Capítulo 15

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Carla Walton

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Carla Walton.

Estoy emocionada; es mi primera vez en la ciudad y no sé qué esperar. Los únicos lugares que conozco son mi casa de la infancia en la ciudad de Helsingborg, conocida por su puerto y su proximidad a Dinamarca; el internado; y la villa de Cristóbal, que está cerca de la ciudad de Malmö, aunque nunca he ido a esta última. Me siento como una pequeña infanta que va a una nueva aventura, lista para comerse el mundo de un solo bocado. Pero, así como subo a la nube, bajo de golpe al recordar que ya no soy una niña y menos voy de placer; solo voy a acompañar a mi esposo a almorzar. Aunque en cualquier pareja esto se consideraría algo romántico y detallista, ya sé que aquí solo es un teatro muy bien armado.

Mientras observo por la ventana, veo cómo el paisaje boscoso de mi hogar se desvanece ante mis ojos para dar paso a hermosos rascacielos modernos que parecen tocar el cielo. Estos contrastan extrañamente con otra vista completamente diferente: la herencia medieval con arquitectura aparentemente del siglo XIV. La escena es hermosamente relajante, ya que en ella se encuentran dos épocas diferentes que conviven en total armonía, algo que podría suceder en un mundo paralelo con Cristóbal y yo, pero en este mundo es completamente imposible, y tampoco tengo ganas de poner de mi parte. Trato de ser lo más sutil posible y lo miro de reojo, pero desde ayer ese hombre se encuentra en su propio mundo, uno en el que no puedo ingresar. De hecho, ni siquiera me ha dirigido una mirada; solo se ha comunicado mediante mi querida Lara. Y ahora, aquí estamos, yendo como dos desconocidos a almorzar a un restaurante cuyo nombre ni siquiera conozco.

Al cabo de diez minutos, el chofer se detiene frente a un edificio en una esquina, donde puedo ver un restaurante muy bonito y acogedor, con sillas y mesas afuera. Un letrero en un dorado apagado muestra la palabra "Bullen", lo que me hace pensar que ese es el lugar donde vamos a almorzar, aunque no parece ser el estilo de Cristóbal. Esto me lleva a preguntarme si nos reuniremos con alguien o si estaremos solos. El chofer se encarga de abrir mi puerta, ya que Cristóbal salió del auto sin la menor muestra de caballerosidad, lo cual es típico de él. A veces llego a cuestionar si una parte de su ADN es humana, o si pertenece a una raza aún peor de la que ya sé.

Inmediatamente me apresuro a ingresar al local, tratando de seguir sus pasos, pero mi estatura y el calzado que llevo no facilitan la tarea. Una vez dentro, me doy cuenta de que es la primera vez que veo a personas vestidas de formas y colores tan diversos. No siguen ningún patrón específico de vestimenta según su apellido o nivel de Lorem; creo que estoy frente a una población ajena a mi mundo y a la verdad sobre quién maneja el mundo a su antojo. Recuerdo que en clase mencionaron a este grupo de individuos en varias ocasiones, pero como nunca los había visto, pensé que ese tipo de vida era un cuento de hadas que deseaba para mí. Observando a las personas mientras camino detrás de Cristóbal, puedo decir que la ignorancia tiene una belleza muy frágil, letal y hermosa, que puede romperse con solo un poco más de curiosidad de la que tiene la mayoría de las personas.

—Carla —se voltea para hablarme, mirándome a los ojos.

—Sí.

—Estamos en la ciudad por dos cosas: una, ver si un individuo es potencial para subir de nivel en el Lorem, y dos, para hablar sobre un tema pendiente que tenemos.

—No entiendo, ¿para qué me necesitas para cerrar un trato o verificar a una persona? No sé nada de negocios.—Lo miro ladeando la cabeza, ya que tengo una idea sobre lo segundo, pero lo primero me desconcierta.

—Para la sociedad, debemos ser una pareja estable y amorosa que inspire confianza tanto en el Lorem como en los demás.—dice apretando los dientes.

—No es mi culpa que no tengas ni una pizca de caballerosidad; ni siquiera me abres la puerta.—respondo en tono acusador.

—Yo no hago esa mierda de humanos.

—Parte de ti es humano.—digo con falsa alegría—. ¡Felicidades!

—¿Puedes comportarte, maldita sea?

—Puedo poner de mi parte, solo si me explicas qué sucedió en la fiesta de tu hermana y por qué te comportaste así esa noche.

—Eso no va a suceder. —Pellizca su nariz con el pulgar y el índice de su mano derecha antes de hablar—. Tienes que entender que aquí mando yo, y lo único de lo que vamos a hablar es de por qué no puedes quedar embarazada.—Suspira—. Luego de salir de aquí, no hablaremos más; te llevaré a una clínica. Debemos empezar un tratamiento de fertilidad para ti.

—No es necesario. —digo con mucha calma.

—¿No? —pregunta.

—No. —respondo.

—¿Entonces estás embarazada? ¿Tienes síntomas?—pregunta esperanzado.

—No.

—Maldita sea contigo, no sabes las ganas que tengo de matarte la mayoría de las veces.—dice con enojo contenido en su voz—. Alguien se acaba de ganar un castigo en casa.

—No es necesario. —digo rápidamente—. Vamos después a la clínica.

—Bien, ahora camina.—dice, tomando mi mano para dirigirnos a la mesa y representar el papel de la pareja perfecta ante el mundo.

En una esquina veo una mesa que, a primera vista, me deja ver a cuatro personas: dos hombres y dos mujeres de diferentes edades con rasgos físicos similares. Deben ser familia, lo más seguro, padres e hijos. Pensé que la reunión sería con el hombre que desea avanzar, no con toda su familia, pero realmente nunca entiendo cómo funciona el Lorem y su mundo de locura disfrazada de normalidad. Extrañamente, ya casi al llegar a la mesa, el rostro del hombre me resulta muy familiar de alguna forma; tal vez lo vi alguna vez en mi niñez. Pero cuando lo tengo frente a mí, me doy cuenta de que es muy similar a mi papá... no, casi idéntico, como si fuera Gabriel, mi hermano. Recuerdo que él era casi la viva imagen de papá, tanto en personalidad, vestimenta, como en físico. Aunque Mateo también lo era en físico, su personalidad no coincidía. Miro al hombre de nuevo, y debe estar rondando entre los cuarenta y cinco o cuarenta y siete años, la edad que debería tener mi hermano ahora. Esto me deja con una pequeña duda: ¿cabe la posibilidad de que el hombre que desea subir de nivel sea realmente mi hermano, o es solo una jugada de mi mente buscando alguna ancla familiar?

—Carla, mi amor. —Aprieta mi mano para que le responda y me concentre, dejando de hacer preguntas en mi cabeza.

—Sí.

—Amor, ¿recuerdas a tu hermano Gabriel? Te traje para que puedas verlo de nuevo; debes extrañarlo mucho.

—Amor, ¿recuerdas a tu hermano Gabriel? Te traje para que puedas verlo de nuevo; debes extrañarlo mucho

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Romper el Sistema (Borrador)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora