La Venganza de los Corazones Rotos

40- Cena de presentación

Olivia

Estaba sentada en el suelo de la sala, leyendo un texto aburrido para una de mis clases. Con una mano sostenía las hojas y con la otra jugaba con Fairy.

Escuché el ruido de la puerta y levanté un poco mi cabeza intentando ver quien era.

—Oh, hola, Ru —la saludé con normalidad mientras volvía a centrar la vista en mis hojas—. ¿Cómo estás?

No hubo respuesta. Escuché el ruido de los pies de Ruby corriendo sobre la madera, para terminar sentada en el suelo como india frente a mí. Mordía su labio inferior mientras me miraba con preocupación.

—¿Está todo bien? —pregunté dudosa.

—¿Ubicas a Zack? —La miré creyendo que estaba jugando conmigo.

—No, Ruby, no tengo idea de quien es Zack, ¿te refieres a Zack de Zack Y Cody? —hablé mirándola un poco mal. Las aburridas tareas estaban transformándome.

—Lo sé, lo sé, pregunta estúpida, pero es que no sé como llegar al punto —dijo moviendo un poco su rodilla.

—Solo habla.

—Zack me pidió ser su novia, y acepté. —Un sonrisa que casi parecía una mueca apareció en el rostro de mi amiga. —Él me gusta mucho, enserio.

La miré fijamente buscando algún indicio de que fuera una broma, pero no, estaba siendo honesta.

—Cuéntame —dije.

—Qué?

—Cuéntame como fue la propuesta, necesito dejar de hacer esto por almenos cinco minutos. —Arrojé los papeles a la otra punta del salón, y Fairy salió disparada a perseguirlos.

—Osea que no estás molesta. —Era un afirmación, aunque me sonó más a pregunta.

—No tengo derecho a estarlo, además, si soy honesta, ya se habían tardado. —Me encogí de hombros.

—Ah, bien. —Parecía sorprendida, y estoy segura de que lo estaba. —Entonces te contaré.

Ruby

No estaba dejándome plantada, simplemente estaba retrasado unos minutos.

Los cafés en mis manos comenzaban a dejar de emitir humo, mostrándome que se enfriaban de a poco.

Me encontré a mí misma con ganas de tronarme los dedos. ¿En qué momento me había transformado en Vera?

Intentaba no preocuparme, pero me costaba bastante.

Entonces un auto conocido frenó frente a mí y bajó su ventanilla.

—Hola, Ruru —dijo Zack—. Lamento mucho la tardanza, es que casi me quedo sin gasolina. ¿Vamos? —Él iba a llevarme a la universidad.

Me reí mentalmente de mí misma. No era usual que sobrepensara tanto, pero supongo que ese era el efecto que Zack tenía en mí.

Le dí a Zack su café para liberar mi mano y así abrir la puerta del auto. Me senté en mi lugar y volteé a ver a mi novio, quien arrancó al instante.

Estuvimos todo el trayecto hablando de temas sin importancia. Cuando estacionamos frente al campus, Zack habló:

—Oye, debo decirte algo —dijo un poco serio.

—Dime. —Apoyé mi mano sobre la suya en la palanca de cambio.

—Me avergüenza mucho proponerte esto, pero... —Suspiró con pesadez. —Mis dos hermanos se pusieron en pareja hace poco y quieren organizar una cena para conocernos con sus novias.