que Arcadio se pusiera nervioso. Le sorprendía la tranquilidad de Andras mientras mantenía los ojos cerrados.

Ambos comenzaron a restar los pasos que restaban para que olieran sus esencias, en este caso la de Andras, la cual no estaba protegida. La mano de Arcadio se movió rozando la empuñadora de su espada preparando su cabeza para recibir lo que tenía que hacer cuando ellos llegaran a donde estaban. Más solo escuchaba las risas pero nada de gritos en dolor.

—Eres un estúpido. No debías comerte a ese mocoso.

—Puedo hacer lo que quiera ahora—Su voz sonaba a exigencia y hambrienta.

—Claro que no. Haces lo que Dux diga—Arcadio no tenía ni la más mínima oportunidad de ver el rostro de sus posibles enemigos. Pero logró escuchar la queja femenina que no estaba dispuesta a seguir escuchando. Se preguntaba si era Zereny; no obstante descartó la idea.

2° Hyera oscura profundidad Donde viven las historias. Descúbrelo ahora