Capítulo 10: Ángel sin alas y acabado en "a"

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Rave junto con Klaude fueron teletransportados a una base en el cielo, cuya oscuridad era diluída por los rayos del sol. El primero abrió repentinamente los ojos creyendo que, junto con su hermano, habían perdido la vida a manos de Ábracax, sin embargo, se vieron rodeados de un equipo de ángeles, ángeles con uniforme militar blanco y negro con la particularidad de que todos tenían un par de alas blancas.

Un grupo de cuatro se llevó a Klaude en una camilla volando mientras que el resto retuvo a Rave.

—¡Eh, que es mi hermano! ¿A dónde lo lleváis?

—A evitar que muera —dijo una grave voz misteriosa.

Un hombre de metro ochenta y cinco se aproximó a donde Rave se encontraba. Vestía con un uniforme de general militar blanco y una máscara de color blanco de la que solo se le podían apreciar sus amarillentos y resplandecientes ojos. No obstante, las seis alas que asomaban por detrás de su espalda se veían realmente intimidantes comparadas con las del resto de ángeles.

—¿Te habrás divertido, no? —Dijo el hombre cruzándose de brazos.

—Mi hijo estaba allí, estaba con Ábracax y conseguí cortarle la cabeza... momentáneamente. —Rave miraba desafiante al misterioso general.

—Sí, y conseguiste provocarle varios traumas a la gente de alrededor. —El hombre respondió con cierto sarcasmo.

—¿Sabías que estaba en peligro y no mandaste ni un triste equipo de salvamento?

—¿Y que a la gente se le aparezcan ángeles en frente de ellos y actúen con normalidad? Los Puros se nos echarían encima y no queremos nada de eso.

—Pues gracias a tu indiferencia mi hermano casi es asesinado por mi hijo. —Rave fue cortado repentinamente por el general.

—¿Un Carlos? Olvídate de reclamarlo como hijo. Ellos solo son propiedad de sus respectivas dimensiones y padres.

—¿Y quién eres tú para decidir su destino?

—El mismo que creó este ejército, te ha salvado y te castigará por haber usado los teletransportes sin permiso.

Entonces, el resto de ángeles, los cuales eran cinco, rodearon a Rave por detrás para retenerle. Sin embargo, Rave se encontraba en proceso de materializar cualquier arma debido a su instinto de supervivencia.

—No quieras intentarlo. Ya sabes cómo puede terminar esto... —Los ojos del general se iluminaron como dos rayos de sol asomando tras aquella máscara. El general ladeó la cabeza lentamente observando la respuesta de Rave.

Rave dudó por un momento. Debido al tiempo que dedicó a pensar su respuesta, uno de los ángeles, con su mano iluminada con un gran rayo de luz, dio un golpe en seco al lado derecho del abdomen de Rave provocando que gimiera de dolor y finalmente lo sometieron contra el suelo entre tres mientras uno sacaba unas esposas con unas runas dibujadas en el cuerpo de cada una para así engrilletar sus muñecas tras su espalda.

—Llevadle a una celda de contención hasta que pensemos qué hacer con él —dijo el general devolviendo a sus ojos a su estado neutro suspirando. Segundos después se acercó a Rave cara a cara—. Estás arriesgando mucho con tu desobediencia ante mí ¿Sabes? Yo soy el único que manda y al que se debe de obedecer aquí. Una tontería más y os dejo a tu casi muerto hermano y a tí en la primera dimensión que vea.

El equipo que inmovilizó a Rave se dispuso a llevarle por un largo pasillo repleto de colosales ventanales que se extendían hasta el final de este. Parecía un gran castillo. Bajaron unas escaleras que habían antes de llegar al final y llegaron hasta las celdas del lugar en las que no había nadie. Lo encerraron en una de ellas en la que se iluminaron levemente unas runas de color blanco al pisar la celda. Rave al ver que seguía esposado miró a los ángeles con cierto desengaño.

Carlos Sánchez y el trozo de cristalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora