CAPITULO VII
Los pocos líquidos que ingirió le dieron suficiente energía como para recorrer el no tan pequeño lugar, no obstante con la cantidad de personas que había lo hacían parecer mucho más angosto de lo que ya era, pero le daba alegría encontrarse con diferentes personas humanas como él. Andras a su lado solo estaba preguntándole cada momento como se sentía, aquello lo hacía sentir un poco más seguro, sin embargo no toleraba mirar mucho tiempo los espacios oscuros que no estaban totalmente iluminados, así que se aseguraba de estar totalmente cerca del fuego de los barriles metálicos con una clara oxidación.
Observó a Andras adormecido apoyado sobre su propio hombro mientras una manta que le ofreció una mujer de carácter muy amable, sin embargo sus razones las encontró extrañas al mencionar nuevamente a su Dios.
—Andras iré a caminar—Le avisó pero no obtuvo ninguna respuesta del cansancio que tenía.
Arcadio decidió no insistir más.
— ¿Por qué llevas esa espada?—La pregunta de Dumah lo hizo girar su cabeza hacia él. Se preguntaba porque se esperó hasta ese momento para interrogarlo. Además de que ya se había alejado de Andras, pero no necesitaba protección.
—Me defiendo con ella.
—Solo atraes la violencia que tanto nuestro todo poderoso desaprueba.
—Lo siento pero no quiero morir—Arcadio no tenía intenciones de seguir dialogando con él. Dumah estaba a una considerable distancia, sin embargo se seguía preguntando porque se le presento de esa manera.
—Escúchame hijo mío. Jehová prueba al justo. Pero al malo y al que ama la violencia, su alma los aborrece Salmos: 5.
—Si bueno. La violencia me salvó la vida—Lo dejó atrás apresuradamente pero tampoco insistió demasiado.
Arcadio pasó con las yemas de sus dedos la empuñadura de su espada. Solo así lograba sentir la tranquilidad que su madre le daba cuando aún vivía. Las personas alrededor no demostraban una cara diferente a la que él tuvo los primeros días después del ataque de los Hyera. Tampoco notó ningún tipo de arma, por lo que le resultaba aún más triste la escases de objetos para la defensa de los humanos contra los Hyera.
A unos metros las ratas aun comían su propia carne muerta de algunas que ya habían muerto, le causo nauseas. Pero el símbolo de paz pintado en la pared le causó cierta gracia, ya que ni siquiera las líneas estaban bien pintadas, pero le daba un toque inocente, se preguntaba a sí mismo si las personas antes de ellos o antes de morir fueron responsables de su diseño. El aroma a aceite por fin lo sintió su nariz, no le desagrado del todo, desde muy pequeño los aromas fuertes los disfrutaba, sobre todo el diesel o al jabón de ropa.
Como si hubiera sido un deseo de la noche. Naira mencionó claramente su nombre en un tartamudeo feliz pero triste. Arcadio notó que sus extremidades aún estaban completas, dio gracias a si interior y a ella misma por seguir con vida. No podía decir lo mismo de su cabello descuidado cuando ella siempre fue muy cuidadosa con él.
— ¡Arcadio!—Esta vez fue más fuerte. Los brazos de ella lo rodearon y él la imito soltando varios suspiros con la garganta seca.
—Naira. ¿Cómo? No te vi...—Arcadio trataba de mantener su emoción.
—Estas hasta el inicio del subterráneo, esa es la razón. Yo no me acerco al frente—Las lágrimas de ella eran sinceras.
—Sabía que estabas viva.
—Arcadio...Arcadio...mataron a mis padres—.Gimoteó con desesperación. Arcadio la sujetó con firmeza—Los mataron ¿Ahora qué voy a hacer?
—Lo siento mucho Naira, enserio lo siento—La expresión triste de Arcadio le hacía entender que así era.
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2° Hyera oscura profundidad
HorrorSin previo aviso, sin compasión, hemos tomado posesión de aquellos a quienes más nos temen. ¿Nos temen? Nos usan. ¿Nos desprecian? Se burlan. Los humanos habían pasado de ser una raza dominante a una raza pasiva. Una raza que ahora iba a temer de s...