Estaba avergonzada. Sus orejas estaban tan rojas que parecía iban a explotar. Arrojó el teléfono y se escondió debajo de las sábanas para patalear en su frustración.

Había perdido la cabeza, de eso no había duda sin embargo, ahora la cruda moral estaba siendo tan espantosa como el moretón enorme que le adornaba el antebrazo. Aunque quisiera olvidar los sucesos de la noche pasada en el supermercado, no podía, principalmente porque había un vídeo de ella que se había estado esparciendo en internet, además de esa dolorosa marca violeta que se hizo cuando quiso negarse a ingresar a la celda.

Era claro que el estrés y toda la ola de pensamientos le jugaron chueco hasta volverse una persona completamente distinta. No sé reconocía, pensar que podía llegar a esos extremos la perturbó y alimentó todavía más sus anheladas ganas de desaparecer de la faz de la tierra.

Decidió tratar de evitarlo. Se levantó de la cama y se dirigió al baño para enjuagarse la cara. El silencio, a diferencia de la noche pasada, era más ruidosa porque ahora sí estaban bien presentes sus pensamientos. Hablaba consigo misma sobre estupideces triviales para no envolverse en el mismo tema. Trató de entretenerse con la preparación de un simple café, pero se sentía tan ansiosa que terminó rompiendo la taza cuando la tomó con torpeza.

—¡Aish!

—¿Estás bien?

Respingó ante la segunda voz. Miró a su marido y aferró los dedos en su pecho sintiendo únicamente como aumentaba más la vergüenza en su cuerpo. Lo ignoró y volvió su atención en la taza rota. Se apresuró a recoger los trozos grandes, pero terminó cortándose en el índice.

—Mierda.

—Lina.

Su marido se acercó. La detuvo tomando sus manos y la alejó del desastre para sentarla sobre la superficie de la isla.

—Necesitas tranquilizarte ahora —demandó, dejando una toallita enredada en su dedo.

Seungmin recogió los trozos de la taza, luego limpió la suciedad del café. Se dirigió al estante por el botiquín de primeros auxilios y se encargó de atender la herida de Lina.

—Lo siento.

El castaño no respondió. Seungmin continuó colocando el merthiolate, seguido de una curita que aseguró con cuidado. Respiró hondo y dirigió finalmente la mirada a su esposa, tomándole la mano.

—Repetiste lo mismo toda la noche —murmuró, pasando el mechón ajeno detrás de la oreja—. Cariño, tú no hiciste nada malo.

—Soy un monstruo.

—Por supuesto que no —acarició su mejilla—. Tenías que ponerlo en su lugar, eso no te vuelve un monstruo.

Las mejillas de Lina se sonrojaron. Desvió la mirada mordiéndose los labios y suprimió todo deseo de querer golpear a su marido porque empezaba a volverse empalagoso.

—¿Qué haces aquí? De todos modos.

—Tu padre me dijo que me tomara el día.

—Quiere que me controles —corrigió con miseria en su tono.

—Probablemente, pero ambos sabemos que tú eres incontrolable.

Lina sonrió. Tomó las mejillas de su marido y eliminó toda la distancia existente entre ellos. Su beso se volvió hambriento al paso de los segundos. Lina enredó la melena del otro entre sus dedos mientras Seungmin enterraba sus yemas en la cintura de su mujer.

El suspiro de la castaña erizó los cabellos de ambos. Lina se acercó más a la orilla de la mesa hasta hacer contacto con el cuerpo ajeno, entonces la explosión de sensaciones se desató. Seungmin la tomó de los muslos e hizo uso de su fuerza para cargarla. Lina cruzó sus piernas sobre las caderas de su marido y continuó besando, sintiendo como era llevada.

—Date prisa —se quejó.

Seungmin no respondió. Presionó más el cuerpo ajeno contra él, tratando de subir las escaleras sin tropezarse. Distrajo a la castaña con un nuevo beso cuando estuvieron en el segundo piso y se dirigió a ciegas hasta su habitación matrimonial. Lina sintió el golpe suave del colchón debajo de su espalda, pero se levantó y ayudó al otro a sacarse la camisa. Seungmin subió y gateó metiéndose entre las piernas de su mujer hasta que estuvo sobre ella. Sin dejar de besarse.

Los movimientos eran desesperados. Sus manos salvajes se encargaron de sacar las ropas. Les urgía deshacerse de aquellas telas estorbosas que les impedían sentirse plenamente. Pronto el suelo estaba invadido de prendas y las cobijas de la cama estaban hechas un desastre.

—Cariño... Por favor.

La voz de Lina fue suave y débil. Sus ojos atraparon los de su marido, entonces supo que ambos estaban en el mismo canal. La ausencia del otro en su vida cotidiana reciente, ahora estaba siendo reflejado en esa hambre ansiosa por el otro. Un amor que se disfrazó de fastidio y que ahora también se había convertido en una lujuria desenfrenada. Seungmin de pronto parecía haberse vuelto mudo porque tampoco volvió a responder y atacó directamente al cuello de su mujer con besos húmedos. Recorrió las curvas de la castaña y llegó hasta su intimidad, provocando el jadeo de la otra.

La estimulación era directa. Fue evidente la necesidad de volver a consumir su matrimonio después de casi un año de abstinencia y peleas absurdas. Por ello, a ninguno de los dos les importó mucho el romanticismo. Lina golpeó el hombro de su marido y para Seungmin fue más que suficiente para entender. Se acomodó y se internó en su mujer provocando el suspiro de alivio en los dos, como si lo hubieran esperado por décadas.

—Espera.

—Espero.

La voz de Seungmin finalmente vio la luz. Una tonada baja y ronca que provocó el ronroneo en el pecho de la castaña. Lina atrapó las orejas de su esposo y lo acercó nuevamente a ella para besarlo. Fue después de un par de segundos que la castaña se movió, avisando a su marido que estaba lista.

Era claro su derroche de amor. Sus pieles brillantes estaban unidas como piezas de un rompecabezas único. Se sentían tan correctos y aliviados que la sensación en sus pechos era igualmente aterradora. Ellos no eran amorosos como Hyunjin y Jisung, tampoco eran tan melancólicos como los abuelos. No les gustaba mostrarse amorosos ni comportarse como tal, no obstante, podían permitírselo cuando se encontraban solos en su burbuja íntima. Por eso a Seungmin no le importaba que su mujer se aferrara a su abrazo y que ahogara sus gemidos en su cuello. A Lina tampoco le importaba ser llenada de besos suaves, es más, le encantaba el impacto de los labios pomposos de su esposo en su rostro.

—Amor~.

El llamado del castaño se cortó un par de golpes después, cuando las uñas ajenas se enterraron en su espalda baja. Gruñó escondido en el cuerpo de su mujer y finalmente cayó rendido sobre su pecho, escuchando el pálpito furioso del corazón de Lina.

—Te amo —murmuró.

Lina le miró deteniendo brevemente las caricias que dejaba en su cabello. Se mordió el labio y se reacomodó en su lugar, llamando la atención de su esposo.

—Seungmin-ah... De verdad espero que dejes de comportarte como una perra conmigo —le besó la sien—. Yo también te amo.

Seungmin rió. Subió su posición siendo ahora el más alto entre los dos. Sujetó a su mujer y la abrazó escondiendo su rostro en su pecho. Dejó un poco de fuerza en el gesto provocando la risa dolorosa de la otra y no dejó de abrazarla como si fuera un peluche.

—Lamento comportarme así.

—A veces actúas como una perra —declaró.

—¿Soy una perra?

—Mjúmh, se supone que tienes que estar conmigo, no contra mí... Es agotador e incluso tengo la necesidad de darte una cachetada y decirte "ya cállate y ámame, perra", porque tú simplemente parece que estás ciego e idiota.

El castaño se burló. La queja de Lina le resultó bastante tierno y curioso, sabía que no estaba siendo el mejor esposo en ese momento sin embargo, estaba dispuesto a remediar la situación y olvidarse de todos los problemas por ese día.

—Te amo, no seas estúpida y recuérdalo siempre, ¿quieres?

—Lo mismo para ti, imbécil —sonrió—. Ahora guarda silencio y vuelve a hacer lo tuyo —demandó, subiéndose encima de él.

LOVE ME, BITCH [skz family universe]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora