19- La mujer, Zeta y la chica triste

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Ruby

Estaba sentada en la biblioteca, frente a mí computadora y, para sorpresa de nadie, la hoja estaba en blanco.

Deseaba que a mi cabeza viniera algo. Un capítulo, un cuento, una oración, aunque sea una palabra.

Mi cerebro me recordó que debía estudiar para un examen de poesía, que tendría al día siguiente. Apagué la computadora y, antes de guardarla, le dí un último vistazo a las calcomanías de libros que había en la parte de arriba.

A mí cabeza vinieron un montón de recuerdos de las veces que me quedaba escribiendo hasta las tantas horas de la noche, o la vez que me suspendieron por estar escribiendo en clase sobre una tal "Kat", en vez de hacer mi reporte sobre la primera guerra mundial.

Guardé el ordenador con cuidado y saqué mi cuaderno. No me gustaba poesía, era la materia que más me costaba, pero no quería desaprobar nada; eso ponía en juego mi lugar en aquella institución.

Estuve un tiempo leyendo y verificando si recordaba lo que leía, hasta que me tomé un descanso.

Miré hacia todos lados. Había varios alumnos, pero no tantos. Nunca había demasiada gente en la biblioteca.

Un carrito lleno de libros salió de uno de los pasillos. Me levanté y me acerqué.

Me acerqué a Zack por detrás para que no me vea. Estaba por asustarlo, pero noté que veía un video en su celular.

Me quedé unos egundos quieta, intentando escuchar mejor, sin que me note.

Se escuchaba la risa de una mujer, era muy sonora. De fondo también se oía la de un chico, incluso diría un niño. No estaba segura, pero juraba que estaba oyendo ladridos.

-¡Zeta, detente! -gritaba el chico mientras los ladridos y la risa femenina continuaba.

Asomé mi cabeza solo un poco para ver si alcanzaba a aver algo. Por un segundo pensé que la chica podría ser su novia o algo parecido.

En silencio, me acerqué un par de pasos más. Hice puntitas de pie para asomarme sobre su hombro.

No logré ver mucho, pero sí una parte. La voz fememnina provenía de una mujer adulta. No le presté mucha atención, pero sí noté que tenía un largo cabello castaño, y tenía los brazos y el rostro cubierto de pecas.

La mujer estaba sentada en el suelo de un jardín y no paraba de reír. A su alrededor corría un perro, no muy grande, con un zapato en la boca.

-¡Quieto, Zeta! -La voz del chico se volvió a escuchar, seguida por su risa.

No pude avitar sonreír. La risa de la mujer era muy contagiosa y sonora.

Antes de que pudiera hacer cualquier cosa, Zack se volteó bruscamente y apagó su celular.

-¿Qué haces? -Me preguntó con el ceño fruncido.

-Yo... yo solo... -Intenté buscar una explicación- Yo quería asustarte... pero estabas viendo ese video y... y yo también me quedé viéndolo. -Me puse un poco nerviosa y comencé a hablar entrecortado.

-Oye, oye -Zack apoyó ambas manos en mis hombros-, ¿crees que me molesté contigo?

-¿Sí?

Soltó una pequeña risa. -Tranquila, simplemente me sorprendiste. ¿Necesitabas algo? ¿Algún libro? -Señaló el carrito.

La Venganza de los Corazones RotosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora