47- Noche de historias familiares

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Ruby

Los nueve adultos presentes se quedaron en total silencio. La expresión de miedo que tenía Oscar me causó algo de gracia.

—¿Quienes son los Mercier? —preguntó mi Madre, que, como siempre, vivía en una nube.

—Son los tres hijos guapos de Andre Mercier, el dueño de una de las compañías de telas más grandes del mundo. Todas las marcas de lujo usan esas telas —explicó Joselyn demostrando que si no fuera por ella, mi madre viviría en un frasco. Todos volteamos a verla, algo sorprendidos. —¿Que nadie usa sus redes sociales?

—Oh, osea que son Zeb y sus hermanos. —La madre de Vera entendió.

—Claro. —Robert le dió la razón.

El timbre de la puerta sonó.

—¡Y allí están ellos! —exclamó Vera corriendo fuera de la cocina.

—Olivia... —Clara la llamó.

—Oye, Ru, si vienen con Zeta deben estar cargados. Hay que ayudarlos. —No me dió tiempo de reaccionar. Tomó mi mano y me arrastró a la sala.

Olivia

Vera abrió la puerta. Los tres sonrieron en cuanto nos vieron.

—Allí están: Los tres tontos y su perro adorable —bromeó Ru, nosotras reímos, y Zeta le ladró mostrando algo como una sonrisa.

—Chicas, chicas, dejen de fingir. —Zeb levantó sus manos como si nos estuviera deteniendo. —Sabemos que nos aman.

—En tus sueños tal vez —burló Vera.

—¿Tú desde cuando me hablas así? —Zeb se acercó a su novia y luego volteó hacía Ruby. —¿Ves? Ya la estás corrompiendo. —Entrecerró sus ojos.

—Y no se detendrá hasta que Vera sea una lectora con expectativas altísimas. —Zack, quien llevaba la correa del perro, pasó un brazo por los hombros de Ruby y Zeta se sentó junto a ella.

—O hasta que sea ordenada —agregó la castaña.

—O limpia —acoté yo levantando mi dedo índice.

—Uff, belle, que cruel eres. —Zion pasó su brazo por mi cintura. —Me gusta este lado tuyo.

—Pues gracias, capitán —dije quedando frente a él y apoyando mis manos en sus brazos—. Lo mostraré más seguido entonces.

—Eso espero —dijo muy cerca de mi boca, haciéndome sentir un cosquilleo en los labios.

—¡Vayan a un cuarto! —vociferó Zeb y todos rieron.

—¿Quienes deben ir a un cuarto? —preguntó mi mamá entrando en la sala.

Mierda.

—¡Mamá! —exclamé y me alejé de Zion en un segundo. Mi padre venía detrás de ella. —Nadie, nadie, solo bromeábamos.

Zack bajó la mirada y Zion se tensó en su lugar.

—¿Así que tú eres Zack? —Daria entró en la sala con los demás adultos que no eran mis padres.

—Sí, señora White, lo soy. —Sonrió un poco y estrechó sus manos con las dos acompañantes de Ruby.

—Y ellos deben ser los famosos Mercier —dijo el padre de Vera.

—No nos llamaría famosos, pero sí, somos los Mercier. —Zeb tomó los bordes de su chaqueta con sus manos. —Soy Zeb, por cierto.

La mirada fría y seca de mi padre no se separaba de la de Zion. Temía bastante por lo que podía llegar a ocurrir en ese instante.

La Venganza de los Corazones RotosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora