CAPITULO III

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Arcadio no tuvo la oportunidad para oponerse, a decir verdad, sentía unos extraños deseos de moverse un poco más. Samael le había traído una chaqueta bastante abrigadora, pero no olía nada bien, se guardó sus preguntas para saber de su origen, estaba seguro que no le iba a gustar la respuesta. Pero al parecer la capucha que llevaba ocultaría algo más que su rostro. Aun así sentía que era bastante inútil, su espada de igual manera estaba colgada en su espalda, aun no podía acostumbrarse a tener algo pegado ahí.

La ciudad donde aún era su hogar estaba casi desierta, no había personas caminando por las calles ni mucho menos conduciendo vehículos. Solo un silencio absoluto el cual nadie ponía la suficiente atención a ellos. Algunos tomaron la opción de proteger sus casas y sus lugares de trabajo con tablas de gran tamaño para evitar entradas a intrusos, pero hasta ellos sabían que eso les resulto imposible; varias barreras ya fueron destrozadas, solo las noticias de viejos periódicos sobre el duro piso. Arcadio no recordaba aquella parte de la ciudad, solo sabía pocos caminos que lo llevarían a su hogar, pero ese camino ya no debía existir, reconocía que el hogar suyo y de su madre debió correr con la misma suerte.

-He visto que los dejan esconderse, para volver a asustarlos-Dijo Samael solamente.

- ¿Tú haces lo mismo?

-No tengo ni el más mínimo interés en molestar a los débiles-Arcadio notó que la electricidad aun corría por aquellas oscuras y azuladas calles. Había olvidado incluso como se sentía la luz del sol sobre su piel.

-Sin sol nos moriremos pronto-Quizás él ya se sentía un poco más enfermo.

-Tu cuerpo tendrá que adaptarse si quiere vivir.

-La escasez de comida nos matará Samael. Ustedes tendrán grandes cantidades de carroña para comer.

-Bueno al menos te tendré de reserva.

- ¿Por qué venimos aquí?

-Sería un buen momento para que aceptaras tu realidad-Aquel comentario irrito a Arcadio.

-Yo sé muy bien lo que está pasando Samael-.Arcadio no se había dado cuenta que Samael ya no se encontraba a su lado. Eso lo alarmó y hasta temió por su vida-Que desgraciado.

Arcadio no dejó de caminar, desconocía el propósito de Samael. Pero bien sabía que no eran amigos y no le hacía un bien propio. Una vez más se logró encender la interferencia de un televisor en una tienda de repuestos y seguramente para una muestra de entretenimiento, su atención fue desviada a ese punto. De su conocimiento no estaba lejos lo que algunos humanos tenían que abstenerse para sobrevivir y dar mensajes a la humanidad que aún quedaba. Samael le dijo alguna vez que solo se trataba de un capricho de Dux, quería poner a prueba a su raza de sus capacidades limitadas para tratar de adaptarse y protegerse. No lo encontraba necesario. La pantalla era azul claro y no había rostro en ella.

-De nuevo aquí. Esperamos que aun exista la suficiente cantidad de humanos para regresar lo que era nuestro mundo. Hemos escuchado que hay personas enfermas, adultos mayores a cincuenta y cinco años han sido las más afectadas. Han muerto a una velocidad que no podemos describir. No sabemos hasta qué punto podemos seguir comiendo sin producir más alimentos. Los Hyera han tomado posesión de las fuerzas armadas. Tenemos miedo que ubiquen nuestra trasmisión. Apenas la energía va y viene, sin el sol no nos explicamos cómo podemos seguir hablando con ustedes-Ya no pudo seguir escuchando debido a la falla de electricidad.

Arcadio giró su cuerpo rápidamente al escuchar el sonido de un vidrio quebrarse a su espalda. Los entrenamientos con Samael parecían rendir un efecto positivo, ya que su primera reacción fue sacar su espada y esa vez sin cortarse un hombro por no saber controlar el filo de esta.

2° Hyera oscura profundidad Donde viven las historias. Descúbrelo ahora