Capítulo 7: Puerto Venecia

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Carlos esa noche no pudo pegar ojo debido a su cúmulo de pensamientos que le nublaban la mente. Se había envuelto en un gran problema sin siquiera causarlo relacionado con demonios reales cuya existencia creía posible solo en dibujos animados japoneses y realmente había asesinado o contribuído al asesinato de dos demonios. Debido a la adrenalina y confusión del momento no lo asimiló, sino que lo hizo y ya, pero realmente sentía algo de remordimiento pese a saber que lo que iba a empezar a hacer iba a ser por una buena razón, o al menos eso dijo Silvain. Nunca imaginaría que su ira mancharía sus manos de sangre, no literalmente pero sí en espíritu.

Sin embargo, lo que más le rondaba por la cabeza era quién era Ábracax y por qué fue elegido especialmente por tal ser para ayudar en esa misión y sumado a ello poseer un poder tan fuerte y poderoso como complicado y destructivo como la manipulación de un extraño parásito líquido envuelto en su sangre. Le resultaba prodigioso poder realizar magia, magia real, aunque seguía inseguro de si su líquido negro se separaba de su sangre para poder transformarse o realmente usaba su sangre para transformarla en armas, lo cual, también lo inquietaba ya que no quería llegar a sufrir anemia por abusar de su poder. Todo parecía un frenético sueño pero verdaderamente estaba viviendo eso. Se preguntaba si Dani y Ángela también se habrían quedado congelados en el tiempo.

Al día siguiente, debido a que Carlos se durmió bastante tarde, no bajó a desayunar junto al resto del equipo, por lo que Ábracax, para que no se le enfriaran los huevos revueltos, rápidamente se teletransportó a la puerta de la habitación de Carlos para golpearla frenéticamente, lo cual no hizo nada de efecto ya que Carlos dormía profundamente. Entonces Ábracax decidió meterse en la habitación para despertarlo subiendo persiana dejando que los rayos del sol golpeasen los párpados de Carlos despertándose definitivamente.

―¿Pero qué haces en mi cuarto? ⎯Se quejó Carlos carraspeando.

―Que hoy es día de compras. No querrás que Puerto Venecia se llene de gente ¿Verdad? ―Preguntó Ábracax retóricamente.

―Es verdad, que la única ropa que tengo es la que tengo encima de mi silla gaming.

―De hecho, dupliqué tu cuarto incluyendo tu ropa. Así, podrás no dormir desnudo como ya has hecho dos veces ⎯añadió Ábracax con una plena sonrisa en su cara. Parecía que nunca se le borrase por más incómoda fuera la situación.

―Oh, bueno... Dame 3 minutos ⎯respondió Carlos para que Ábracax se fuera y así ponerse la ropa que colocó encima de la silla y echar un vistazo más a fondo a su armario el cual, efectivamente, tenía todas las prendas de ropas compradas que ya poseía hasta el momento, incluído la de un cosplay que usó hace dos años.

Así pues Carlos se apresuró a bajar por las escaleras y pasar por el gran vestíbulo y guarida de Ábracax para así meterse al acogedor comedor del castillo cuya decoración desentonaba con la estética del castillo junto con la tecnología dentro de este.

―Buenas... ⎯Solamente obtuvo un "eh" de Victoria. Es lo que tenía ser un adolescente entre tantos adultos.

―¡Buenos días Carlos! ¿Sabéis que hoy es un día especial? ⎯Ábracax miró al resto del equipo en la mesa con cierto entusiasmo.

―¿Otra vez? ⎯Replicó Akim.

―¿Es que ya se acabaron los demonios? ⎯Preguntó Leire con tono de desagrado.

―Ya te gustaría... ¡Hoy es día de compras en Puerto Venecia! ⎯Respondió Ábracax desprendiendo plena alegría y obteniendo un incómodo silencio como respuesta.

―¡Wuo! ―Exclamó Carlos levantando y agitando el puño para liberar la tensión del ambiente, lo cual drenó su escasa dignidad al completo ―. ¡No seáis tan sosos, comprar mola!

Carlos Sánchez y el trozo de cristalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora